MEMORIAS DE UN POETA
Peña Lebrón la poesía será eterna
Juan Alberto Peña Lebrón es comparado con una especie en peligro de extinción. Es de esos seres que dejan una huella imborrable. Perteneció a una generación de jóvenes con sobradas ideas libertarias muchas de las cuales se expresaron a través de la poesía.
Nació un 23 de junio de 1930 en Estero Hondo, Luperón, provincia de Puerto Plata, pero es mocano de corazón, cuerpo y alma. Allí, Juan Alberto Peña Lebrón plantó sus raíces junto a su esposa Remigia Comprés, y distinguió su prominente carrera como Doctor en Derecho.
El poeta, abogado, ensayista y profesor universitario, a sus 87 años, luce ávido y dispuesto. Tiene un espacio en la historia como miembro fundador de la Generación del 48 y por su única, pero eternizada obra de poemas, “Orbita inviolable” (1953).
La poesía vive a su lado en forma de flor inextinguible. Desde su hogar, ubicado próximo a la Catedral de Moca, ha visto pasar varias generaciones. La cantidad de libros que componen su biblioteca refleja su pasión lectora que, aunque relevada por los andares de la abogacía, no ha descansado. Como tampoco morirá su poesía.
Peña Lebrón ha formado parte de la creación de las principales instituciones de desarrollo de su región: sociales, culturales y literarias, como la Asociación para el Desarrollo de la Provincia Espaillat y la Asociación Mocana de Ahorros y Préstamos para la Vivienda.
Su juventud pertenece a una época en la que el mundo pedía a gritos nuevos aires de libertad y de libre difusión de las ideas, tras finalizar la Segunda Guerra Mundial.
En la República Dominicana, la represión contra esas ideas estaba a la orden del día, por lo cual, la inquietud juvenil tenía que manifestarse desde planos simbólicos, a veces ocultos detrás de frases o palabras de alto vuelo lírico.
Al rememorar sobre su singular obra “Orbita inviolable”, evoca: “Este libro pretendía recoger mi estado anímico en ese momento de la vida. Ese terrible momento cuando la juventud, que tenía una serie de ilusiones, ideas de progreso, de vida, de libertad, estaba completamente cercenada, y estaba moviéndose en un círculo vicioso bajo ese régimen opresor; pero frente a eso yo pretendía moverme en un circulo donde la influencia del régimen no me aniquilara a mí. Por eso le puse Orbita inviolable.” Pero el tiempo, a la larga, llenó de desilusión a la mayoría de los escritores de la época, y al propio Peña Lebrón. Aquellos que luchaban por una rebeldía con causa.
Cuando murió la dictadura, se fue con ella el fundamento por el cual peleaban. Por eso confiesa: “Hubo una desilusión y una esperanza de encontrar en el pueblo dominicano cierta capacidad de heroísmo, de sentimiento patriótico, de amor a la libertad… y me desengañé porque toda la evidencia de entonces se ha venido confirmándose hasta el día de hoy, de que hay una masa incapaz de conocer sus derechos, incapaz de dejarse seducir por una miseria para comer un día; entonces los tienen pisoteados durante cuatro años. Y eso vino repitiéndose hasta el día de hoy.” Primeros estudios Corría el año 1942, momento en que el poeta se traslada a Imbert.
Al siguiente año, mientras cursaba el sexto grado, merece el premio escolar “Ramfis”. Esta beca era el resultado de un examen anual a nivel nacional para los estudiantes que estuvieran en el sexto curso de básica y en el tercer grado de las escuelas rurales.
De acuerdo al artículo de José Nicolás Arroyo Ramos, donde se destacan algunos aportes de Juan Alberto Peña Lebrón como poeta y abogado al desarrollo y crecimiento de Moca, se explica que “este premio consistía en costear al agraciado con estudios en la capital hasta el término de su carrera.” Se traslada entonces a Santo Domingo e ingresa en la Escuela Normal de Varones, donde, entre otros, son sus maestros Pedro Mir y Andrés Avelino.” Peña Lebrón recuerda, ya en la capital dominicana, que tuvo la suerte de ingresar al colegio Santo Tomás de Aquino. Este hecho lo valora como “bueno por su origen, bueno debido a la calidad de las personas que lo dirigían, miembros de la familia Troncoso: Ramona Troncoso de la Concha; esto hacía que los estudios fueran buenos por la manera de pensar de esos profesores, puesto que había un empeño en destacar los principios de la unidad, del civismo, de la libertad y de justicia, que evidentemente quería decir que no estaban con la dictadura.” En la referida institución educativa estudiaron Francisco Alberto Caamaño Deñó y Rafael Fernández Domínguez.
