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Alix y sus décimas picarescas

Estrofas del gran poeta popular promueven contenidos de doble sentido. Siglos atrás, los cuentos del “Decameron” persiguieron objetivos similares.

Comercio. Vista parcial de la plaza del Mercado de Santiago a fines del siglo XIX, lugar donde Alix vendía sus décimas en hojas sueltas.

Comercio. Vista parcial de la plaza del Mercado de Santiago a fines del siglo XIX, lugar donde Alix vendía sus décimas en hojas sueltas.

Bajo el provocativo título de “Décimas pornográficas”, algunos historiadores y recopiladores de la obra del poeta mocano Juan Antonio Alix reunieron un grupo de composiciones escritas por él a partir de la década de 1870, algunas de las cuales circularon entre interesados en la Plaza del Mercado de Santiago de los Caballeros.

Con el paso del tiempo, la suspicacia y el morbo dieron una oscura fama a este grupo de espinelas, lo que hizo posible que muy pocas de estas fueran difundidas, y cuando se hacía, era de manera discreta, entre bardos, intelectuales e historiadores interesados, quienes elogiaban las ocurrencias y la picardía del Cantor del Yaque. De ese grupo de composiciones hay una que filtró la censura, la titulada “El algarrobo”. Y lo hizo con dignidad. Y fue celebrada e, incluso, publicada, tal vez como “una rareza” de la copiosa obra de este gran poeta popular:

Un día estaba Teresa subida en un algarrobo; y desde abajo un Juan Bobo le preguntó esta simpleza: Teresa, ¿qué fruta es esa? Y Teresa que no quiso pasar por boba ante Juan le contestó con afán: ¿Tú has visto fruta con rizo? Ah, sí; la misma que Adán se comió en el paraíso.

Por los años sesenta volvieron a ponerse de moda en Cuba, los afamados “Cuentos de Pepito”. Uno de esos chispeantes relatos de humor, posiblemente estuvo inspirado en la décima de Alix “El algarrobo”. La historia del suspicaz niño relataba las labores de una dama en el balcón de su casa, regando plantas, mientras Pepito pasaba por la calle y se detuvo a mirar el espectáculo de aquella mujer mientras ejercía dichas labores. La dama, asombrada ante la impronta del intruso, le dijo: “Oiga, joven, eso no es de caballero”. A lo que Pepito le respondió: “Y eso que usted tiene, tampoco.”

Carlos Fernández Rocha Décadas atrás, el escritor Carlos Fernández Rocha entregó a Héctor Incháustegui Cabral, para su publicación en la revista “Eme Eme” de la PUCMM, un ensayo de veinticuatro páginas donde estudiaba las llamadas “Décimas pornográficas” del maestro Alix.

En aquella ocasión, según testimonio del intelectual de origen cubano, el poeta banilejo, que por entonces se encontraba al frente de la reputada publicación en el recinto de Santiago, aceptó el trabajo, y le prometió leerlo. Semanas después, y al ver que el ensayo no salía a la luz, Fernández Rocha le pidió razones.

Con su inconfundible humor banilejo, el poeta miró al autor de aquellas páginas y le cuestionó “si en realidad él quería publicar eso”. Al recibir una respuesta positiva, Incháustegui Cabral le señaló que la edición del material debía esperar tiempos más liberales.

“Yo acepté su propuesta, pero cometí el error de no procurar la devolución del original. Escribí el ensayo sin sacarle copia y, con el paso del tiempo, dicho escrito pasó a mejor vida”, confiesa el escritor.

Décimas “malditas” Una de las primeras décimas llamadas “pornográficas” escrita por Alix, fue “Ciertas bromitas, por ejemplo: un bacín”, copia de su original manuscrito por el bardo fue rescatado gracias a la impronta de Andrés Blanco Díaz. El maestro Alix, en el encabezado del poema, señala que dicha estrofa reproduce: “Ciertas bromitas, por ejemplo.” El hecho ocurrió a finales de la señalada década de 1870. Se reproduce la cuarteta que sirve de pie forzado a la espinela:

“Opina San Agustín Que no hay un mayor tormento, Como tener un bacín Con óica en un aposento.”

