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Ensayo/Juventud

Rasgos de la cultura juvenil en la República Dominicana

Eduard Rafael Figueroa Sánchez

Santo Domingo

En la República Dominicana, la Oficina Nacional de Estadística (ONE) realiza cada 10 años un censo para identificar el crecimiento de la población dominicana. Las informaciones arrojadas por el censo realizado en el 2010 afirman que en la República Dominicana el 49.4% de la población del país está por debajo de los 25 años de edad. Con estos datos se puede ver que existe una gran población juvenil, la cual demanda atención, ya sea por la etapa en que se encuentra o porque como nación hay que crear estructuras con las cuales el joven se identifique, que le ayuden a superarse como persona en la sociedad.

El joven está en una constante búsqueda. Casi un 90% de los jóvenes se ha hecho las siguientes preguntas:

¿Quién soy yo? ¿Cuál o cómo será mi futuro? ¿Cuál es mi sexualidad? ¿Por qué soy de esta familia? ¿Por qué mis padres me controlan tanto? ¿Por qué hay tanta desigualdad social? ¿Soy libre? ¿Qué papel juega Dios en mi vida? ¿Por qué no hay oportunidades de trabajo para los jóvenes? ¿Por qué tengo que someterme al sistema? ¿Qué estudiaré en la universidad?

Estas preguntas no son descabelladas, pues sus respuestas forman parte esencial de su vida para saber conectarse con la realidad, ofreciéndoles herramientas para adherirse a la sociedad de manera libre, consciente y responsable.

El joven de hoy y las relaciones familiares

Uno de los círculos humanos más importantes en la sociedad es la familia, tanto que las sociedades pasadas valoraban mucho la protección y cuidado de la misma. Hoy día, nuestra sociedad ha tomado otro rumbo. No se puede decir que el concepto de familia es el mismo de años atrás, ya que la familia tradicional —papá, madre e hijos—, aunque todavía permanece, es solo un ideal distante de la realidad que actualmente viven muchos hogares.

La idea tradicional de familia ha cambiado. Es muy común encontrar que en una casa habitan la madre con los hijos, o el padre con los hijos, o abuelos y nietos, o abuelos con hijos y nietos, o tíos y sobrinos, o hermanos solos, entre otros.

Dialogando con jóvenes de diferentes estratos sociales que han vivido con o sin sus padres, pudimos constatar que los que no crecieron en una familia tradicional se sienten solos; muchos tomaron las calles a temprana edad, porque no tuvieron a alguien que velara por sus necesidades, y no se formaron correctamente. Tienen miedo de tomar decisiones, se sienten desprotegidos y no tienen como prioridad en sus vidas vivir en una familia tradicional, padre, madre e hijos; no sienten respeto o cariño por sus verdaderos padres

Pero no solo los jóvenes de familias disfuncionales tienen este tipo de problemas. Muchos, a pesar de haber crecido con sus padres, sienten que no tienen libertad, que son tratados como niños, que no los dejan tomar decisiones y arriesgarse a emprender el camino que ellos quieren.

Algunos alegan que no dialogan con sus padres, porque estos hacen el “papel de periodistas”, solo buscando informaciones, pues quieren saber todo sobre sus hijos: ¿dónde vas?, ¿con quiénes vas?, ¿qué vas hacer ahí?, ¿a qué hora regresas?, ¿quién te trae?, ¿qué ropa te vas a poner?, ¿cuáles son tus amigos?, ¿tienes novia o novio?, ¿qué vas a estudiar? Sin cuestionar la validez de estas preguntas de parte de unos padres preocupados, que realmente quieren a sus hijos, constatamos cómo los jóvenes se pronuncian sobre esto.

Realmente, en la lógica cultural de muchas familias dominicanas no se espera que las relaciones entre padres e hijos sean relaciones de diálogo, sino de corrección, sanción y ejercicio autoritario permanente. Los temas de interés del joven y que quiere dialogarlos con alguien, muchas veces no puede hacerlo con sus padres, pues, por hacer el papel del entrevistador, estos no dejan que el joven exprese lo que siente y lo que desea saber.

Es importante que los padres saquen tiempo para responder las preguntas que sus hijos tienen sobre sus vidas, pues al hacerlo, se abre un espacio de confianza mutua. Es decir, los padres no tienen que hacer entrevistas a sus hijos, sino dialogar recíprocamente, acogiéndolos, y reconociendo que los jóvenes tienen una palabra y capacidad para pensar, reflexionar y decir.

Otro de los problemas es que en algunas ocasiones —por no decir en la mayoría o quizás en todas— los padres no entienden y no saben lo que quieren sus hijos, y sin los padres pensar sobre el tema, lo que viene es la palabra NO: tú no vas, tú no sabes, tu no me escuchas, no vas a salir con eso, no te hagas ese peinado, no te peles así, no te ponga tatuajes, a ti te parí yo, tú haces lo que yo te diga… y otro gran etcétera, cortando así la comunicación y generando sentimientos de impotencia e incluso rebeldía.

