Medio ambiente

Los que "pescan" cocodrilos a mano pelá

Avatar del Listín Diario
Luis Beiroluis.beiro@listindiario.com

"Yo acompaño a mi esposo a cazar cocodrilos. No tengo miedo en decirlo. Por el contrario, es para mí un orgullo. Desde que éramos novios voy con él a los conteos nocturnos. Claro que le tenía miedo a esos ‘‘bichos’’ y yo me quedaba lejos de la costa cuando él iba a cogerlos. Después me fui integrando a su lado y ya últimamente hasta sostenía alguno para que él fuera a capturar otro. Al principio lo hacía para no quedarme sola en la casa, y para acompañarlo, porque como quiera es mi compañero y yo trato de integrarme a sus actividades para ayudarlo mejor’’.

Remedio Méndez Medina no ha perdido el encanto de la juventud. No ha cumplido los 30 años, y no cree en las circunstancias. Por el contrario, les salta por encima para no dejarse vencer por las madejas que las mismas engendran para quienes tienen dos dedos de frente. Es madre de tres hijas, fruto de su matrimonio con el Administrador General del Parque Nacional Lago Enriquillo, Hermógenes Méndez. Ella sabe que su esposo es un hombre que también le pertenece a la comunidad donde vive, y sabe compartirlo. Vive orgullosa por esa condición y cuando narra su historia no le tiembla la voz:

‘‘Nos gusta bailar y compartir con los amigos. Hermógenes y yo solíamos divertinos en actividades propias de nuestra edad, pero desde que lo nombraron en su cargo, no hay tiempo para fiestas. Él, cuando no está en los conteos nocturnos, participa en cursos o seminarios o preparando condiciones para el próximo día. Y yo lo sigo. Y las niñas también. Sobre todo Candy, nuestra hija mayor que ya tiene 8 años y agarra los cocodrilos con suma facilidad. No, no temblamos ante ellos. Él nos ha enseñado a no temerles. Los cocodrilos del Lago Enriquillo no atacan a las personas, a no ser que sean molestados. Podemos cruzar junto a ellos y sólo se asustan. Yo nunca pensé que iba a tener un esposo que capturara cocodrilos. Ni en sueños. Hoy me siento muy feliz de mi compañero y su profesión. Ya tendremos tiempo para ir a fiestar. Ahora vamos a la fiesta de los cocodrilos’’.

Ella continúa trascendiendo intimidades colectivas. Ahora cuenta la proyección social de su esposo. Cómo se ha convertido en un líder en La Descubierta, no sólo por haber dignificado el Parque Nacional durante su gestión, sino por su integración comunitaria en todos los estratos sociales, sobre todo en la juventud. Hermógenes Méndez ha sido maestro, entrenador, jugador de béisbol y sófbal, y sobre todo un servidor incondicional de todo el que ha tocado ante su puerta.

El pueblo lo ha identificado como gente de trabajo y desde hace más de 10 años está vinculado a labores de protección del Medio Ambiente. Le ha dado participación a la juventud y todos lo ven como una persona importante. Su candidatura a síndico por La Descubierta en las pasadas elecciones Congresionales y Municipales tuvo apoyo popular. Alegadamente, sus rivales sólo pudieron vencerlo gracias a una alianza política tras bastidores.

‘‘Por suerte, Hermógenes no es un político, sino un hombre dedicado a servir a los demás. El sabe que su misión es cuidar cocodrilos, iguanas y demás especies protegidas del Lago, y crear condiciones para que en poco tiempo se puedan organizar allí criaderos de reptiles a gran escala. Ese es su sueño y estoy segura que va a lograrlo. Además, cuenta con mi apoyo’’.

Remedios termina su relato y le brillan sus ojos. Es una mujer enamorada que sabe que el tiempo no se puede romper. Su hogar respira la felicidad que toda familia necesita para crecer desde su propia naturaleza afectiva. Dentro, sólo hay amor, paz y colaboración. Sus hijas crecen con ese ejemplo y quieren ser como sus padres. Ellas demuestran que la vida no es una ruleta caprichosa, sino una fortuna existencial para vivirla en su presente, sin pedirle nada a cambio.

