El último gran éxito de Capablanca
En 1921 el cubano derrotó en La Habana, de forma invicta, al alemán y entonces titular Emanuel Lasker (4 victorias y 10 empates).
Capablanca nació el 19 de noviembre de 1888 en La Habana y murió en Nueva York el 8 de marzo de 1942; es reconocido como el mayor talento ajedrecístico de la historia y a quien, la gran mayoría de especialistas, entendidos y encuestas, ubican junto a Gary Kasparov y Robert Fischer, entre los 3 mejores jugadores de todos los tiempos.
Su primer gran triunfo fue el Torneo de San Sebastian, España, en 1911 y su última gran actuación internacional fue la VIII Olimpíada Mundial de Ajedrez celebrada en Buenos Aires, entre el 24 de agosto y el 19 de septiembre de 1939. El genial jugador, con 51 años fue a la Argentina como capitán y defendiendo el primer tablero del equipo nacional cubano, el que integraban, además, Alberto López, Miguel Alemán, Rafael Blanco y Francisco Planas.
Esa fue una Olimpiada especial: por primera vez se celebró fuera de Europa y coincidió con el inicio de la invasión nazi a Polonia que desató la Segunda Guerra mundial. La conflagración impactó notablemente en el desarrollo del evento que será recordado por siempre como uno de los más polémicos de todos los tiempos.
Para sorpresa de muchos, Alemania ganó la Olimpiada y aún más sorprendente fue que ninguno de los ajedrecistas germanos quisiera regresar a su país. Todos optaron por vivir en Argentina, al igual que varios jugadores europeos, sobre todo aquellos con raíces judías.
En la excelsa capital argentina, Capablanca logró una brillante actuación y se puede considerar que fue el gran epílogo a su gran carrera ajedrecística; ganó 7 partidas y entabló 9, sin conocer la derrota, lo que le valió conquistar la medalla de oro por el mejor resultado individual en el primer tablero con un porcentaje por encima de jugadores de la talla del entonces Campeón mundial Alexander Alekhine, Paul Keres, Vladas Mikenas, Gedeón Stahlberg, Xavielly. Tartakower y Vladimir Petrov, entre otros fuertes jugadores de la época.
Gran satisfacción sintió Capablanca por haber superado el resultado de Alekhine en el primer tablero; el cubano demostraba una vez más y por última ocasión, que era el lógico pretendiente para discutir con su viejo rival el Campeonato mundial que éste había recuperado en 1937 jugando un match de revancha con el holandés Max Euwe.
Doce años atrás, en Buenos Aires, el ruso nacionalizado francés había vencido al entonces monarca cubano. Por más de una década Capablanca buscó una revancha que nunca recibió. Las relaciones de los dos estelares jugadores se deterioraron y todavía en 1939 seguían sin dirigirse la palabra. En la Olimpíada de Buenos Aires, el ansiado duelo entre ellos no llegó a celebrarse porque el cubano decidió descansar y en su lugar envió el jugador de peor desempeño del equipo, López Arce, quien rindió su rey ante Alekhine.
En la ceremonia de clausura de la Olimpíada, Capablanca recibió quizás la mayor ovación de su vida, cuando todos los asistentes en el Teatro Politeama -excepto Alekhine que disgustado abandonó el salón- lo aplaudieron incesantemente mientras el Presidente de la Argentina, Sr. Roberto Ortiz, le entregaba el premio.
Aunque Capablanca falleció unos años después de este magno evento, Buenos Aires 1939 fue su gran despedida del ajedrez internacional y con su soberbia actuación, cerró con broche de oro una admirable obra ajedrecística que había comenzado a los 4 años de edad.