LIBRO

Los nuevos haikus de Alexis Gómez Rosa

Trueno robado es el tìtulo del poemario que acaba de publicar este autor quien además, incursiona en la poesía oriental.

Siempre he considerado que Alexis Gómez Rosa es la voz poética más reconocible de la llamada Generación de Post Guerra. Y lo sigo repitiendo sin tener que sonrojarme. No importa que sus coetáneos continúen publicando libros de cierto valor. Ellos no cambiaron cuando podían hacerlo y no asumieron los riesgos de este inquieto soñador indócil que sabe cómo decir las cosas de manera diferente y como cambiar de técnicas como quien cambia su piel. Y como todo poeta, tiene sus virtudes y defectos. El peor de todos es que a veces se emociona demasiado y no cuenta hasta diez antes de hablar. Pero así es y así lo “soportamos”. Sus compañeros de generación ya no pueden darle caza. Desde sus primeros versos, Gómez Rosa rompió todos los esquemas temáticos y estéticos de la poesía que se hacía en el país para enrumbarse por sus propios senderos, siempre en busca de la confrontación, del no conformismo, de revoletear las palabras y dinamitar el sentido tradicional del verso que todos escribían. Solo alguien peligraba con usurparle el sitial que justamente le corresponde, alguien a quien la muerte se llevó de tajo y limitó su obra a un conjunto de textos excelentes que lamentablemente no pudieron tener continuidad. Alguien llamado René del Risco Bermúdez. Voz propiaEn el caso de Alexis, él representa la ruptura de un discurso apócrifo, de una poesía “patriótica” de indudables aires nerudianos que pretendió levantar la conciencia nacional al entonar himnos de fervor y otras naderías que ya estaban siendo obsoletas. Y como todo poeta con voz propia, no ha tenido seguidores. La Generación que precede (la de los ochenta) reconoce a dos haedas del Cibao (José Enrique García y Cayo Claudio Espinal) el carácter de independencia generacional y la indudable referencia de sus textos a la poética del pensamiento, a partir la palabra bien escrita. La voz de Alexis no sirvió de punto de partida para otras voces. A veces considero que esta soledad ha sido provocada por la misma fortaleza de su decir. Su obra se ha desarrollado en un tiempo y en un espacio signado por las confrontaciones sociales y el reverdecimiento de la actividad política como única vía para solucionar las desigualdades del país. Y en un medio como ese, con tantos “dioses” un poeta auténtico se mira como a un extraño ciervo imposible de cazar. OriginalAdemás, Gómez Rosa representa esa especie de poetas en peligro de extinción. No solo es poeta cuando escribe, sino cuando vive. Irreverente, bohemio, intempestivo sabe cómo encontrarle la quinta pata al gato en todo y para todo. Se sabe de memoria esa Zona Colonial donde concluyen ángeles y demonios, sin el menor pudor. Exagerado a veces y muy original en otras, sabe reírse de todo y hacer reír. Vive pendiente de la vida cultural dominicana como nadie. Aparece y desaparece en actos, presentaciones de libros, recitales, tertulias, debates y polémicas grupales, sin pedir permiso. No me atrevo a escribir sus ocurrencias por no saber diferenciar entre el pan y el casabe. Pero si puedo asegurar que todas son ciertas y lo que dicen de él puede ser a la vez, falso o verdadero, según desde el cristal desde donde se mire. Así lo fueron Domingo Moreno Jimenes, Víctor Villegas, Darío Suro y otros poetas del ayer cuyas personalidades influeron, tal vez, en el accionar público de este bardo. Pero no crea el lector que estoy escribiendo contra un autor a quien admiro. Por el contrario, estoy presentando a un poeta como se presentan a las gentes de valor, con vendavales y diatribas porque en verdad, la mayor riqueza que todos poseen es un cúmulo de obras públicadas que algún día irán a parar a la boca mordaz del comején. Alexis Gómez Rosa no es la cabeza de su generación. Pero sí el mejor poeta de su generación.

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