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Detrás de las cámaras de “Viva Cuba”

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María Teresa López RodríguezSanto Domingo, R. D.

Cuando apreciamos una película, como cualquier obra de arte, somos espectadores de un producto final, casi siempre sin una mínima idea de todos los acontecimientos que la llevaron hasta allí. Las características del proceso de producción, ese momento relativamente íntimo de la obra, del que solo participan los involucrados en su creación, son caldo de cultivo para un sinnúmero de anécdotas que ocurren detrás de las cámaras y marcan la historia de cada filme. Viva Cuba (2005), de Juan Carlos Cremata Malberti, no es la excepción.

Juan Carlos siempre ha sido un cineasta polémico. Al director, como ha dicho en varias ocasiones, le gusta provocar con sus creaciones, que no son solo cinematográficas, también teatrales.

Cremata es graduado de Teatrología y Dramaturgia, en el Instituto Superior de Arte (ISA) de La Habana, desde 1986, y posteriormente cursó estudios en la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños. Recibió cursos tras haber obtenido la Beca Guggenheim en Nueva York, en 1998 fue invitado al taller de guion impartido por el Sundance Institute en México y a lo largo de su carrera ha sido invitado a numerosos festivales internacionales.

Su corto de ficción de 16 minutos, Oscuros rinocerontes enjaulados (muy a la moda) (1990), con el que se graduó en la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños, fue el que marcó el inicio de su exitosa y controversial carrera, obteniendo el Gran Premio Einsenstein en el Festival Internacional de Cine de Wilhelmshaven, Alemania, en 1992 y siendo archivado en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MOMA) en 1996. Esta película generó molestias al oficialismo en la Isla, en la que el arte abre constantemente el paso a lo prohibido. Otras de sus películas como Nada (2001), Chamaco (2010) y Contigo, pan y cebolla (2012), causaron similar impacto. Este tortuoso camino para un creador lo hizo salir definitivamente de Cuba, tras vivir la censura en 2015 de la última obra teatral que dirigió en la Isla titulada “El rey se muere”.

En el caso de “Viva Cuba”, su segundo largometraje, no recibió apoyo oficial alguno en el país cuando era apenas un proyecto. Así que el filme fue hecho con capital francés y estadounidense y contó con un presupuesto de menos de cincuenta mil dólares. Entre risas narró Cremata, durante una visita virtual al Cigar Cine Forum de Santo Domingo, República Dominicana, el pasado 20 de agosto, que cuando comenzó a rodar se prometió a sí mismo hacer una película que el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica (ICAIC) se arrepintiera de no haber financiado. Y así fue.

“Viva Cuba” solo fue valorada por el oficialismo en la isla luego de que recibiera el Grand Prix Écrans Juniors en el Festival de Cannes el año de su estreno. En general obtuvo más de 30 premios. Entre sus particularidades está la de ser la primera película en Cuba protagonizada por dos niños, Malú y Jorgito, cuya historia es la de dos amigos que se embarcan en una aventura para hacer cumplir el pacto de no separarse jamás. Las interpretaciones de estos personajes estuvieron a cargo de Malú Tarrau y Jorgito Miló, quienes pertenecían a La Colmenita, compañía de teatro infantil dirigida por Carlos Alberto Cremata, hermano de Juan Carlos. La madre del director, Iraida Malberti, quien fue directora del Ballet Infantil de la Televisión cubana y de varios programas de televisión para niños, fungió como codirectora de “Viva Cuba”. En la música y la dirección de arte también trabajaron miembros de su familia.

Uno de los más gratos recuerdos que tiene Juan Carlos del rodaje, es el recorrido por la Isla, que realizaron tal como en la película. Fue la primera vez del director yendo por carretera hasta la Punta de Maisí. Este viaje de poco más de mil kilómetros dio pie a singulares historias que Cremata compartió. Por ejemplo, la del personaje del espeleólogo, a quien encontraron mientras pasaban por Varadero y no era actor, pero tenía un perfil tan llamativo que él quiso incluirlo en la película. Sin embargo, al poco tiempo se dio cuenta de que su voz no era la más adecuada y para remendar esto acudió al reconocido actor cubano Luis Alberto García, que realizó el doblaje.

Otro detalle que parece incluido en el guion, pero no lo estaba, es la voz ronca de Jorgito casi al final del filme. “Me pareció tan gracioso que quise jugar con eso y continuar así”, contó Juan Carlos, mientras detalló otras situaciones curiosas, como la escena de Jorgito y Malú observando el paisaje campestre, en la que los niños no sabían que estaban siendo escuchados ni grabados, tan espontánea y jocosa que el director decidió agregarla, o la ola que cubre a los niños al final y que en realidad fue captada mucho antes.

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