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Cine

Oscar una vez más

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Ángel Alonso DolzAsturias, España

Estamos en “temporada” de premios Oscar, a pocos días de la entrega de los reconocimientos de la Academia de Hollywood a filmes, realizadores, artistas, músicos y otras categorías de creadores que hacen posible llevar a la pantalla las obras del Séptimo Arte.

El acontecimiento es algo común para las actuales generaciones; desde nuestro debut en el escenario de la vida los famosos Oscar están presentes de cualquier forma, unas veces para reafirmar el valor de una película según criterios de algunos, otras para arremeter contra las decisiones justas o injustas de los que ostentan el derecho a decidir en los jurados.

No faltan en los predios culturales las convocatorias a premios de todo tipo, pero si bien en un contexto científico o técnico quienes deciden a quién otorgarlos pueden sustentar sus decisiones en factores claros, llanos, concisos y demostrables, en el caso de cualquier manifestación del arte y la cultura el reconocimiento se desliza por la cuerda floja de la subjetividad; una película, una pieza musical, un libro, un cuadro… se someten a una evaluación a priori que depende del factor “gusto” por encima -casi siempre- de la objetividad.

Los Premios Oscar adolecen del síndrome del favoritismo, en contrapunto con el acierto en las decisiones; el Cine es arte, no una ciencia exacta.

Hoy la ceremonia de entrega de los premios es todo un gran acontecimiento a bombo y platillo, pero en sus inicios no fue así; desde la primera edición en 1929 y hasta 1941, la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas revelaba a los ganadores durante un banquete en un restaurante; la primera ocasión tuvo lugar en el Blossom Room, del Hotel Roosevelt, en Hollywood; luego se hacía en diferentes hoteles también en la ciudad de Los Ángeles, hasta que en 1942 comenzó a celebrarse en un teatro, costumbre que ha continuado hasta hoy.

La premiación de los Oscar viene precedida de un período de selección y toma de decisiones, que comienza alrededor del mes de noviembre del año anterior, a partir de la presentación de obras por parte de productores y distribuidores para someterlas a un proceso de visionado en el que intervienen los miembros de la Academia designados para ello; la fase primaria es decantar qué obras serán aspirantes a reconocimiento y cuáles quedarán fuera de concurso, luego en el mes de enero comienzan a procesarse los votos que definen las nominaciones, con un requisito esencial donde se especifica que para cada uno de los distintos premios, ejercerán el derecho a elegir los jurados que pertenecen a la rama correspondiente; es decir, los realizadores proponen en la categoría de Mejor Director, los actores y actrices en los premios de actuación y así sucesivamente.

Pocas semanas antes de la ceremonia anual, los más de 6 mil miembros de la Academia reciben las papeletas donde aparecen seleccionados cinco nominados por cada categoría y tras su análisis, envían los resultados pocos días antes de la entrega de premios, un proceso que está sometido al mayor secretismo, bajo amenaza de expulsión de la organización a quien viole las reglas.

A partir del año 2002 la ceremonia de entrega de los Premios Oscar tiene lugar en el Kodak Theatre, lujoso local de arquitectura ecléctica, inspirada en el estilo renacentista de Miguel Angel y aires de modernidad, con capacidad para 3 mil 400 asistentes que son ubicados en platea, palcos y balcones.

Este fastuoso evento donde coincide el más delicado gusto con la más completa irreverencia en vestuario y maquillaje, cuenta con la participación entre telones de casi medio centenar de instituciones privadas de interés público, que dedican las ganancias del evento a obras de beneficencia, un aspecto que según los datos, desde 1994 han dispuesto para ello de unos 15 millones de dólares.

Un elemento ineludible en estos reconocimientos es la estatuilla dorada que se entrega a los elegidos; lo que en sus primeros tiempos se denominó “Premios de la Academia de Hollywood” se transformó desde 1939 en Premios Oscar, en correspondencia con el nombre de una figura que se ha mantenido a través de los años, desde su creación en 1928, con apenas algún que otro cambio en tamaño y material.

El trofeo mide alrededor de 34 centímetros y pesa cerca de 4 kilogramos, es un caballero desnudo, erguido, que sostiene una espada apoyada sobre un rollo de película; fue diseñada por Cedric Gibbons, a la sazón director de arte de la Metro Goldwyn Meyer y esculpido el original por George Stanley. Según se ha comentado en diversos medios, fue el realizador y actor mexicano Emilio Fernández (“El Indio”) quien posó desnudo para la escultura, a partir de una propuesta formulada a Gibbons por la actriz Dolores del Río.

En la selección de actores y actrices siempre existen controversias en el público, cada cual tiene sus preferencias personales y por supuesto, quienes toman las decisiones también las tienen; en cuanto a las películas, aunque casi siempre existan discrepancias, no es de dudar que si un filme es reconocido con un Oscar es porque posee méritos, no pasa inadvertido; se puede disentir por la selección de una película en detrimento de otra en la cual se aprecien más méritos, pero es incuestionable que un filme galardonado por la Academia siempre poseerá valor como obra de arte.

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