Ventana

ESCRITORES DOMINICANOS

Salvomeliori

Carlos X. ArdavínSanto Domingo

En 2013 el profesor asturiano Eduardo San José reunió, bajo el sugerente título de “Salvomeliori. Crítica literaria”, una amplia selección de las reseñas que durante años había publicado en las páginas culturales del diario ovetense La Nueva España. Años de paciente trabajo y reflexión que han dado como fruto este libro de amena y provechosa lectura, en el que su autor configura una personal visión de la narrativa hispánica del siglo XXI, como bien expresa el subtítulo de su volumen. Al conjunto de estos textos antecede un extenso prólogo que constituye en realidad un pequeño tratado y una apasionada defensa del reseñismo periodístico, de la crítica literaria en su estado más puro y directo, es decir, aquella que se explaya en las páginas de los periódicos y que no discrimina entre lectores. Reseñas que bien pudieran leerse en una mesa de café o en la intimidad de las bibliotecas, mientras degustamos un bocadillo o nos recogemos bajo la sombra protectora de los estantes. En el citado prólogo San José considera como un error común el ignorar que “la crítica no está obligada a la imparcialidad, ni dispensada del entusiasmo artístico” (17). Parcialidad y entusiasmo, he aquí las dos claves del quehacer crítico de este reseñista, cuyo modelos podrían ser su paisano Clarín, en el pasado, e Ignacio Echevarría, en la actualidad. Debe apuntarse que las mencionadas claves no son caprichosas ni superfluas; se fundamentan en el atento examen de las obras. Salvomeliori se compone de tres partes. La primera y la segunda, tituladas respectivamente “Bandeja de entrada” y “Tránsito permanente”, conforman el grueso del volumen. En ellas se suceden comentarios sobre obras de autores latinoamericanos y españoles, con evidente predominio de los primeros. En estas dos secciones se dan cita escritores de la talla de Bryce Echenique, Fernando Vallejo, Fogwill, Ignacio Padilla, Bolaño, Fresán, Fuentes, Edwards, Vila Matas o Piglia; a los que acompañan autores menos conocidos como Francesc Serés, Fernando Trías de Bes o Moisés Mori, “el lector más brillante que al menos uno conoce” (103). La tercera y última parte, titulada “Los adioses”, constituye un sentido homenaje ante las muertes de Cabrera Infante, Benítez Rojo, Roa Bastos, Benedetti y Fuentes. “Todo gran libro empieza por ser extraño” (103), afirma de manera precisa Eduardo San José, que, como Borges, ha padecido alguna vez la tentación de reseñar libros inexistentes, pero no por ello innecesarios (97). Salvomeliori expone y corrobora el buen oficio de su autor en el antiguo y donoso escrutinio de los libros.

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