René Rodríguez Soriano: “No creo que la literatura sirva de remedio…”
Después de largas horas de ausencia, René Rodríguez Soriano aprovechó su viaje al país, del que nunca se aleja, para visitar su lar nativo, Constanza, y compartir con amigos y compueblanos… los de siempre y los recientes.
Alejado brevemente de su embriagante rutina de trabajo en el lejano Houston, Texas, llegó a República Dominicana para desarrollar una apretada agenda de presentaciones de sus libros: Letras vueltas, Jugar al sol y Voces propias; agenda que inició a pocas horas de arribar a Punta Cana, donde realizó su primera presentación para de camino a Constanza hacer una parada en Mata los Indios, Villa Mella, y compartir lectura y experiencias con la comunidad que integra la Cofradía Espíritu Santo, monumento vivo de la humanidad. Desde aquí, su adorado lar sobre los mil cien metros sobre el nivel del mar, seguiría su trayecto hacia Santiago y luego, finalmente, hacia Santo Domingo, vuelta final de la ruta, antes de “zarpar” a Puerto Rico donde iría como invitado a la Primera Semana del libro dominicano en la Isla del Encanto.
Aquí en Constanza, acompañado por su colega, el escritor y académico chileno, Santiago Daydí-Tolson compartió en un ambiente íntimo con un público ávido en conocer de primera manos sobre las nuevas publicaciones y el trabajo de ese compueblano que, hoy por hoy, se ha convertido en uno de nuestros embajadores por el mundo.
Aquí, algunas de las respuestas ofrecidas por René, a las inquietudes de los participantes:
¿A cuáles tipos de proyectos estás dedicado en estos últimos años? ¿Escribes todo el tiempo, enseñas o te dedicas a otras actividades en los Estados Unidos?
Escribo un poco, viajo otro tanto, y leo, casi todo el tiempo. En el verano o el otoño, camino con los nietos por los parques, las plazas y las orillas del arroyo. Ofrezco recitales y lecturas en universidades, colleges, festivales y voy por ahí hablando sobre mis libros y la literatura dominicana y del Caribe. Desde hace más de quince años soy editor independiente, labor que realizo junto a la coordinación y publicación de mediaIsla, revista que ha logrado convertirse en un referente sobre las letras en nuestra lengua en buena parte de Estados Unidos y el mundo.
¿Específicamente, cuál es el trabajo de un editor?
Por el camino más corto y fácil podría encontrarle un parecido con el trabajo del joyero: tomar un trozo amorfo de carbón o de metal y convertirlo en luz. Como el diamante, el libro es producto del trabajo y la pericia de un paciente lector; editar no sólo implica la corrección ortográfica y de contenido de un manuscrito, va más allá. Coordina, unifica, diseña y le da forma al producto final que hace apetecible el libro ante los ojos del lector.
Por como pinta tu libro Voces propias. Conversaciones, sobre todo, por el talante de las personalidades que entrevistas, luce como un banquete pleno de excelentes opinantes, ¿qué buscas en tus entrevistas?
Como decía Picasso, “no busco, sólo encuentro”. Dialogo con un grupo de amigos y compañeros de viaje; hablamos sobre “el clima” y “el paisaje”, a veces tan nublado y asfixiante. Con mis amigos, la mayoría de ellos excelentes conversadores, paso balance a esa otra temperatura a la que, la mayoría, de veces nos imponen las circunstancias, los aguafiestas y los indignatarios del planeta. Conversamos sin trabas.
¿Para qué sirve la literatura?
Servir, como la mejorana, no creo que sirva de remedio; mucho menos de alimento. Eso sí, cada quien encuentra en ella su placebo o su puñal. Es asigún, como diría el filósofo Pancita Cuero Duro con su universo sobre la cabeza bajando Portezuelo a pie.
En gran parte de tu narrativa aparece un lugar, un pueblo, una ciudad llamada San José del Puerto, ¿acaso aludes a Constanza cuando transitas por las calles y caminos de ese mítico lugar?
