Ventana

Décima

Corroboro Corroboro

El actor Franklin Domínguez interpretó a Juan Antonio Alix en el filme Lilis, de Jimmy Sierra.

Antonio AlixJánico, 28 de diciembre de 1884

- Dime, querido Vidal,

tú que eres medio letrado,

para ser buen diputado ,

a un Congreso Nacional

¿debe ser hombre leal,

de inteligencia y decoro?

No sea penguinche, Teodoro,

que para a un congreso ir,

solo hay que saber decir,

corroboro, corroboro.

Si es así, amigo Vidal,

yo tengo un loro educado,

que sería buen diputado,

a un Congreso Nacional,

pues él aunque es animal,

no se venderá por oro,

y sabe tanto mi loro,

que si uno habla por allá,

él contesta por acá,

corroboro, corroboro.

-Pues Vidal, a mi entender,

creí que los diputados,

eran patriotas y honrados,

y de bastante saber,

que el pueblo sabía escoger,

hombres serios como un toro,

y nunca elegir un moro

para ser un mal cristiano,

¿no es así, querido hermano?

corroboro, corroboro.

En los gobiernos pasados,

los jefes que gobernaban,

ellos mismos arreglaban

moldes para diputados

y algunos salían dañados,

pues no servían para coro,

pero a otros, Teodoro,

que antes de al Congreso ir,

los enseñaban a decir,

corroboro, corroboro.

Al pie de la décima, su autor nos presenta un relato anecdótico que no podía ser más jocoso y aleccionador: “No recuerdo en qué pueblo de la República" - escribe Alix – “fue que eligieron un diputado al Congreso, y después de elegido le pusieron un maestro para enseñarlo a decir 'corroboro, corroboro'. Tenía el diputado en cuestión una memoria tan feliz que sólo un mes necesitó para aprenderse la lección, la cual durante el viaje de su pueblo a la capital, repetía diciendo: 'para que no se te olvide, corroboro, corroboro, corroboro".

Bien, “Ya en el Congreso,- continúa el poeta- “y tan pronto como dejara la palabra un diputado mejor elegido, se levanta nuestro héroe, diciendo: ‘¿Me dejan meter el pico?’ Pero al concederle el presidente del Congreso la palabra, el diputado, después de toser quince veces, escupir y pasarle el pie a lo que había escupido, se alzó los pantalones y dijo: ‘Señores: como mi vale, el que acaba de hablar, él y yo somos así (juntando los dos índices para que no se te olvide), ¡Socorro! ¡Socorro! ¡Socorro!’

El Congreso se alarmó y hubo tamaña barahunda; pero este (el diputado) al ver que él era la causa de semejante alboroto, gritó: ‘¡alto!, señores, alto!, que me he equivocado... yo no he querido decir socorro, yo he querido decir correburro”. Alix termina su relato advirtiendo que: “Es pues necesario que todos los pueblos de la república tengan presente esta circunstancia para que cuando vuelvan a ofrecerse elecciones para diputados elijan hombres inteligentes y dignos de ocupar tan delicado puesto para abolir para siempre a los correburros”.