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Letras: Narrativa

Damas Oscuras, cuentos de fantasnas de escritoras eminentes

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Darío Jaramillo AgudeloBogotá, Colomgia

En el estudio preliminar de una novela de Thackeray se cuenta que durante el reinado de Victoria de Inglaterra, que va desde 1837 hasta 1901, se escribieron en esa isla más de quince mil novelas. Algo así como, redondeando, 20 novedades cada mes durante 64 años seguidos: la creciente clase media, los habitantes de la campiña, todos los alfabetizados, eran consumidores de libros. Se entretenían leyendo.

Por supuesto, esto creó un gran mercado, una economía con muchos consumidores de libros y revistas de narrativa, con varias editoriales y con un extenso elenco de escritores que se veían en el espejo de Chaucer, de Fielding, de Swift, de Defoe, todos ellos padres fundadores de una narrativa en la que se destacaron Walter Scott, R. L. Stevenson, Thackeray, Wilkie Collins, las hermanas Brontë, Jane Austen y, más tarde, Wilde, James, Conrad. Si cruzáramos el Atlántico, bastaría decir Twain, Poe y Melville, sin cambiar el idioma.

Acabo de citar dieciocho autores de primer nivel, pero cambio de párrafo para mencionar al Dios de este parnaso, Charles Dickens. Y para señalar que, ya con diecinueve nombres, hay detrás un grupo grande de novelistas que alimentaban el mercado con una muy digna producción.

Se sabe que las mujeres integraban, par a par con los hombres, la masa lectora. De memoria escribo nombres de esta primera fila del coro: Hawthorne, Mary Shelley, Conan Doyle.

Y hay más, para seguir, un tercer conjunto de autoras olvidadas, inexplicablemente olvidadas, que comienza a resucitar para gozo de los lectores de hoy. La mayor parte de las narradoras incluidas en esta antología pertenecen a ese grupo de las hoy ignoradas que, sin embargo, en su tiempo eran, cual más cual menos, editadas y conocidas. Varias de ellas, incluso, vivían de lo que ganaban como escritoras.

Lo que hicieron los editores de Impedimenta (¿Enrique Redel –sospecho– en persona?) fue reunir una colección de excelentes narraciones de fantasmas escritas por mujeres preponderantemente de la época victoriana.

Mujeres innovadoras: algunas de ellas, involucradas en el movimiento en pro del voto de las mujeres, o abiertas denunciantes del maltrato dentro del matrimonio, algunas periodistas, otras exploradoras y científicas, todas escritoras de ley, como se ve en esta antología que abre una estrella, pues el primer cuento es de Emily Brontë.

El nivel general es muy alto, de modo que el lector disfruta de un salpicón de varias autoras, a cuál mejor. Uno de mis descubrimientos es Lanoe Falconer (1848-1908), de quien se incluye una breve novela titulada Cecilia de Nöel. De Lanoe Falconer van estas citas:

-“Debemos deshacernos tan rápido como sea posible de las virtudes teologales. La caridad, por ejemplo, es una cualidad dañina: demasiado indulgente con la debilidad, que no debe ser permitida ni alentada, sino combatida. La esperanza, que conduce a todo tipo de expectativas absurdas que ni se cumplen ni pueden cumplirse, resulta también perniciosa. Y en cuanto a la fe, es, simplemente, un vicio. Lejos de admitir algo por simple doctrina, debéis negaros a aceptar cualquier afirmación hasta que quede demostrada de forma tan evidente que no se pueda evitar creer en ella, nos guste o no”.

-“Nunca he comprendido el clamor de los ortodoxos que tanto protestan por los milagros que no se les reconocen. Eso no hace que su situación sea mejor ni peor. Los milagros nunca constituyen una prueba de su credo. ¿Cómo voy a reconocer a un emisario divino? ¿Porque hace que los muebles leviten por la habitación, convierte el carbón en oro, se proyecta a sí mismo o proyecta su imagen a mil millas de distancia? ¡Bueno, un emisario del demonio podría hacer lo mismo! Lo único que eso demuestra (suponiendo, por supuesto, que realmente haga esas cosas en lugar de aparentar que las hace) es que conoce mejor las leyes de la naturaleza que yo”.

-“El matrimonio puede acabar haciendo daño, pero sólo al individuo, mientras que es útil para la especie”.

-“No hay nada en el mundo tan contagioso como el hecho de ver un fantasma”.

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