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Pedro Mir, sobre RD
Los tres tomos de La noción de período en la historia dominicana, publicados por el Archivo General de la Nación muestran otra faceta del afamado poeta petromacorisano.
“Hay un país en el mundo colocado en el mismo trayecto del sol. Oriundo de la noche. Colocado en un inverosímil archipiélago de azúcar y de alcohol”. escribió una vez Pedro Mir, (1949) y por esos versos se le conoce y se nos conoce como dominicanos a nivel mundial. Nombrado por los críticos como “el poeta del pueblo”, logró expresar el sentir de cientos de desamparados y de una nación que, con los golpes que recibía de mano de sus gobernantes, perdía la esperanza y la fe en sí misma. Este narrador, ensayista y profesor universitario se consagró gracias a sus escritos, como “el poeta más representativo de la República Dominicana en el siglo XX y, quizás, uno de los más grandes del Caribe Hispano. Algo que desconocen algunos dominicanos es que además de escribir poemas como “Si alguien quiere saber cuál es mi patria”, “Amén de mariposas” y “Concierto de esperanza para la mano izquierda”, también se dedicó a estudiar los hechos que convirtieron a Quisqueya en una nación y la influencia de los personajes que, en su momento, destacaron como los protagonistas o antagonistas de sus respectivas épocas. Su interés en el desarrollo del pueblo dominicano lo mostró con su poema “Hay un país en el mundo”, conocido como “un grito de protesta contra las fuerzas ajenas y una llamada de atención a la falta de identidad nacional”. Además de que sus obras y ensayos permiten “una lectura del contexto socio-histórico dominicano, caribeño y latinoamericano”. FacetasEn esta ocasión, ahondaremos en el trabajo de Pedro Mir mediante su obra La noción de período en la historia dominicana, tres tomos de “puro análisis” del desarrollo nacional, económico, social y político de esta parte de isla, y que en diciembre de 2013 fue reeditada por el Archivo General de la Nación. El objetivo principal del autor consistia en la investigación, discusión y desarrollo de una teoría general de la historia de República Dominicana desde 1492 hasta 1920. De acuerdo al crítico literario Giovanni Di Pietro, este libro es una tentativa de explicar el peculiar destino de los dominicanos. “En esta obra, Mir habla nuevamente de las devastaciones de Osorio, pero añadiendo otras, entre las cuales se encontraría la más reciente, la invasión yanqui de 1965”, comenta Di Pietro. “También repite esa idea de una sociedad comunera. Esto hace que estas dos cosas sean su caballo de batalla como historiador del pueblo dominicano”, agrega. La principal tarea de Mir al escribir esta obra consistió en determinar, según escribió, cuál era el núcleo histórico que podría servir de pentagrama a toda la historia de este país y que llegado el caso, permitiría condensarla en dos palabras o en un solitario símbolo. “Si bien ninguno de los héroes, o muy pocos entre ellos, han exhibido la misma estatura de los tiranos, si ninguno de ellos ha podido tener el destino del pueblo en sus manos por un periodo razonable, la historia ha seguido su curso y el pueblo ha seguido exactamente la misma trayectoria histórica que han seguido las naciones hermanas de este Continente, de una manera oscura pero certeza, de una manera modesta pero cualitativamente exacta”. (Mir, 1981). De igual manera, aseguró que cada uno de estos tomos podría servir para estimular la discusión y el examen de los aspectos tradicionales de nuestra historiografía y, tal vez, “al trabajo definitivo que espera, anhela, exige nuestro pueblo”. De acuerdo al poeta Miguel Angel Fornerin, hay en Mir un gran empeño en estudiar los orígenes. “Este afán manifiesta una concepción de la historia como espejo donde se puede rememorar el pasado, interpretar el presente y predecir el futuro. Estas concepciones históricas lo llevan a formarse una noción sobre el destino de la humanidad y en especial, el futuro dominicano”, escribe. Y, en efecto, al referirse a la historia del pueblo dominicano el autor de Hay un país en el mundo, refiere que las figuras más sobresalientes son sus tiranos. También, explica que la historia de este pueblo no es la historia de sus grandes constructores pero tampoco es la historia de sus grandes destructores. “Ahora bien, nos parece paradójico que él, un marxista convencido, al relatar el destino del pueblo dominicano, tenga que exaltar en esta obra al capitalismo de las ciudades del Norte y denigrar a esa sociedad comunera que consistiría, a fin de cuentas, en una manifestación contundente en tierra dominicana de lo que es el gran mito de la ideología que profesa”, señala Di Pietro. “Pero, los hechos son hechos, y no hay nada que pueda contradecir su ruda realidad”. Para el Poeta Nacional, las energías históricas de los destructores, que mantuvieron en sus manos durante largos periodos los recursos del poder, se agotaron antes de lograr que el pueblo torciera la línea de su propio destino. Otra de las maravillas de estos escritos es el hecho que Mir los dedica a la juventud dominicana, y esto debe llenarnos de orgullo ya que tal y como afirmaba el poeta: “la esperanza, y también la confianza, está en los jóvenes”.
(+)HABLAN LOS EXPERTOSEn esta obra, Mir termina por demostrar todo lo contrario de lo que sus convicciones como dominicano le dicen. Hay un futuro feliz, dicen el marxista y el vate en él, si bien en este país, le responde a los dominicanos su persona, las cosas seguirán siempre iguales y llevarán al inevitable fracaso. Esto aparenta ser una contradicción; sin embargo, no hay ninguna contradicción. Más bien, lo que hay es el fascinante espectáculo de la fe del loco de remate y del don Quijote en la posibilidad de ganar su batalla contra los molinos de viento, o sea, contra el monstruo del “gran pesimismo dominicano”. (Giovanni Di Pietro) Pedro Mir interesó no solamente a los críticos, por el valor estético de sus poemas, sino también a gente, convirtiéndose en “la voz del pueblo”, incluso por las calles muchos iban recitando sus masivos e iluminados poemas sociales. Quizás por ese retintineo, esos versos en forma de estribillos, ese martilleo constante y ese ritmo interno en forma de baile. Es todo él una mezcla de lo culto y lo popular, cosa muy inusitada entre los poetas de su categoría. (Archivo General de la Nación) Para un poeta que llevaba en el alma una carga emocional que brotaba de la situación de su pueblo, de la explotación de los trabajadores y de la tierra que fecundaban con su esfuerzo, el exilio iba a tener un poder transformador parecido al que tienen los toneles en que se añejan los vinos; lo tendría por dos motivos: porque en aquél en quien se reflejan los dolores colectivos, esos dolores se concentran y se subliman con distancia y el tiempo... (Juan Bosch, 1981)