No cabe duda que entre los padres y los hijos en la etapa juvenil existe la brecha generacional. Esto hace que los padres tengan una formación familiar y social distinta a las de sus hijos. Ya con esto podemos decir que hay un abismo entre ellos, sin contar con la distancia que por sí misma impone la autoridad que el padre ejerce ante el hijo. A esto se suma que los jóvenes de hoy tienen un gran manejo de informaciones que sus padres no poseen. Muchos jóvenes se creen más capaces que sus padres para vivir y enfrentar las demandas sociales, formativas y tecnológicas del mundo de hoy, creando esto un conflicto de incompatibilidad de saberes y conocimiento entre ellos.

Como se puede ver, los problemas de los jóvenes en relación a las familias, no solo están en las familias disfuncionales, sino que existen conflictos internos con los jóvenes también en las familias tradicionales, cuando predomina una relación de poder basada en la incomprensión y la autoridad de los padres sobre el joven, cohibiéndoles de arriesgarse a emprender un vuelo en el que el joven pueda caerse y volver a comenzar.

Pero a pesar de eso, los jóvenes valoran su relación con sus padres como buenas, aun cuando estas relaciones están bañadas de violencia, desconfianza y de poco diálogo sobre temas trascendentales como son: la sexualidad, las drogas, la violencia y el amor, entre otros.

El joven y la educación

Las sociedades y las culturas les han enseñado a los jóvenes que tienen que superarse y esto solo lo pueden hacer desde la base de la educación. La gran mayoría de los jóvenes dominicanos tiene en mente terminar el bachillerato, llegar a la universidad y completar una carrera que les proporcione las bases para responder a necesidades económicas. Esto se acepta como bueno y válido.

Sin embargo, en una charla sobre la realidad del joven de hoy, la antropóloga social y profesora especializada en Educación Musical, Tahira Vargas García, afirmaba que —de la población juvenil dominicana entre la edad de 14 a 18 años— solo el 36.8 % del sexo masculino y el 50.7% del sexo femenino asiste a la escuela. Pero ¿qué significa esto, además de que hay más mujeres educándose que varones? Que la mayoría de jóvenes de sexo masculino y la mitad de jóvenes de sexo femenino en esa franja de edad se encuentran fuera de las escuelas.

En esto pueden incidir varios factores, entre ellos la falta de interés de los padres o tutores por enviarlos a la escuela. No está de más mencionar que, muchas familias de escasos recursos prefieren que sus hijos trabajen a que estudien para que ayuden a la manutención de la casa. También otro factor es que la cantidad de escuelas que existe en algunos barrios, a pesar del aumento de aulas en los últimos años, no da abasto a la demanda y, por eso, muchos jóvenes se quedan sin cupo. Cabe mencionar los embarazos a temprana edad o en adolescentes, y otras causas atribuibles a los jóvenes, como son un corte de pelo prohibido en la escuela, mala conducta, falta de interés por estudiar y a lo mejor el sentir que con los estudios no se llega a nada…

En el ámbito universitario, la realidad no es tan diferente y se cumple el dicho: “son muchos los que inician el camino y pocos los que llegan a su final”. Las universidades están llenas de jóvenes, y cada vez entran más y más. Pero no todos terminan y la causa principal es que no todos los jóvenes tienen la capacidad económica para estudiar. Muchos vienen de familias de muy bajos recursos económicos o no tienen ayuda para su manutención. Comienzan los estudios y por falta de recursos se retiran para buscar un trabajo que les responda económicamente.

Lo que si hay que valorar es que los jóvenes de hoy sienten un gran interés por estudiar, por conocer y progresar. Ven el estudio como una condición para una mejor vida en el futuro.

El joven y el sexo

Uno de los temas de gran interés para el joven es la sexualidad. Este tema siempre ha estado muy presente en todas las sociedades y culturas sin importar las clases sociales. Al joven de hoy le toca vivir una etapa de la historia donde las relaciones sexuales y el acto sexual pueden ser vistos solo por placer, en los que se busca la felicidad individual. Una relación que no contempla el compromiso y la responsabilidad de la pareja.

Según sus investigaciones, Tahira Vargas afirma que las niñas inician su vida sexual a la edad de 13 a 14 años, sin una formación previa sobre el tema. Un sinnúmero de elementos puede influir en esto.

Los jóvenes de hoy tienen más oportunidad de iniciarse en el acto sexual, ya que este “se respira” en el ambiente social. Al encender la televisión o mirar las vallas publicitarias en las calles y los anuncios en los medios de comunicación, nos llegan mensajes subliminales incitando al joven al acto sexual. También la música del reguetón, perreo, dembow, que los jóvenes escuchan, están dirigidas al placer sexual momentáneo con quien sea. Las músicas juveniles de hoy despiertan el interés por el sexo tanto en sus letras como en sus imágenes, ya que los videos de estos géneros musicales muestran a las mujeres o a jóvenes de ambos sexos en ropa interior, con posiciones eróticas, bebidas, piscina, carros y casas de lujos, donde todo parece ser felicidad.

