Literatura/Poesía
Dos poemas de Jeannette Miller
Mi lengua
Esta lengua de siglos
cambiante como el agua
¿qué es?
¿Una historia,
una flor,
una máscara?
Esta lengua de cieno que antes me amarraba
con la palabra oro,
con la palabra muerte,
¿qué es?
¿Mi historia,
mi lucha,
mi silencio?
Esta lengua que borró mis primeros fonemas
dejándome desnuda,
aterrada,
que me tiró en el pozo de la primera muerte
sin sonidos para espantar el miedo,
sin palabras para entender las cosas,
para guardarlas...
Esta lengua vieja que mastiqué despacio
y me tomó la vida,
y otra vida,
y otra vida,
hasta que fue ablandando
de piedra a ritmo,
de tierra en agua,
de hierro a fruta,
de blanco en mambo.
Esta lengua de cielo y de murmullos
que volví a fabricar comiéndome las eses,
soñando las imágenes que amo,
masticando insignias y blasones a ritmo de tambora,
con los negros suplantando los indios,
sementando las blancas,
y nosotros
marrones,
haciendo la bachata desde siglos,
bailando con merengue, rumba y plena,
saboreando el sancocho,
remeneando las nalgas,
a golpe de palma y sol,
de sangre.
Esta lengua impuesta que ahora me define.
Esta lengua libre como un pendón de fuego.
Esta lengua que se desprende de mi boca,
golpe,
agua que late,
bote que rema,
patria penetrada que penetra...
Esta lengua de isla,
de palma y hambre,
del odio y del amor,
de la esperanza...
Esta lengua esencial
erguida en su esqueleto,
carnada de amapolas,
nueva como yo
en medio de mi patria bullanguera
vestida de esmeraldas.
Esta lengua de trópico, de tierra y continente...
Esta lengua en jirones que nombra lo que hace,
que reinventa la vida,
que reescribe la historia marcando lo que quiere,
gritando como llama.
Esta lengua bandera que une y que separa
¿qué es?
Una historia.
Una flor.
Un arma.
Oración por el agua
Yo te pido, Señor, por el río mermado
por el terrón reseco
por el surco que espera la semilla
por el hombre que vive del agua y de la tierra
por los animales que pacen y que beben
por el verde que embalsama el espíritu.
Yo te pido, Señor,
por la lluvia que rellena los cauces
por los torrentes que mojan y consuelan
por las hojas que repones sobre los claros y las hondonadas
por las nubes que pintan de gris el firmamento
para que luego nazca el arcoiris,
Yo te pido, Señor,
por las pequeñas flores que colorean la vida,
por el fruto que nos trae el alimento
por los niños que todavía no han nacido
por el Espíritu que nos fortalece
por el agua del alma.
Yo te pido, Señor, por el silencio
por esa paz iluminada
por el ruido del viento,
por el golpe del canto
por este templo verde que has edificado
como un regalo al hombre.
Yo te pido, Señor,
desde mi alma contrita
desde mi pequeño y encendido corazón
de rodillas en el centro de mí misma
doblegada ante tu inmenso amor
recogida dentro de mí
siendo contigo.