Ventana

La novia

Indhira Suero AcostaSanto Domingo, RD

Floriandi Matos Santos, conocida como Flori por sus vecinos, siempre pensó que toda novia debía lucir como una princesa en su gran día. Por eso, al saber que su propia boda estaba tan cerca empezó a preocuparse por tener el ajuar adecuado.

—Un vestido blanco, un velo bien largo, unos zapatos con piedras brillantes y un ramo de flores—, decía Flori a su madre, que entre sollozos la peinaba.

Flori, no se daba cuenta de las lágrimas de su mamá. Solo pensaba que quería parecer una princesa de cuentos de hadas. Verse como una estrella cuando comenzara su nueva vida. Un lucero que deslumbrara a todos en el pueblo.

Había mucho que preparar, pensaba Flori mientras trataba de conciliar el sueño. Además de comprar el ajuar, tenía que seleccionar a las damas y pensar en lo que ellas vestirían. ¡Un solo error con ellas y toda la boda se desluciría! ¿Tal vez debía ponerle vestidos rosados? ¿O mejor color crema, como esos que vió en la televisión de la vecina? ¿Se molestaría Yubi si no la escogía como dama de honor? ¿O Perla comprendería que Flori y Yubi son amigas desde que ambas tenían cinco años? ¿Y cómo eligiría al resto de sus damas? ¿Estarían todas de acuerdo con el color de sus vestidos?

¡Cuánto hay que pensar para una boda! Demasiado qué organizar, se decía Flori mientras mamá seguía llorando. Pero nuestra Flori ni siquiera se daba cuenta. Ya su mente la había llevado al banquete de la gran celebración. ¿Dónde harían el bizcocho y de qué color sería? ¿Cuántos pisos tendría? ¿A su novio le gustaría el suspiro?

Eran demasiadas preguntas, las que llenaban la cabeza de nuestra futura novia. ¡Estaba a punto de empezar una nueva vida!

Y así, entre muchos planes, llegó el gran día.

Y, como en toda boda, todo fue muy diferente a como la novia lo había planeado.

No hubo vestido blanco.

Tampoco las damas se presentaron con sus vestidos rosados.

No hubo rencores entre Yubi y Flori porque una de ellas fuera la dama de honor.

Mucho menos comieron de un gran banquete o bizcocho con suspiro.

La novia tampoco parecía una princesa.

Porque en Elías Piña, queridos negritos, el que una niña de 13 años se vaya a vivir con un señor de 64 no es motivo de celebración, pero tampoco que tristeza. Su familia tendría una boca menos que alimentar. Incluso, el novio permitiría al padre de Flori cultivar algunas tareas de tierra.

El día que Flori se fue a vivir con el señor de 64 años, todo fue muy diferente a cómo lo había soñado. Lo único constante fueron las lágrimas de su madre, a las que se unieron las de Flori.

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