Con sus propias manos

Hermógenes Méndez tiene 31 años. Es el único dominicano que captura cocodrilos a mano limpia. Para hacerlo, espera la intensidad de la noche, cuando los monstruos bajan de los manantiales de Los Borbollones -zona de gran valor natural dentro del Lago- hacia la orilla en busca de alimento: peces pequeños de agua dulce que no pueden respirar dentro del lago. Él los descubre desde lejos por el inconfundible brillo de sus ojos que parecen incendiar el agua. Poco a poco se les va acercando. Viaja con poco equipaje. Apenas su equipo de colaboradores, un foco, una batería, un rollo de tape y sogas.

Cuando la noche se adentra en su primera intensidad, los va a buscar. Al llegar junto a ellos, comienza a iluminarlos en plena cabeza, hasta cegarlos. El animal no sabe que hacer. Ese es el instante en que sus manos entran al agua y de un certero movimiento los agarra -uno por uno- por el cuello. El cocodrilo comienza a patalear y él lo saca del agua sujetado fuertemente por el mismo lugar por donde fue atrapado: la boca está inutilizada.

Sus ayudantes de inmediato lo apoyan. Uno salta hacia la cola en movimiento y la inutiliza. El otro lo auxilia en la tarea peor, cerrarle la boca. Un tercero abre el tape y lo enrolla alrededor de ésta y de los ojos. Sin poder mirar y con sus fauces herméticamente cerradas, se anulan sus posibilidades de ataque. De esa forma, el animal queda dispuesto para momentáneos marcajes, estudios y rastreos de rigor: al final de la jornada, cada animal es devuelto a su hábitat. Cuando se captura al animal, el hombre nunca

se le debe despegar del cuerpo. Es la garantía para controlar su fuerza y sobreponerse a ella. El mayor que ha capturado Hermógenes a mano limpia medía cinco pies.

Pero esta forma de captura sólo es posible en especies pequeñas, hasta los cuatro años de nacidos. Es el tipo de población que, en definitva, requiere mayor seguimiento profesional, y cuidado.

Trampas

Los cocodrilos “grandes” se “pescan” de otra forma mucho menos vulnerable, a través de trampas preparadas en las orillas del Lago, a la entrada de los manantiales: se amarra un muslo de pollo alrededor de una pequeña empalizada de maderos que esconde un redondel de metal que pende de un pedazo de nylon. Ese metal esta sujeto a unas sogas prácticamente invisibles por la manera tan especial con que se colocan encima de los arrecifes. Cuando va en busca de la presa, el cocodrilo es ‘‘amarrado’’ por el metal y no puede alejarse porque la soga se lo impide.

Todos los días, los guardaparques atrapan en el agua a los capturados: inutilizan sus bocas y colas. Después de los estudios pertinentes, son devueltos a su medio.

Conteo nocturno

El conteo nocturno es un arma científica que no se puede obviar. Se necesita coraje y corazón para hacerlo porque no todas las noches los ánimos humanos se corresponden con la voluntad de soportar las estampidas de los cocodrilos en defensa propia. Pero ésta es una profesión que Hermógenes y sus colaboradores han comenzado a amar con todas sus fuerzas, porque quieren hacer las cosas de una forma distinta.

‘‘No hay una cifra exacta de captura. Todo depende de la noche, y de los animales. Hay jornadas donde sólo es posible capturar dos o tres cocodrilos. En tiempos de mayor auge, la captura puede ascender a 12 ó 15. Pero también en muchos días no aparecen. Lo que sí es cierto es que en estos años hemos capturado y atendido más de una vez a la mayoría de los cocodrilos del lago, sobre todo a los pequeños’’.

Leonardo Reyes Medina termina de hablar, y su mirada tiene la misma intensidad de los ojos del joven cocodrilo que acaba de atrapar Hermógenes. Tiene 32 años y estudia licenciatura en Biología en la filial de la UASD en Barahona. Antes de ser guardaparques, se distinguía como un defensor del medio ambiente, descubridor y denunciante de los asesinos de cocodrilos. Hermógenes lo reclutó por su valor y deseos de superación.

‘‘Los conteos nocturnos se realizan cada quince días, pero a veces, al terminar de chequear al último cocodrilo, tenemos que empezar de nuevo. El período es muy relativo porque todo depende de la prontitud de la operación y las posibilidades de captura. Lo que sí es cierto es que todos estos cocodrilos son atendidos por nosotros desde que nacen hasta que se vuelven adultos y pueden entonces ser devueltos al lago. Con los conteos nocturnos podemos averiguar su estado de salud, y qué problemas pueden presentar. Es la única manera de poderlos controlar, como si estuvieran en una pecera”.

