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El inolvidable John Padovani

Falleció en el transcurso de la presente semana este destacado artista cusqueño que hizo de la República Dominicana su segunda patria.

Un día en la vida de John Padovani podría ser inolvidable. Es la estampa del emigrante que encuentra una segunda patria, sin dejar de ser emigrante. Ama sus raíces, pero sabe que la tierra que lo acogió merece ahora lo mejor de su talento. Así lo hizo, porque suya fue la madurez de los sabios. Desde las artes visuales, pasando por la restauración y el cine, siempre dejó su pasión por lo bien hecho.

Lo conocí en 1999. Por aquel entonces, su muestra individual “Los Cristos de Padovani llamó mucho la atención. Escribí aquella impronta. El reportaje le agradó y me gané su amistad.

Eran años difíciles y él se las ingeniaba haciendo encuentas para las elecciones del 2000. Me llamó con entusiasmo y me propuso trabajar a su lado en ese frente. Las encuestas no eran lo mío, y él, demostró de otra forma su generosidad. Me puso en contacto con Mario Guevara Paredes, director de la Revista Andina de Cultura y con quien de inmediato trabé amistad. Desde ese año y hasta el presente mi firma no ha dejado de estar presente en esa publicación. El propio Padovani en sus viajes a su ciudad natal, me regaló en varias ocasiones el mensaje de Mario adjunto a la publicación.

Pocos saben de su vocación de actor. El director César Galindo lo descubrió y le entregó un papel de importancia en su filme peruano-sueco “Cazador de gringas” (2010).

Sin embargo, Padovani no se consideraba un actor, sino un artista vistual. Y lo era con mayúsculas. Los últimos años de su vida los dedicó a la restauración de piezas de nuestro legado histórico, como el piano donde el músico José Reyes compuso la música del Himno Nacional en 1883.

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