EL DOCUMENTAL DOMINICANO
Un retrato de lo que somos para la posteridad
Con esta serie, la autora hace justicia a un género cinematográfi co de hondas raíces en la historia de la cultura nacional y que actualmente no es valorado como se debe debido al auge del arte comercial.
Aunque no posee tanta popularidad entre el público dominicano, el documental ha servido para exponer la evolución de la sociedad a través de la historia. Por tal motivo —y cuando la producción cinematográfica criolla aumenta a nivelescada vez mayores— se hace necesario conocer sobre la evolución de este género en el país y apoyar a quienes deciden esforzarse y entregar un poco más de su tiempo.
Aportes Para la guionista Virginia Binet (“Manolo, Semblanza de un Héroe”, 2000) los documentales vitalizan la vida, ya que para quienes vivieron el tema que retratan funciona para ver eventos de otra época bajo una nueva perspectiva y, a los que no lo vivieron, les permite conocer esa etapa.
“De ahí la gran importancia de los documentales de índole histórica en sociedades como la nuestra que tiende al olvido y a la improvisación. “[Además] la importancia vital de que los documentales que se hagan, estén bien hechos, bien construidos en su tesis y con las intenciones primordiales de informar y crear conciencia”, considera Binet.
Al igual que Binet, el realizador Jimmy Sierra (“Los árabes en la Hispaniola”, 2013) explica que los documentales permiten a los realizadores enriquecer sus conocimientos y experiencias en torno al séptimo arte.
“El cine, en verdad, surgió como un documental. Las primeras películas de los inventores del cine, los Hermanos Lumière, eran documentales: “La salida de la fábrica”, “La llegada del tren” o “El desayuno del bebé”, indica Sierra.
Mientras que para el documentalista René Fortunato (“La Trinchera del Honor”, 1988) en este país se acostumbra a hablar sin investigar y se vive bajo el imperio de la superficialidad y la trivialidad.
“Cualquiera puede difundir conceptos erróneos y aparecen miles repitiéndolo, sin detenerse a confirmar la certeza de lo escuchado”, denuncia Fortunato. “Algo de eso me parece que sucede con querer distanciar el género documental del arte cinematográfico. El buen cine documental es parte del buen cine dominicano”, agrega el productor.
Otros, como la directora Henriette Wiese (“14 de junio, la gesta inmortal”, 1998) manifiestan que al poseer el documental una mirada directa y objetiva dentro de la sociedad, se penetra en la intimidad de historias de personas o en hechos históricos.
“El documental pedagógico debería ser muy importante en nuestro país pues educaría a las nuevas generaciones sobre hechos, causas, eventos que desconocen pero que forman parte de la sociedad en que viven. El documental histórico revive la memoria y enseña la historia”, asegura Wiese.
Orígenes De acuerdo a Jimmy Sierra aunque no existen registros previos no cabe duda de que hubo numerosos esfuerzos documentales antes de las películas del fotógrafo Francisco Antonio Palau.
En el año 1923 —afirma Sierra— Palau hizo el documental “La República Dominicana” con imágenes de la vida rural y citadina. “Pero fueron Adam Sánchez Reyes, Salvador Arquímedes Sturla y Tuto Báez, los que produjeron las realizaciones de más valor, tales como la llegada del aviador Charles Lindberg al país el 4 de febrero de 1928; la destrucción que ocasionó el ciclón San Zenón, en 1930; o la toma de posesión de Rafael Leónidas Trujillo en el Parque Colón, el 16 de agosto de 1930, cuando comenzaba la dictadura”, explica Sierra.
Virginia Binet califica a “La leyenda de la Virgen de la Altagracia” (1922), de Francisco Palau y Tuto Báez, como el primer documental que se realizó en RD al retratar la coronación de la Protectora de los dominicanos.
Directores Henriette Wiese opina que los cineastas con poca experiencia se sienten más atraídos hacia este género.
“Aunque hay directores experimentados que han incursionado en el documental como Claudio Chea, Fernando Báez, Máximo José Rodríguez, entre otros”, expresa Wiese.
De acuerdo a Binet, en el país los documentales se consideran como productos propios del romanticismo y del idealismo, en tanto que de los cineastas nóveles. Mientras que Sierra afirma que los “directores experimentados” prefieren la ficción.
Temas Los directores expresan que los documentales hechos en el país pueden abarcar temas históricos, políticos, sociales, culturales, geográficos y turísticos. Para ellos se hace imposible hablar de un área que no pueda ser abordada por este género.
Binet afirma que el cine documental representa un producto maravilloso que abarca todo cuanto puede abarcar la mente del ser humano. Además asegura que los documentalistas tienen 171 años de historia republicana, 523 años de vida colonial y un montón de años más qué contar.
(+) LOS RESULTADOS DE TODOS LOS TIEMPOS La página web cinemadominicano. com elaboró un conteo de documentales realizados desde 1958 hasta 2009, entre ellos: Ganadería: riqueza nacional (1958) El esfuerzo de un pueblo (1968) Santo Domingo: cuna de América (1970) XII Juegos Centroamericanos y del Caribe (1974) Un año más (1975) Crisis (1977) Siete días con el pueblo (1978) Carnaval y caretas (1981) Tras las huellas de Palau (1985) La ruta del la libertad (1986) La Sarandunga de Baní (1987) El turbante blanco (1988) Plaza de la Cultura Santiago Apóstol (1989) Sopla, Tavito sopla (1992) Caminos de sal (1994) Un siglo de cine (1995) María Montez (1997) Manolo (1998) Juan Bosch: el camino de la historia (1999) Currantes de sol a luna (2000) Bahía de la Águilas (2002) El Suroeste dominicano (2003) Trópico de Cáncer (2004) Un rollo en la arena: visión e ilusión del cine dominicano (2005) Tatico, siempre (2006) Mujer (2007) Los ajusticiadores (2007) Las Sufragistas (2008) Huellas de un demócrata (2009)