En la etapa universitaria, sale egresado como Doctor en Derecho por la Universidad de Santo Domingo.
Hacia la Generación del 48 Se inicia en las letras en 1948 publicando en la sección «Colaboración Escolar» del periódico “El Caribe”, firmando las publicaciones con el nombre de Agripino Peña Lebrón, del que posteriormente cambió de forma legal a Juan Alberto.
Una mujer es la protagonista de este movimiento. La destacada periodista y escritora María Ugarte, creó y dirigió esa columna.
“Comenzamos con María Ugarte como nuestra coordinadora. En las colaboraciones escolares de “El Caribe”, fuimos publicando los muchachos que estábamos en la antigua Escuela Normal que llevaba el nombre de Trujillo. Teníamos unos profesores magníficos como Pedro Mir, Enrique Arvelo, Carlos Curiel… todos enemigos del régimen”, narra del autor de “Orbita inviolable”.
Y continúa: “y poco a poco fuimos mejorando la calidad de nuestras colaboraciones. Pasamos de esa sección a una página literaria que salía los domingos.” Mientras escribía para la colaboración esco- lar, urgía un sentimiento que ya estaba moldeando su sentir y su p e n s a r.
A l u d e que la primera colaboración fue una composición en prosa sobre el último día de clases. En una biblioteca ubicada en la capilla de un convento de la Ciudad Colonial, encontró lo que sería su segunda contribución, e hizo una traducción al español de un poema del poeta estadounidense Carl Sandburg (1868- 1967), titutado “Yo soy el pueblo, la chusma”, del que recuerda los versos: “Yo soy el pueblo, la libertad, la masa, todas las cosas grandes han sido realizadas a través de mi ser. Cuando yo, el Pueblo, aprenda a recordar: cuando yo, el Pueblo, aproveche las lecciones de ayer y ya no olvide a los que el año pasado me robaron, a los que me engañaron como a un tonto, entonces no habrá nadie en el mundo que miente el nombre “El Pueblo” con cierto retintín de sarcasmo en la voz o con una lejana sonrisa de escarnio.
La chusma —la turba—, la masa arribará entonces.” De esas colaboraciones, sale a relucir su notable amistad con Lupo Hernández Rueda. Peña Lebrón destaca: “Lupo Hernández Rueda y yo tenemos una amistad desde la Escuela Normal. A pesar de que él no estuvo en ese centro de educación básica, sí fuimos juntos a la universidad.” Con el tiempo, Hernández Rueda crea una revista llamada “Testimonios” y el escritor radicado en Moca pasa a formar parte de ella.
“Muchos autores comenzaron ahí, como Marcio Veloz Maggiolo y Ramón Emilio Reyes”, dice.
Dejó la literatura para dedicarse al derecho “Cuando uno evoluciona, uno tiene en su criterio interior cierto punto de vista que le sirve de estímulo, y la causa por la cual se está luchando desaparece con la muerte de Rafael Leónidas Trujillo.
Entonces, ahí desapareció la causa generadora de nuestra rebeldía”, reflexiona el poeta sobre su transitar de la literatura y de la Generación del 48 al derecho.
Aunque solo escribió un libro, la literatura ha convergido desde siempre en su ser.
También apunta, que luego del ajusticiamiento de Trujillo, hubo una segunda vertiente del movimiento literario que era posible con la publicación de un libro del desarrollo histórico de los nuestros pueblos, la realidad de los problemas de la isla y la colonización, entre otras. Este libro fue el resultado de una compilación de poemas escritos después de la muerte del tirano.
Al final, la apatía de la población se unió con la conformidad. Peña Lebrón, pensativo, concluye: “…y eso rompió la ilusión. No se ha podido cambiar. 50 y tantos años y eso no ha podido cambiarse. ¡Qué cosa tan grande!”
Se conoce como Generación del 48 En la literatura dominicana al grupo de poetas compuesto por Máximo Avilés Blonda, Juan Alberto Peña Lebrón, Ramón Cifré Navarro, Abel Fernández Mejía, Lupo Hernández Rueda, Juan Carlos Jiménez, Rafael Lara Cintrón, Luis Alfredo Torres, Rafael Valera Benítez, Abelardo Vicioso y Víctor Villegas, que dieron a conocer sus primeros escritos en la Sección Escolar del periódico El Caribe, dirigida por María Ugarte en mayo de 1948.
El primero en publicar fue Máximo Avilés Blonda; luego, Rafael Lara Cintrón, Alberto Peña Lebrón, Abel Fernández Mejía, Abelardo Vicioso y Lupo Hernández Rueda. Por la calidad de las publicaciones, dejaron la sección escolar para pasar a una página dominical.