“Cazador de gringas”, de Mario Guevara Paredes

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Roberto Romero Arce*Lima, Perú

Inicio esta crónica, recordando que a fines de los tormentosos años ’80, exactamente en 1988, tuve el privilegio de entrevistar a Mario Guevara Paredes, un escritor cusqueño, muy parco y reservado, a tono con esas épocas que fueron ensangrentadas salvajemente en un fuego cruzado que se produjo de un lado, las acciones terroristas y, del otro, la respuesta de las fuerzas del orden; tiroteo del cual no se escapó el Cusco. La conversa con Guevara, se realizó en el viejo café “Extra”, reducto de la intelectualidad izquierdista, hoy sepultado bajo la “modernidad” de la ciudad. El motivo: había publicado en una edición cuasi artesanal, su opera prima El desaparecido libro de nueve cuentos cortos, todos ellos, de factura contestataria, en el cual se mostraba de modo descarnado el clima violentista que asolaba nuestro país y en particular el sur andino.

Mario Guevara también confesó que una de sus mayores aspiraciones era editar una revista de corte “andino”, pero de contenido global ?una especie algo rara en esos tiempos, pues planteaba una globalización que años después se convertiría en “moda”?. No pasaron ni tres años, para que naciera “Sieteculebras” con un nombre entre esotérico y chamanístico, pero que reivindicaba una callejuela que entre dos conventos ?uno de monjas y el otro, de monjes; de clausura ambos?, y que comunica la plazuela Nazarenas con la calle Choq’echaka. Luego de tres décadas, es una apuesta quijotesca a la persistencia editorial de una publicación que, desde el corazón de la Patria, sigue lanzando sus vibrantes reclamos de presencia en un país donde la cultura es considerada por las elites como “la última rueda del coche”.

Volviendo a 1988, la charla con Guevara, en el “Extra” se alargó; los “flavis” (tés piteados con pisco, con receta original del dueño de ese café, Joselo Romero) se sucedieron continuamente, dando paso a los sueños literarios y sus relatos donde la paz era el personaje ausente y, sí, la violencia era omnipresente y atravesaba todas las esferas de los seres vivos de la vieja capital del Tawantinsuyo.

Con los años, ya en 1995, Guevara edita el libro de Cazador de gringas & otros cuentos, considerado por la crítica como uno de los más importantes de la literatura peruana de los ’90. A decir de Eduardo González Viaña: “De ellos puede decirse que son piezas de excelente factura narrativa, cuyo conjunto ofrece al lector un fresco animado, cínico y puritano, trágico y cómico, feliz y desdichado, real y mentiroso, sincero y atormentado, desgarrado y, por fin, alucinante de personajes que colman el Cusco, esa ciudad sin colmo ni medida que, desde lejos, tiene la quimera, las luces, las sombras y la asombrosa belleza de los amores distantes”.

Se esperaba este libro de Guevara porque en 1989 publica el cuento “Cazador de gringas”; que nos introduce como por un tobogán en la vida del “brichero”, personaje que busca conquistar sexualmente a turistas ?especialmente europeas?, como una forma de vida, de amar, sufrir y gozar. Para otros entendidos, esa actitud de conquistar a turistas extranjeras, es cobrarse la deuda que Europa tenía con América por los daños causados por la invasión y reivindicaba la destrucción del Tawantinsuyo cuatro siglos atrás.

Finalmente, han pasado 25 años de la primera edición de Cazador de gringas & otros cuentos, y el libro anda caminado solo con varias ediciones y reimpresiones; ha sido traducido a diferentes idiomas. Fue llevado al teatro, al corto metraje y al cine (película “Gringa” de César Galindo, co–producción peruana – sueca, 2010, de 75 minutos). El personaje “brichero” que Guevara aportó al corpus de la literatura peruana hoy es considerado un novísimo peruanismo. Y lo más importante de todo es que, el libro después de un cuarto de siglo, no ha perdido ese aire juvenil con el que fue escrito.

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(*) Roberto Romero Arce: Periodista. Ha laborado en “La República”, “Letra Cierta”, “Revista Panorámica Latinoamericana (Milán – Italia). Activo defensor de los derechos ciudadanos, ha trabajado en la Comisión de DD.HH. del Congreso de la República.