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Literatura

“Espectros diurnos”, de Nan Chevalier

La poesía maldita tiene una relación semejante con la vida del poeta, de ahí su autenticidad. Es decir, lo que se escribe se corresponde con lo vivido. Por eso nos parecen tan interesantes: La rebelión encarnada por la escritura y la vida. Sabemos que muchos de ellos alcanzaron una vida breve. Esta rebelión adquiere furor vital en su más alta plenitud, sin embargo, la rebeldía se postula como defensa de la vida y hasta la muerte adquiere una belleza vivificante. Podemos observar esto, por ejemplo en Una Temporada en el Infierno de Artud Rimbaud.

El libro que nos toca comentar tiene esa atmósfera de romanticismo y nihilismo, pero a diferencia, no como encarnación sino comprensión intelectual. La aventura no es fallida. Es una aventura del lenguaje, y toda aventura tiene que ver con esa parte oculta de la existencia, ya sea como trascendencia o como inmanencia de la imaginación. De hecho, la obra de Nan Chevalier es una aventura sugestiva que dispersa su significado por múltiples senderos. Por lo pronto, el epígrafe, al principio del libro, pertenece a E. M Cioran. Ilustre filósofo moderno del pirronismo con sabor nihilista que anuncia la aventura de Espectros Diurnos. ¿Cuál es? La de transitar “desde el recuerdo de lo inaudito y la inminencia de una certeza.”

Espectro tiene que ver con fantasma entre sus varios significados. Imagen de una persona muerta que, según algunas creencias, se aparece a los vivos. En Nan los espectros salen del pasado, que nunca es halagüeño, y, a su vez, se dirigen a la muerte. Pero dice que son diurnos, que la vida del hombre es fantasmagórica, pero los espectros circundan en el sueño. Este aspecto es notorio en el poemario. La exaltación del amor se presenta como odio, es decir, lo que del amor cosechamos, y su importancia, como superación de este estado, está en nuestros recuerdos: dolor, odio, infierno, culpa y desdicha. El amor en función de lo que le sobrevive.

Hay un poema muy interesante en este sentido: Reina del Basural:

(Pág. 16)

“Nuestro amor fue un sepulcro de lodo envenenado, nuestros corazones, antorcha que la lluvia no ha olvidado destrozar.”

Fijémonos: Nuestro amor fue un sepulcro (donde la muerte descansa) de lodo envenenado (envenenado medio de manifestarla) nuestros corazones, antorcha (albor de la pasión) que la lluvia (vida) no ha olvidado destrozar. Esta dialéctica lleva a la apología y al ocaso de las emociones y los instintos. El amor es elogiado por el fracaso y por la pasión que lo genera.

En el poema Ante una Fotografía I y II (Pág.19-20) la fotografía es una plasmación del pasado como anunciación de la muerte y el lado sórdido de lo humano. La fotografía es un espejo del porvenir. Hay un guiño que sale a la superficie. ”El amigo oculto en la penumbra anunciaba al asesino tierno que luego conoceríamos.”

En El Odio de los Amantes (Pág. 21), el odio es la verdadera exaltación humana. No existe la comunión de los cuerpos, sino enfrentamiento. La supremacía del ego se debate entre la pasión y las emociones que generan placer, que en última instancia, engendran el odio en los amantes. Para el poeta la felicidad es el proceso de destrucción a la que están condenados los amantes. Y, sobre todo, me gusta la definición de la muerte que da en el poema Región del Ser (Pág. 35):

“La muerte es el triunfo de la abulia sobre el deseo. Sacudida de los sentidos alertaba sobre el peligro la caída de las pasiones.” Define su aventura. La rebelión ante la irremediable realidad de lo efímero. La muerte sustrae lo que de “valor” tiene la vida: Los deseos y las pasiones.

Nan Chevalier nos da unos poemas en prosa muy significativos estéticamente y por su búsqueda del valor del hombre en este mundo que parece ir a la deriva, a pesar de toda la tecnología y comodidades que no satisfacen sus inquietudes interiores.

¿Serán los deseos y las pasiones lo que puedan definir al hombre? El hecho que le angustie dice que no se siente cómodo, que debe ir más allá de sí mismo, como lo expresó Nietzsche en Zarathustra.

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