La pregunta que tenemos que hacernos es: ¿por qué los jóvenes están iniciando su vida sexual cada vez más temprano? Los jóvenes de hoy no tienen una formación sexual que les ayude a poder tomar decisiones coherentes y conscientes de lo que sienten y quieren. Al mirar la sociedad dominicana, nos damos cuenta de que el tema de la sexualidad sigue siendo un tabú hoy día. Las instituciones o autoridades que tienen que abordar el tema no lo hacen como deben hacerlo. Para las escuelas, las Iglesias y las familias el sexo es un tema que solo se dialoga entre adultos.

En las familias no existe la confianza de hablar de sexualidad, principalmente, porque antes eso no era algo que se debatiera abiertamente. De ahí que los padres tienen que formarse y orientarse en estos temas para poder dar respuestas a sus hijos. La Iglesia debe tomar conciencia de esto y asumir un rol más activo en ese sentido dentro de las parroquias. Hay que pensar en serio la educación sexual desde los valores humanos y cristianos. Por esta falta de orientación, el joven de hoy busca y recibe las informaciones por medio de las redes sociales, asistiendo a páginas pornográficas que existen en internet y que están a la disposición de todos sin importar edad, deformando así el concepto de una sexualidad sana.

La sexualidad es un don de Dios que se debe vivir con responsabilidad y desde un compromiso personal. Esto exige una formación y madurez. El tener sexo solo por placer, como nos lo presentan los medios de comunicación a cada instante, no implica la vida, por eso muchos no se sienten responsables de la historia o del futuro de la otra persona

El joven y la música

Otro elemento de mucha importancia para el joven, y que a la gran mayoría le gusta, es la música. En todos los círculos juveniles se puede escuchar música de merengue, bachata, salsa y dembow, que es la que más les interesa. También se percibe un sinnúmero de jóvenes caminado en las calles con auriculares, escuchando música. Es decir, que el tema de la música es un tema de interés para ellos.

Aparte de lo expuesto sobre la influencia de la música en el aspecto sexual, cabe plantearnos, ¿la música que escucha el joven de hoy, le ayuda a tener una psicología y una personalidad sana y a formarse en valores? Para tener una respuesta precisa, habría que hacer un estudio a los jóvenes sobre este tema. Pero se puede afirmar que la letra del género musical que el joven escucha es un llamado a la violencia, a la vida fácil, a la individualidad, a tener todos los lujos y todas las mujeres posibles. Es una denuncia a “déjenme ser como yo quiera”, “no me importa nadie más”, “quiero vivir de las cosas materiales y del placer”.

En los años 80, la música que era escuchada por los jóvenes, especialmente en los Estados Unidos, era el rap. Un género que denunciaba los males de la sociedad y la pura realidad que vivían los jóvenes en los barrios. Este género llegó a muchos países de América Latina, enraizando con el mismo objetivo y llevando a jóvenes a contar su realidad por medio de este ritmo.

Esto ha cambiado. La música juvenil de hoy no es un grito social que despierta el interés por enfrentar la realidad de maldad, de violencia, de desigualdad social que hoy padecen muchos jóvenes, sino que son letras y ritmo vacíos, que no les hacen pensar, solo disfrutar sin sentido y sin conciencia y, al ser tan pegajosas, estas canciones son aceptadas y promovidas en las familias, incluso entre los niños. Esta es una problemática muy seria, difícil de abordar, a la que hay que prestarle atención a muchos niveles.

Conclusión

Antropológicamente, el joven de hoy es el mismo de ayer y tal vez el de mañana, lo que cambia es el ambiente, la realidad en que vive. El joven sigue cuestionándose sobre todo lo que le acontece a su alrededor y siempre buscará herramientas que le ayuden a formular respuestas para seguir caminando. Por eso, la familia es el primer lugar donde el joven tiene que tener todo lo necesario para formarse de una manera coherente y racional, para aprender a adaptarse a vivir en la realidad que le tocó vivir. El problema viene cuando el joven no ve en las personas que le aman un lugar posible para buscar esas respuestas.

De su lado, la Iglesia, las escuelas y la sociedad en general tienen que ganarse la confianza de los jóvenes, en vez de alejarlos. Pues, muchas veces, los jóvenes no se sienten parte de estas instituciones, porque estas no aceptan su pensamiento, su chispa, su espontaneidad y su alegría.

Hay que recordar que los jóvenes de hoy son los adultos del futuro, que tomarán las riendas de la sociedad, y por eso tienen que ser escuchados y formados, no solo desde el pensamiento de los adultos, sino desde lo que ellos quieren, buscan y sienten para para poder guiarlos. Escuchar a los jóvenes sin juzgarlos y darles participación es un gran comienzo para lograr una buena relación con ellos.

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