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Loro (2 de 2) Silvio y los otros

Loro (2 de 2)

Silvio y los otros

Paolo Sorrentino sabe hacer milagros con la cámara. La coloca en el lugar indicado y en el momento preciso. En “Silvio y los otros” logra que la figura de Silvio Berlusconi se multiplique en los ángulos festinados que caracterizaron al personaje. Pero además, no oculta su maestría en captar el diseño de interiores, las tomas panorámicas, y el ambiente festivo de sus orgías. Es una cámara que no se pierde en detalles, que busca constantemente cómo trasmitir al espectador las vacuidades del protagonista, ya bien de frente o de espaldas, disfrazado, escuchando o debatiendo con la madre de sus hijos (treinta años más joven que él), casi al final del filme, cuando esta le pide el divorcio, hastiada ya de soportar los atropellos y las burlas de Berlusconi, cuanto trató de reconquistarla después de sus diatribas. Actuación aparte, el trabajo del maquillaje y vestuario del Ex primer Ministro de Italia fue tan profesional que ayuda a conformar la imagen del empresario exitoso que llegó al poder para ampliar sus arcas y controlar las esferas de influencia a lo largo y ancho del país.

Sorrentino sabe evitar excesos fotográficos. Tal vez sea esta la gran virtud de este filme adornado con una banda sonora impresionante y unos parlamentos que huelen a maestría literaria. El guion es otra virtud que no debe quedar al margen de un comentario que pretenda cierto grado de seriedad. El hecho de entroncar la vida de Berlusconi con la de un joven corrupto con ambiciones políticas que hace todo lo posible de llegar ante él sin escatimar ningún tipo de vulgaridad o delincuencia, será agradecido por un espectador que se sentirá agradecido por conocer a fondo la vida y el pensamiento de uno de los peores políticos que ha gobernado un país en los últimos tiempos.

No obstante la extensión de su metraje, Silvio y los otros sabe no dejar indiferente a quien la disfrute, sobre todo, a las jóvenes ingenuas que atenidas a una belleza transitoria aspiran con rapidez al dinero y a la fama transitorias.

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