CRÓNICA
El peligro del alcoholismo
El factor herencia incide de generación en generación. De familias literatas, nacen escritores. Los hijos de los grandes músicos terminan ejecutando instrumentos. Los economistas inyectan su influencia a la descendencia. Y así podemos citar la trasmisión de los genes hereditarios de padres, tíos y abuelos a sus hijos, en la casi la totalidad de las profesiones. Pero como lo cortés no quita lo valiente, los problemas de salud también se trasmiten de generación en generación. Mi ídolo José José no fue ajeno al síndrome hereditario. Su afición por las bebidas alcohólicas le vino por su familia. No sabía el entonces joven vocalista que el cáncer de Páncreas, así como la cirrosis hepática, eran blanco perfecto en la fisionomía del bebedor. Al similar le ocurrió al “Sonero mayor” y símbolo universal de la música cubana, el Benny Moré, a quien su preferencia incontrolada por la bebida lo llevo también a su destrucción física Apunto estos datos porque he recordado a un gran amigo cuya descendencia comenzaba a experimentar ciertos gustos por la cerveza de marca y los buenos rones. En un viaje a Centroamérica, su familia le pidió visitar las reliquias históricas de cada nación en aras de comprender, asimilar y hacer suya esa parte de la identidad que nos distingue como miembros de la gran patria latina. Antes de acudir a una compañía turística encargada de ese tipo de viajes, el amigo le pidió a su familia que lo acompañara una noche a recorrer una de los tantos barrios marginales de la ciudad donde se hallaban. El hombre llevó a los suyos por los lugares donde yacían en el piso, sobre desechos de cartones, indígenas con rostros avejentados, seres humanos en harapos, todos sin bañarse, malolientes con la memoria destrozada, sin ingerir alimentos, y con la marca del alcohol en el semblante. Llegó un momento en que sus hijos pidieron ir a un sitio menos traumático, pero el amigo, con oídos sordos, terminó aquel recorrido nocturno, devenido en lección cultural. “No quiero que ustedes terminen algún día así. Por eso los traje. El daño del alcohol es irreversible, y doloroso” –les dijo. Sus hijos se esforzaron en salir adelante por el mundo estudiantil. Todos disfrutaron y disfrutan su juventud. Y si algo los distinguen es que beben, alcohol, pero saben hasta qué punto deben hacerlo. Mi amigo hoy bendice aquella noche inolvidable en que pudo ofrecer a su familia una lección en vivo que nunca hubieran asimilado con tanta crudeza. La muerte es el final de todo. Como dijo el cantor, es: “La nave del olvido”. Después que llega, no hay chance para enmendar nada. Nos juzgarán por lo que se hizo hasta ayer. Y el tiempo en eso, como dijo otro cantor: “es implacable”. Benny Moré y José José cambiaron vida por alcohol. Para quienes aprendimos a creer en el valor de la música popular, nos duele esa drástica decisión. Pero cada quien elige su destino. Y en eso tiene mucho que ver también el tronco hereditario. Lástima que se nos fueran “cuando los necesitáramos más”. Ese es el precio que tienen que pagar los que creen que el alcohol lo arregla todo.