Salvar a los ‘dinosaurios’

Desde 1993, Hermógenes trabaja con los cocodrilos. Antes era aficionado a las artes plásticas. Pintaba paisajes y animales con cierta pericia aprendida por su temprano talento. Sin embargo, la vida lo alejaría del pincel sin que se diera cuenta. Desde finales de 1992 se vinculó a un proyecto de conservación del medio ambiente promovido por una ONG hasta que, meses después, es captado por colaboradores de la sub-secretaría de Medio Ambiente gracias a un llamado comunitario. Dos especialistas, Andreas Schubert y Gloria Santana, lo descubrieron. Ellos fueron sus maestros y le fueron enseñando, poco a poco todos los detalles del moniroteo de los cocodrilos. Andreas y Gloria fueron los pioneros de un proyecto ejemplar y también capturaban cocodrilos pequeños con sus manos. Ellos lo hicieron en momentos controversiales, cuando muy pocos querían saber de cocodrilos. Como los triunfadores, Hermógenes comenzó por ‘‘abajo’’, pero muy bien guiado. Su mayor reto era una vocación que no lo dejaba vivir, multiplicar el trabajo de Andreas y Gloria: transformar el estado de abandono de aquel tesoro natural, el mayor del Caribe.

No se detendría hasta que las luces del sol le inclinaran la debida reverencia todos los amaneceres. Sería, además, un centro de proyección internacional. Entonces era muy joven, pero sabía que aquellas ilusiones no dejarían de multiplicarse a pesar de que la realidad impedía soñar.

Eran tiempos no convencionales. Los cocodrilos pertenecían a una especie casi extinguida. Sólo unas pocas docenas sobrevivían gracias al mesianismo de unos voluntarios que impedían la caza indiscriminada. Fueron años de gran voluntad, donde se terminó de formar como un profesional de altura. Por esa época conoció a un gran amigo de la República Dominicana y de los cocodrilos, el alemán Andreas Schubert, con quien trabajó en ciertos proyectos experimentales para determinar las condiciones físicas y las reacciones ambientales de las pocas bestias que quedaban en el lago. También comenzaron a implantar las primeras medidas para garantizar la multiplicación estable de aquellos ‘‘dragones’’.

En el año 2000 es nombrado Administrador General del Parque Nacional, y poco a poco su sueño adquiere ribetes mágicos. Con sus propias manos no sólo capturaba cocodrilos: construyó los muelles de La Azufrada y de la Isla Cabritos y convirtió todo el sitio en un placentero panorama que hoy es disfrutado por los turistas en su real magnitud.

Todavía falta mucho por hacer, pero ya se ven algunas concreciones importantes. Los visitantes saben que no se irán de allí con los ojos nublados. El Lago Enriquillo ya no es una nube de mosquitos, sino un Parque Nacional que apunta a engrandecerse.

Los animales

Hermógenes habla mientras trabaja. Abre los ojos en la inmensidad de la noche. Y cuando captura a un animal, lo hace mejor.

‘‘Este es un lago salobre que tiene muy malas condiciones para la cría de cocodrilos. Por eso nos dimos a la tarea de trasladar a los recién nacidos desde la isla Cabritos hasta los manantiales de los Borbollones. Allí, no sólo tienen el agua salobre que necesitan para crecer durante los primeros años de su vida, sino un alimento de gran valor que sólo se reproduce allí. Todos los años, en el período de nacimiento de las crías, entre finales de mayo y junio, trasladamos las crías porque si quedan en sus nidos mueren a los pocos días debido al agua salobre. Al principio muchas morían, pero hoy en día tenemos un promedio bastante esperanzador de reproducción. Si antes, de cada cien cocodrilos nacidos se salvaban dos ó tres, hoy podemos afirmar que preservamos casi el cincuenta por ciento’’.

