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Capablanca es

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Nelson Pinal Borges, MI & FIDE TrainerSanto Domingo

Para recordar tan genial artista del tablero de 64 casillas, traemos algunas notas extraídas de Capa, hijo de Caissa*, del Premio Cervantes 1997, Guillermo Cabrera Infante. También se incluye un breve trabajo sobre la última actuación internacional de Capablanca.

Cabrera Infante sobre el campeón:

“La primera vez que vi a Capablanca fue la última. Mi madre me llevó a verlo. Mi madre, tengo que decirlo, no tenía idea de lo que era el ajedrez pero sí sabía quién era Capablanca. Una tarde casi a primera noche nos arrastró a mi hermano y a mí a ver a Capablanca. Salimos después de comer y llegamos a nuestro destino, el Capitolio Nacional, cuando casi era de noche.

El enorme edificio blanco estaba iluminado para una fiesta, a la que íbamos. Subimos la alta, ancha escalinata de granito hasta el salón de los Pasos Perdidos (buen nombre, lástima. que fuera prestado) y allí en medio estaba Capablanca en su posición de eminente jugador de ajedrez que ha sufrido un jaque mate. Cuando nos acercamos, con reverencia, pude ver todo lo que se podía ver de Capablanca: sólo su rostro. Estaba terriblemente pálido, gris más bien y en la nariz y en los oídos tenía torpes tapones de algodón. Capablanca se veía inmóvil y sin edad: estaba muerto, era evidente, aunque era un Inmortal.

El catafalco, palabra nueva, quedaba justo encima del diamante en el centro del enorme salón donde se perdían nuestros pasos. En medio del medio, central, estaba el diamante, protegido por un grueso cristal que aseguraba su posesión y al mismo tiempo aumentaba su tamaño y su valor. El diamante aparecía como muchas mujeres, a la vez atractivo e inaccesible. Era, lo han adivinado, una versión cubana del colosal Kohinoor que Raffles, sus manos de seda nunca sobre la piedra trunca, soñó con robar. El diamante, además, no sólo era una piedra preciosa sino un mojón miliar: marcaba el kilómetro cero de la carretera central, por orden del general Gerardo Machado, tirano de turno.

Ahora, joya sobre joya, el ataúd en que descansaba Capablanca, su estuche, se posaba, pesado, con su carga preciosa sobre el duro diamante popular y la acumulación de riquezas era casi insoportable para un niño que trataba de comprender qué significaba tanta veneración. Mi madre, una loca por la cultura, dijo definitiva: Es una gloria de Cuba.

No dijo fue sino, es. Capablanca es”.

*Capa, hijo de Caissa, está recogido dentro del libro “Vidas para leerlas”, publicado por Guillermo Cabrera Infante en 1998.

Su última actuación

La Olimpiada Mundial de Ajedrez celebrada en Buenos Aires en 1939, constituyó la última actuación de José R. Capablanca en un evento internacional; con 51 años de edad, fue a la Argentina defendiendo el primer tablero del equipo nacional cubano, el que integraban además, Alberto López, Miguel Alemán, Rafael Blanco y Francisco Planas.

El excelente resultado de Capablanca en la Olimpiada fue un gran epílogo a su brillante carrera ajedrecística; ganó 7 partidas y entabló 9, sin conocer la derrota, lo que le valió conquistar la medalla de oro por el mejor resultado indivi­dual en el primer tablero.

En Buenos Aires Capablanca logró el mejor resultado por encima de jugadores de la talla de A. Alekhine, P. Keres, V. Mikenas, G. Stahlberg, X. Tartakower y V. Petrov, entre otros. Gran satisfacción sintió el cubano por haber superado el resultado obtenido por Alekhine, su viejo rival; con esa actuación demostraba una vez más que era el lógico pretendiente para discutir de nuevo el campeonato mundial, aunque nunca tuvo la oportunidad de hacerlo.

En la ceremonia de clausura de la Olimpiada Mundial -ganada por el equipo de Alemania-, Capablanca recibió quizás la mayor ovación de su vida, cuando todos los asistentes en el Teatro Politeama -excepto Alekhine que disgustado abandonó el salón- lo aplaudieron incesantemente mientras el distinguido Presidente de la Argentina, Sr. Roberto Ortiz, le entregaba el premio por ser el mejor jugador de ese magno evento.

Nota: En honor al nacimiento de José R. Capablanca el 19 de noviembre de 1888, la Federación Internacional de Ajedrez declaró esa día como Día Internacional del Ajedrez.

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