VIVENCIAS ¿QUÉ LEER?

El silencio del caracol

El oído escucha un nombre, ese nombre te lleva a una trayectoria, esa trayectoria te señala una obra y esa obra te devela al escritor. Diógenes Valdez, hombre que, al leer su biografía, te encamina por su ristra de galardones literarios, luego llegas a sus cuentos y en ellos te atrapa su aprisionante manera de contar. En esta ocasión, trocaremos homenaje por respeto. Porque el mayor honor que se le puede rendir a un narrador es dejarse arropar por los tejidos de sus historias.

El silencio del caracol, relato incluido en “Cuentos escogidos”, libro con el que Diógenes obtuvo en Premio Nacional de Cuento en 2005. Con ese mismo título acaracolado, lo premió en el 1978. Leerlo otra vez, obliga a verlo como un punto brillante, una isla apartada del continente de su obra.

Este cuento abre el telón con la lucha interna de un sujeto conminado a tomar una decisión contraria a sus principios. Una, que lo encarcelaría en la contradicción moral de hacer lo contrario a lo que de es por convicción.

La dicotomía se acrecienta cuando esta dualidad ontológica es planteada a partir de la oposición de contrarios, puesto que de intelectual idealista y luchador, el protagonista del silencio del caracol, debe convertirse en un recluta pasivo y obediente. Aceptar una orden, colgar los principios en el armario para vestirse de displicencia servil.

En este punto de la historia, interviene el juego del narrador, y al lector se le devela un dato que era desconocido, tanto para él, como para el personaje del Sargento. El recluta es experto en el tiro al blanco dada su participación en la Guerra de abril. Ahora cambia el juego: Diógenes separa lo antes diluido: el que lee y su personaje vuelven a sus roles iniciales. La información de que el “recluta” es un infiltrado, ya la conoce el lector, más no el personaje del Sargento.

El espectador, está bajo el control de la historia, supremacía que no dura mucho tiempo. Vuelve Diógenes a ponerlos a ambos (lector-personaje) en la misma escala de jerarquía. Aparecen los sentimientos del Sargento y, tanto el lector como el personaje están desarmados de información.

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