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Hemingway, maestro de la cotidianidad

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Fernando GonzálezSanto Domingo

Ernest Hemingway es hoy considerado uno de los maestros de la literatura contemporánea estadounidense, que ya se volvió clásica. Desde su estilo simple y complejo a la vez, hasta su rigurosa investigación y firme representación de la realidad. Aunque muchos recalcan el éxito comercial y el estilo de su narrativa, hoy nos iremos por un camino un poco diferente: su representación de lo cotidiano.

Se han dicho que los temas principales de su obra son la tragedia y lo extraordinario en lo cotidiano. Aunque la mayor parte de las hazañas que realizan los personajes luzcan como muy grandes y poco realistas, en realidad lo son, debido a tanto la época como las cosas por las que Hemingway realmente quería ser reconocido.

Sin embargo, muchos críticos han apuntado, que no sólo la vida, sino la obra de Hemingway son tragedias, explícitas o implícitas. Por ejemplo, en “El viejo y el mar” (1953), la conclusión queda implícita no sólo en la vida del autor, sino también en el texto, el cual termina soñando de nuevo con leones marinos.

Además, es necesario recalcar las situaciones de sus cuentos y novelas. Contrario a lo ficticio y lo “imposible”, Hemingway medita acerca de su realidad y soledad “reales”, con la ilusión de que a uno se le reconoce por lo imposible, en vez de lo cotidiano. Ejemplo de esto es la trama de su novela del ’53, ganadora del Premio Pulitzer de novela, la cual es descrita con maestría, y es bastante simple y compleja: Hombre lucha contra un pez gigante, a la vez que enfrenta sus propios demonios y su destino.

Sin embargo, debo admitir, que a sus historias siempre le falta algo, no sólo un final concreto, sino un elemento importante. A esa omisión se le conoce como la “Teoría del iceberg” de Hemingway. Dicha teoría es simple pero complicada: La historia será solamente la punta del glaciar, mientras que el significado implícito, por no decir el mensaje y el tema, están en lo profundo del témpano de hielo. Lo que básicamente significa que lo superficial es la historia, y la sustancia queda bajo la interpretación del lector.

Por estas imágenes y fotografías de unos segundos, es que Hemingway fue un genio, por más que él mismo se lo negase. Y por ello, su técnica brilla en esos fríos y racionales glaciares.

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