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crítica literaria

Vuelta al poema 20 de Pablo Neruda

Eso es todo.

A lo lejos alguien canta.

A lo lejos.

Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Pablo Neruda

El poema 20, de Pablo Neruda, cuenta con un estribillo que enloquece al enunciatario (lector u oyente), captura su atención y no lo suelta más: “Puedo escribir los versos más tristes esta noche”. Lo saca de la realidad, y de algún modo provoca que este sienta placer al leerlo. Un placer ingenuo, hermoso y que mueve al enunciatario a cumplir con su rol de coenunciador. Incluso, lo estimula a crear sus propios versos tristes. Porque la tristeza que se canta en el poema, está impregnada de alegría, propia de la melancolía.

La nostalgia se hace cómplice del poeta y surge el dolor por la ausencia de la amada. Pablo Neruda usa este estribillo, para darle un color melancólico al poema, un color que palidece el texto y que se deja morir con la carga confesional de estos versos. “De otro. Será de otro. Como antes de mis besos. Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.” De forma indirecta, sutil, los celos dicen presente. Estos son camaleones que se disfrazan de dudas. El poeta se deja llevar, se agrede a sí mismo hasta perder parte de su conciencia: “Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero. Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.”

Se puede notar que al final la verdad surge desesperada. Se renuncia al amor imposible, sin embargo, el poeta entiende que está triste y que le es difícil olvidar lo vivido. Nace y muere al mismo tiempo, es el último canto al abandono, al amor puro e infinito, incluso, al amor fresco que mata al poeta. Cito los últimos tres versos: “mi alma no se contenta con haberla perdido. Aunque este sea el último dolor que

ella me causa, Y estos sean los últimos versos que yo le escribo.” El poeta se resigna y renuncia, sellando su deseo en los versos que escribió.

Otro aspecto importante del poema es la polifonía. Hay una canción de un cantante español, donde se ve reflejado este poema. Dicha canción es “Corazón mágico” de Dyango. En esta canción, hay una gran fuerza polifónica con relación al nivel sentimental que tratan los versos del poema. Sentimiento de abandono, de melancolía y de negación se mezclan hasta formar uno solo en ambos textos. Cito el estribillo de la canción: “Corazón… que le has hecho a mi corazón… Corazón… Luna llena canción de amor… la vida siempre ha sido así… tu por tu lado, yo por ti…Corazón mágico”.

Se afirma el dolor. Su relación está en ese abandono del otro, en su desolación. Pareciera que en la tierra padece un hombre, y un ángel en el cielo se baña con sus penas.

En el poema 20 de Pablo Neruda, las palabras bailan bolero, se abrazan, y al darse las manos, de esta práctica, surge el rito. Un rito que llora la perdida de lo imposible, el recuerdo que se construyó con pasión y que se deja ir con un fino y profundo dolor. La voz que proyecta el poeta es de alabanza de lo vivido y de tristeza por lo que ya no ha de ser. Ya nada le importa. La melodía se apodera de esa voz y un canto muy bello permanece firme, derrotado, pero firme y bello.

La voz poética personifica las palabras, las hace humanas. Las sintetiza a todas en una sutil ironía: que a veces se manifiesta en una oscilación entre dudas y afirmaciones.: "Yo la quise, y a veces ella también me quiso". “Ya no la quiero es cierto, pero cuanto la quise.

Por otro lado, “Mi voz buscaba el viento para tocar su oído,” es una prosopopeya cargada de amor, de nostalgia, desesperación, de una sinceridad muy tierna y de un ser cansado de desear lo que ha perdido. El enunciatario se conmueve, comparte la ansiedad y el deseo de la voz poética o enunciadora incluso piensa que es un poema nuevo y fresco. Es como si al leer o escuchar el poema, este renaciera.

Este poema parece viejo, si se juzgara por la fecha de su composición, y muy fresco, si se evalúa por la vigencia de los sentimientos que expresa, y los efectos perlocucionarios que produce. Aunque sea de otro tiempo, al leerlo, par de lágrimas palpitan, salen finas, sin memoria, inocentemente. El que lee este poema apoya consciente e inconsciente los versos que los componen, porque es nuestro reflejo de vivencias. El texto tiene vida y de algún modo obliga al lector u oyente a compartir lo que sentía el escritor.

La prosopopeya es otro recurso interesante presente en el poema. Se destaca la noche, como su espacio y como fuente de inspiración, casi como una diosa. Las estrellas endulzan el texto y las prosopopeyas le dan el toque principal, como el oxígeno que da vida al texto en general. Entre las prosopopeyas que cargan al poema de vida, se pueden destacar: “Mi alma no sé contenta; tiritan, azules los astros; el viento de la noche gira en el cielo y canta; Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella; Mi mirada la busca; Mi corazón la busca; la misma noche que hace blanquear los mismos árboles.”

En conclusión, el poema 20 convoca y provoca las emociones. No importa cuántas veces se lea o se escuche, siempre aparece una arista nueva que emociona y hace al lector u oyente sentirse parte de él. Hay fuerza en ese texto, y si es de resumir esa fuerza lo haría con este verso. “Qué importa que mi amor no pudiera guardarla. La noche está estrellada y ella no está conmigo.” Así es, mientras la noche nos acompañe no hay imposible, porque paradójicamente, esta es la luz del poeta, su musa, la que concita toda la imaginación y provoca su fluidez, junto al dolor plasmado en versos tristes que hacen catarsis.