‘‘Desde finales de 1999 comenzamos a organizar la preservación de los cocodrilos recién nacidos y hoy, la población ha aumentado considerablemente. Si en 1992 apenas quedaban muy pocas docenas en cautiverio, hoy viven más de cuatrocientos. De esa cifra, unos trescientos están en edad juvenil. Y cada año, el promedio tiende a aumentar. Los cocodrilos habitan todo lo que es la costa norte del Lago Enriquillo, llámese Boca de Cachón o Villa Jaragua, la zona precisamente por donde están los manantiales que desembocan en los riachuelos, donde se encuentran las condiciones más favorables para que vivan. Definitivamente, la zona de Los Borbollones es un criadero natural de cocodrilos de grandes posibilidades reproductivas, si tuviera todas las condiciones técnicas requeridas. Allí se pudiera ‘‘producir’’ una cantidad ilimitada de animales cada año, incluso para la exportación. La industria del cocodrilo es muy apreciada en el mundo, tanto su carne como su piel. Desarrollarla significa un trabajo muy especial que requiere de una gran inversión. Por eso, la Secretaría de Medio Ambiente, en coordinación con algunas ONG, trabajan para lograr, en poco tiempo, tener nuestros propios criaderos aquí’’.

El cuartel general

Eligio Cuevas es otro de los guardaparques que le ha perdido el miedo a las bestias. Tiene 37 años y es graduado de bachiller. Fue elegido para ese trabajo por la manera de caminar sobre las piedras, sin mostrar temor ante la indiferencia del oscurecer. Se puede indentificar hasta por su forma de hablar: hombre de pocas palabras pero de mucha acción. Él se ha convertido en un experto en trampas.

‘‘Nosotros, los guardaparques, ya no le tememos a los cocodrilos. Hermógenes nos ha enseñado que no hacen nada si no se molestan. Pero todavía no nos atrevemos a atraparlos con las manos. Eso llegará a su debido tiempo, como todo en la vida. Ya nos lanzamos al agua y les atrapamos la cola y los amarramos. Pero agarrarlos por el cuello, es sólo una facultad que tiene Hermógenes. Algún día vamos a hacerlo también’’.

Al contar cómo preparan las trampas, sus ojos dejan de brillar y se trastocan en mensajes para la posteridad:

‘‘Los cocodrilos adultos son muy difíciles de capturar. Aquí hay animales muy grandes que no entran en las trampas y que jamás les hemos puesto una mano encima. Lo más difícil es capturar a un cocodrilo adulto, aunque no ataque al hombre. En los 10 años que lleva Hermógenes en el lago haciendo trampas, sólo ha podido capturar veinticinco o treinta de ellos. Es realmente una odisea porque cuando caen por primera vez en la trampa es muy difícil que vuelvan a ser atrapados por segunda ocasión, debido a que se vuelven ariscos y desconfían. De todas formas, estos animales son tranquilos, no pelean entre sí y se pasan todo el tiempo nadando entre la isla y la costa, comiendo tilapias y reproduciéndose todos los años. Ellos pasan junto a nuestras embarcaciones y no nos atacan. Incluso, cuando están en el agua al lado de nosotros, se asustan y se van. Es una especie mansa que no ofrece peligro a los seres humanos. Pero de todas formas, el cocodrilo es el cocodrilo y tiene muy ‘‘mala fama’’ debido a que se divulgan los horrores de sus especies agresivas. Pero el criollo es bueno, manso y tranquilo. A Hermógenes jamás lo ha mordido un animal. A ninguno de nosotros tampoco. Sus dientes son benditos’’.

Las protectoras

Gloria Santana ha sido la mujer más destacada y con una labor más sostenida en la protección y estudio de cocodrilos en la República Dominicana. Licenciada en Biología en la UASD, hizo su tesis de grado sobre la protección de reptiles. De 1990 a 1998 trabajó en el Lago Enriquillo en la protección de cocodrilos. Pertenecía entonces a la Dirección de Vida Silvestre y Biodiversidad de la Sub-secretaría de Medio Ambiente. Sus finas y hermosas manos también capturaron por más de 8 años a las bestias pequeñas, en los conteos nocturnos. Ha publicado tres libros y piensa continuar su especialización. Antes que ella, entre 1978 y 1982, Yvonne Arias fue otra valerosa mujer vinculada directamente con las bestias. En la reproducción de las especies de cocodrilos del Zoológico Nacional trabajan Angélica Espinal y Matilde Mota

Tags relacionados