Otra de sus décimas “picantes” que no fue recogida en libros lo fue “La bicicleta”, decicada “A mi dulce amada” y publicada en Santiago, en agosto de 1897. Sin embargo, esta composición (rescatada también por Andrés Blanco Díaz) circula de boca en boca por los expertos lectores de Alix y, aunque su trasfondo tiene que ver con el uso que el hombre “le da” a la mujer como si esta fuera una bicicleta, no es menos cierto que, en la época en que fue escrita, ese tipo de picardía era el “leimotiv” del dominicano promedio, no a manera de ofensa contra las féminas, sino como un tributo a reconocer los placeres del contacto carnal hombre-mujer. La décima es un pie forzado de cuatro estrofas. Esa cuarteta también fue invención de Alix. Y aquí se reproduce:

“Préstame tu bicicleta, Hermosísima doncella, Para yo apretarle el timbre Cuando esté montado en ella.”

Otra de sus más conocidas fue “Encargo que hizo una prostituta de Guayubín a un señor que venía para Santiago”, fechada en 1879 e incluida en la edición de 1966 en sus “Décimas inéditas”. He aquí un fragmento escrito a partir del siguiente pie forzado: “Un buen cuero en Guayubín/ en Hato al Medio o Javier/ de oro encargó un colier/ y un camisón de poplín”:

“Como tú vas a Santiago y necesitada estoy esta notita te doy y este encarguito te hago. Tú sabes que yo te pago con mi amor, lindo jazmín, y si tú me traes por fin lo que esta nota contiene entonces dirás que tienes un buen cuero en Guayubín.” “Me traerás un par de aretes, y unos botines te encargo con cuarenta y seis de largo y de ancho seis o siete. Pantuflas de tafilete no me vayas a traer, pues yo las quiero tener bordadas en mostacillas. Y esto encargó esa pilla en Hato al Medio o Javier.”

Otra de las picardías del maestro mocano se relacionó con la forma tan original de reproducir la castración masculina. En su poema “El hacha”, sin fecha, inédito y rescatado también por Blanco Díaz, se humoriza en la primera estrofa:

“Como tú, David Marín, eres amigo sin tacha, quiero me mandes un hacha de las buenas, de Collins. Y al concederme por fin el favor que tanto anhelo, te suplico por tu abuelo, sin que esto te cause enojo, que le registres el ojo para ver si tiene pelo.” Un “Decamerón” caribeño

Las llamadas “Décimas pornográficas” son un patrimonio de la cultura dominicana. Al igual que hizo siglos atrás el célebre escritor italiano Giovanni Bocaccio, Alix recurrió al morbo popular, en el mejor sentido de la palabra, para trascender una zona poco común de las relaciones interpersonales, donde el contacto carnal hombre-mujer ocupaba espacios preferenciales.

Si bien Bocaccio reunió en una villa a diez jóvenes protagonistas de la ciudad de Florencia inundada por la peste donde cada noche narraban historias de ese tipo, Alix acudió a las experiencias y a las ocurrencias de su país para exponer en versos sus formas de actuar y ver la vida. En estas décimas (al igual que en los cuentos de Boccacio), se recrea un singular retrato psicológico, con personalidad bien definida, que sirve para ilustrar los distintos temas que se abordan en cada décima. En ellas, se dan cita el ingenio, la reflexión, el amor, el erotismo la virtud y la fortuna, todas tratadas con un magistral manejo del verso octosílabo y una casi perfecta combinación estrófica de la décima, al estilo de Vicente Espinel.

Estas décimas, recuperadas íntegramente y corregidas por Andrés Blanco Díaz, el día que alguien con luz larga se decida a publicarlas, provocarán en el lector tanto la risa, la pasión y el deleite por lo sensual, y le harán experimentar el verdadero orgullo de ser dominicano.

Historia. Vista parcial del Parque Central de Santiago, siglo XIX.

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