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Lenny vive en Gijón

Angel Alonso Dolz

Gijón, Asturias.

Especial para Listín Diario.

Este año se cumple un siglo del nacimiento de uno de los más egregios compositores de bandas sonoras del Séptimo Arte, Leonard (Lenny) Bernstein; y ha sido un concierto dedicado a la música del cine -y en especial a ese maestro- la mejor motivación para traer un comentario sobre “West Side Story”.

Es de rigor reconocer que un conjunto de piezas musicales compuestas para orquesta sinfónica, viene a ser una osadía cuando es una agrupación de instrumentos de viento y percusión quien se atreve a ejecutarlas; la ausencia de piano, violines, violas, chelos… es un enorme reto; sin embargo, la Banda de Música de Gijón conducida por el asturiano Iván Arboleya no solo es capaz de satisfacer al más exigente melómano, sino de hacer que se pase por alto a los instrumentos ausentes.

El maestro Arboleya lleva el cine en sus venas; el repertorio de la banda que dirige puede interpretar cualquier obra, no importa el autor, pero al diseñar un concertazo para conmemorar el aniversario de Bernstein, convenció a sus intérpretes para alcanzar el cielo.

Una de las más brillantes interpretaciones de la agrupación gijonesa es sin dudas “West Side Story”.

En esa lista de películas selectas que todo buen cinéfilo tendría que atesorar en su memoria, hay una que por el conjunto de virtudes que concentra ha sido considerada un hito del Séptimo Arte; por supuesto, ese filme es “West Side Story”, dirigida en 1961 por Robert Wise a dos manos con Jerome Robbins y quizás haya que rebuscar en el cajón de los recuerdos para traer al presente tan brillante obra cinematográfica, a pesar de que la pieza teatral todavía sube a los escenarios en algún que otro país por estos tiempos.

En cuanto a actuaciones, el elenco integrado por Natalie Wood, Richard Beymer, George Chakiris y Russ Tamblin demostró que un buen casting es factor vital para que un filme alcance relevancia, sobre todo si el argumento se sustenta en el género musical aplicado a un drama categorizable como clásico.

A esta cinta la precede una obra teatral que subió a los escenarios con igual nombre, para representar en las tablas una versión de las piezas más célebres de William Shakespeare: “Romeo y Julieta”.

Y si algún elemento del filme hay que tener muy presente es su banda sonora original, un conjunto de partituras concebidas por el estadounidense Leonard Bernstein, que ha trascendido y aún resuena en los oídos de los amantes de la buena música; ello sin dejar a un lado la letra de las canciones, escritas por el compositor Stephen Sondheim para la obra, que tuvo algunas presentaciones previas en Washington y Filadelfia en 1957 antes de subir a New York ese mismo año con la dirección musical a cargo de Max Goberman.

“West Side Story” ganó 10 premios de 11 nominaciones al Oscar en 1962, toda una victoria si se considera que nunca antes una cinta musical había alcanzado tamaño éxito, incluyendo que entre los reconocimientos de la Academia recibió el de Mejor Película y desde entonces se haya definido por la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, en 1997, como una obra significativa por su carácter cultural, histórico y estético, determinándose su conservación en el National Film Registry.

La película se inspira en la tragedia de los amantes de Verona, Romeo y Julieta, pero transcurre en un barrio de Nueva York en los años cincuenta; dos pandillas juveniles rivales, una de origen puertorriqueño (los Sharks) y otra de descendientes de europeos (los Jets), se enfrentan al conocer que María, hermana del líder de los primeros, anda en amores con un chico que había sido miembro de los Jets; en un momento determinado, se desata una violenta riña y la tragedia se cierne sobre los jóvenes cuando en medio de la pelea el novio de María cae muerto por un disparo.

Lo original del filme es que las escenas plagadas de odios y rencores en las que sobrevuela el amor, suceden en un entorno que transpira violencia al ritmo de fabulosas piezas musicales y coreografías danzarias magistrales, concebidas para reafirmar la problemática de la conviencia social en el contexto urbano de la ciudad.

La pieza teatral ha recorrido hasta el presente diferentes países de América, Europa, Asia y África, traducida a una gran diversidad de lenguas, mas es indudable que la película de Wise y Robbins ha alcanzado esa incuestionable trascendencia que aporta el buen cine, ese arte que sabemos llega al alcance de todos los bolsillos. Al margen de sus representaciones y puesta en pantalla, “West Side Story” tiene el valor agregado que le aporta su música y la mayoría de sus temas podemos considerarlos “clásicos” no solo en el aspecto de lo popular, tomando como referencia las partituras de “El baile en el gimnasio”, “María”, “Tonight”, “América” y esa composición tan especial que es “Somewhere”, sino también por sus cualidades sinfónicas.

El maestro Leonard (Lenny) Bernstein (1918-1990) se mantiene vivo en la música de “West Side Story” donde por cierto fue capaz de reflejar la atmósfera de una gran urbe; graduado en Harvard y en el Instituto de Música Curtis, fue una figura relevante como pianista, director de orquesta y musicólogo, pero más aún en su faceta de autor de bandas sonoras; tuvo a su favor haber sido el primer director de orquesta estadounidense en alcanzar celebridad internacional al frente de la Orquesta Filarmónica de New York; en su faceta como compositor dejó su impronta en otros filmes como “Un día en Nueva York”, de 1944.

Bernstein fue considerado como un hombre de ideas y sin prejuicios; en 1956 concibió la opereta “Candide” (1956), inspirada en “Cándido o el optimismo” de Voltaire; en confluencia con el autor francés del Siglo XVIII, el compositor contemporáneo renegó del pretendido “optimismo a prueba de balas” y el gastado concepto de que “este mundo en el que vivimos es el mejor de todos los posibles”, mitos filosóficos que -sin dudas- no dejan de ser delirantes.

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