Ventana

Literatura

Las Obras Completas de León David

Giovanni Di PietroSanto Domingo

Poeta, cuentista, dramaturgo, ensayista y crítico de arte, León David le hace honor a la República Dominicana por su larga trayectoria intelectual. Las cumbres que ha alcanzado en los más diversos géneros son envidiables y nos llevan a pensar en otros escritores nacionales que también las alcanzaron. Pensamos, claro está, en figuras eminentes de las letras como Pedro Henríquez Ureña, Juan Bosch, Pedro Mir y Franklin Mieses Burgos. Algunas de estas figuras, como muy bien se sabe, lograron la notoriedad tanto en su país como en el extranjero. Nadie disputaría la universalidad alcanzada por Pedro Henríquez Ureña, por ejemplo, o Juan Bosch o Pedro Mir. Franklin Mieses Burgos, excelentísimo poeta, no tuvo la misma suerte, y se quedó anclado en una reputación sólida reconocida por muchos, pero aceptada cabalmente sólo por un exiguo puñado de gente. Éste, sin duda, es el mismo caso de León David. Al igual que Mieses Burgos, no solo no ha logrado esa reputación internacional que se merece; tampoco ha logrado que sus conterráneos le acepten en su justa medida. Entendemos que esta falta de reconocimiento y aceptación, local y foránea, de un escritor cuya obra ya alcanza por lo menos una treintena de volúmenes y cubre los más variados y exigentes géneros, es injusta y digna de remediarse. En otras circunstancias y en otros lares que no fueran estos, estamos seguros que la situación sería muy diferente. Pero, como reza el dicho, nadie es profeta en su propia patria. Se acaban de publicar los primeros tres tomos de las Obras Completas de León David. Dichos tomos, a los cuales seguirán otros dedicados a los géneros que ha trabajado durante su prolongada actividad de escritor, están dedicados a la presentación de la poesía, la narrativa y el teatro. El primero y el segundo tomo contienen los poemarios publicados e inéditos que ha escrito; el tercero, tres colecciones de cuentos y tres piezas teatrales. Las colecciones de cuentos fueron todas publicadas; las piezas teatrales, también publicadas, han visto repetidas presentaciones en las tablas tanto de éste, como de otros países. Largo ha sido el itinerario poético de León David, comenzando con sus primeros versos recopilados en Juvenilia, los cuales reflejan varias tendencias, pero desde un principio siempre con voz propia y original, hasta llegar a sus versos de compromiso social, como lo podemos observar en Poemas del hombre anodino e Intento de bandera, y a los versos ya maduros, inspirados en un concepto bien definido de lo que es la poesía y su importancia en nuestro devenir histórico, como se evidencia en Cincuenta sonetos para amansar la muerte, Arte poética y Carmina, por ejemplo. Poeta de cuerpo entero, no solo trata los más disímiles temas, sino que no duda ni un solo instante en retomar esos temas que hoy en día son considerados gastados por una caterva de poetastros abanderados bajo el estandarte de una noción acomodaticia de la poesía que acepta todo y todo lo vulgariza. León David, como se sabe, ha hecho suya la forma tradicional del soneto. En esta forma, la cual reinterpreta para expresar nuestros presentes sentimientos, él ve algo así como un ancla para salvar del inminente naufragio al destartalado barco del mundo moderno. Hombre de profundos retos espirituales, León David exhibe una faceta inusitada en las letras nacionales a través de sus cuentos. El hombre que descubrió la verdad (cuentos taoístas), las Narraciones truculentas y Parábola de la verdad sencilla que forman parte del Tomo III, Narrativa y Teatro, son un ejemplo de esto. El interés por la dimensión espiritual de la vida no es un tema que podamos considerar como de mucha importancia dentro de la literatura dominicana. Son pocos los escritores que se han inspirado en él, y quizás la única que lo haya abordado de forma asidua es Delia Weber, en su poesía y sus cuentos. León David hace de este tema un tema cardinal de su obra narrativa. En breves y contundentes composiciones repletas de preciosismo lingüístico y estilístico, él insufla vida a personajes que recitan papeles estelares en la presentación e ilustración del argumento en cuestión. Rastros de esto se encontrarán después en las colecciones de prosas meditativas, como Adentro, y en los aforismos de Huellas sobre la arena, títulos que serán integrados en futuros volúmenes de estas Obras Completas. León David siempre ha sido también hombre de teatro. A menudo, actúa en sus propias piezas. Las que son reproducidas en el Tomo III nos demuestran el sentido del drama que posee y su extenso conocimiento del teatro tanto moderno como tradicional. La noche de los escombros es una pieza que aborda la crítica social y política, igual que El sueño de Arlequín. No faltan toques del teatro existencialista en boga en los años en que fueron escritas. La casta Susana, por su parte, regresa al espíritu de la farsa del teatro español del Siglo de Oro. Al leer estas piezas nos sentimos un tanto defraudados por el hecho de que él no le haya dedicado más tiempo al teatro. Quizás lo haga en el futuro, para revitalizar un ambiente ya en lastimosa decadencia.

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