San José del Puerto es, a su vez, un lugar y un no lugar donde acontecen días y miserias. No puedo precisar si aludo o eludo momentos, pasajes o paisajes; cuento cosas y el lector, para quien, definitivamente, están destinados esos artefactos narrativos o poéticos, es quien debe dilucidar o eludir el tiempo o el espacio donde ocurren u ocurrieron esos hechos o misterios.
¿Cuándo y cómo descubriste tu pasión por los libros?
Quizás un jueves o un domingo cimarrón en la vieja casa de El Gajo del Mulo hurgando en los anaqueles del cuarto de Manuel donde alucinado tropecé con algunas “Selecciones del Reader’s Digest” y con aquel libro que, aunque nunca leí, jamás logré olvidar su título “El Volga nace en Europa”. Al parecer, ya Dolores y mis hermanas habían hecho el milagro de enseñarme a descifrar algunos códigos de la lengua y a balbucear, un poco macujeando, “leer de corrido”.
¿El rol de los escritores, es social, político, o qué?
El escritor, como el fontanero o el atesador de bastidores, tiene su rol en la sociedad. Tal vez con la salvedad, como decía Ernest Hemingway: “El don más esencial para un buen escritor es tener un detector de mierda incorporado…”
De aquel René de Raíces, con dos comienzos y un final a este de Voces propias. Conversaciones, ¿qué y cuánto ha cambiado?
Supongo que ya no seré tan diestro tratando de colar el balón al canasto desde media distancia; eso sí, cruzo un trompo serenito de la uña del pulgar de la mano izquierda a la derecha con la misma calma con la que muerdo un cajuilito solimán.
Una recomendación para los que sueñan con su nombre en la literatura.
Más que todo, leer y hacerles poco caso a las recomendaciones del primer hijo de vecino que se les cruce por el frente. Decía Bertrand Russell, escritor y filósofo británico, "para ser un buen escritor hay que ser un buen lector".
Es largo el listado de tus libros publicados, ¿específicamente, cuántos son y cuáles son los títulos?
Vaya tarea, tendré que auxiliarme bajo de manto poderoso de San Google o de Wikipedia. A saber: Raíces con dos comienzos y un final (1977), Textos destetados a destiempo con sabor de tiempo y de canción (1979), Canciones rosa para una niña gris metal (1983), Todos los juegos el juego (1986), Muestra Gratis (1986), No les guardo rencor, papá (1989), Su nombre, Julia (1991), Para esta noche (1992), Probablemente es virgen, todavía (junto a Ramón Tejada Holguín, 1993), Y así llegaste tú… (junto a RTH, 1994), Blasfemia angelical (junto a RTH, 1995), La radio y otros boleros (1996), El diablo sabe por diablo (1998), Salvo el insomnio (Junto a Plinio Chahín, 2002), Queda la música (2003), Sólo de vez en cuando (2005), Apunte a lápiz (2007), Betún melancolía (2008), El mal del tiempo (2008), Pas de deux (Junto a RTH, 2008), Rumor de pez (2009), Tientos y trotes (2011), Solo de flauta (2013), El nombre olvidado (2015), Nave sorda (2015), A toda lágrima y a toda sed. Conversaciones con René Rodríguez Soriano (Compilación de SaraMaría Rivas, 2017), Jugar al sol. 13 historias sin historia (Compilación de Máximo Vega, 2017), Letras vueltas (2018) y Voces propias. Conversaciones (2018); además de las compilaciones: Poetas y prosistas de la patria (Antología, 2001), País inverosímil. Casi dos docenas de historias que nos cuentan (Antología, 2008), De la Sienne au Camú. Un siecle de nouvelles dominicaines (Antología traducida por André Charland, 2009). Sobre mi obra se han publicado los títulos: Visiones de orilla. Estudios, apuntes y testimonios en torno a la obra de René Rodríguez Soriano (Compilación de Carlos X. Ardavín, 2013) y Para leer a René Rodríguez Soriano (sin maestro) de Miguel Ángel Fornerín (2017).