CARAS DEL CARNAVAL
Los modernos: El carnaval vegano esconde muchas historias
ARTESANOS COMO "TONO" Y "CHINO" DEMUESTRAN LA CREATIVIDAD DE UN PUEBLO QUE NO DEJA DE SER CULTO
En la sangre les corre la sed de carnaval, en sus respectivos talleres sienten la presión de terminar las caretas de los diablos que, impacientes, desean tener en sus manos el bien tan preciado que ya no asusta a los niños sino que les hace fantasear con algún día desfilar por las calles de La Vega. Leonardo Ruiz (El Chino) y Cirilo Ruiz (Tono) comparten más que la sangre, el amor por el carnaval. Desde pequeños prestan sus manos a la creación de mascaras que para los ‘careteros’ tradicionales parecen casi una aberración, pero que la modernidad exige. “El Chino” Las manos agiles del ‘Chino’ trabajan a toda “maquina”; sus dedos quieren competir con el tiempo para terminar la careta de un diablo que, molesto, ‘echa humo por la boca’, pero al entrevistarle, el artesano olvida por un momento la rapidez y recuerda su infancia: “Sentí la necesidad de hacerme mis propias caretas porque se la pedía a mi padre y nunca me la compraba, tenía el deseo de tenerla y me la auto regalé. Casi no dormí la noche que hice una, por la emoción de tenerla en mis manos. Después, todos los años hacia una para mí y cuando estudiaba en el colegio mis compañeros me pidieron que les hiciera caretas a ellos”, dice. De hacer mascaras solo para sus compañeros, pasó a tener muchos grupos. “A veces me pregunto de dónde me surgen tantas ideas, nunca hago mis mascaras iguales, pero llevan un estilo propio que no puedo evitar”, afirma. Este joven empezó a trabajar en el 1986, con un solo grupo, pero a medida que pasaron los años aumentó la cantidad de diablos y caretas. “Llegué a trabajarle hasta a 28 grupos. Este año tengo 13, pero cuando son caretas muy grandes y trabajosas debo restringir la cantidad porque el proceso es más fuerte y difícil”, destaca. Lejos del bullicio de su taller parece revivir la emoción que le causa ver su trabajo “desfilar”. “Cuando hice las primeras caretas para un grupo, mientras desfilaban el profesor de mi colegio le decía a alguien que las había hecho un alumno suyo. Oírle elogiándomeme hizo sentir bien de verdad”, recuerda. Los reconocimientos no se quedaron ahí, pronto el trabajo del ‘Chino’ ganó fama. Todo esto constituye un motivo de orgullo para este hombre que con sus manos contribuye a diseñar la historia del carnaval vegano. “Una vez me invitaron para una actividad en el parque Duarte y no sabía que para mí había un reconocimiento. No puedo explicar cómo me sentí cuando me llamaron y me dijeron que era propulsor del carnaval”, asegura. A pesar de la belleza de su trabajo, no resulta nada fácil. En la Vega todo el que se involucra en el carnaval coge lucha y los ‘careteros’ no son la excepción: “Aveces los grupos no te dan el 50 % de adelanto para poder cubrir los gastos de materiales. Nos dan un presupuesto muy restringido y eso me hace atrasar”. De acuerdo al ‘Chino’, cuando llega febrero los ‘diablos’ van a su taller en búsqueda de sus caretas y al no verlas listas insultan y humillan a los artesanos. “Yo no me irrito porque pienso que tienen razón y que deben cumplir con salir”, afirma. El temor de que le tilden de irresponsable, hace que este artesano amanezca y se trasnoche, en búsqueda de la máscara perfecta. “El susto de si el trabajo saldrá o no te hace trabajar como un loco. Tengo tres días que no duermo y cuando me acuesto, solo pienso que debo que entregar la careta y que tengo que seguir”, destaca. ¿Tradicional? Junto a su hermano ‘Tono’, el ‘Chino’ forma parte de la nueva ola de artistas que crean caretas más elaboradas. ‘Chino’ sabe que las máscaras de ahora son de gala y fantasia, lo que atribuye al tamaño de los trajes cada año más voluminosos. “Las primeras que se hacían eran más tradicionales. Antes eran más humanas, más pequeñas y permitían que el diablo pudiera moverse y dar su vejigazo”, considera. Cuando los ‘diablos cojuelos’ se van a sus casas y del carnaval no queda más que el recuerdo, ‘Chino’ trabaja en lo que aparezca. Desde esculturas en barro, la utilería para una escuela de ballet en Santo Domingo, hasta pintar carros lo que sea hasta la próxima batalla. Tono En Villa Rosa, Cirilo Ruiz (Tono) sueña con terminar el cuarto de bachillerato y convertirse en ingeniero civil. A los siete años empezó a trabajar y a los 13 se inició, junto a su hermano ‘Chino’ como caretero. “Me gusta este trabajo y lo aprendí muy bien. Aprendí con mi hermano, trabajamos un tiempo juntos y después arranqué solo. De eso ya pasaron 13 años”, asegura Tono mientras matiza los dientes a una careta del grupo ‘Los millonarios’. Con un taller compuesto por 12 personas, al igual que su hermano ‘Tono’ no da abasto con tanto trabajo. Mientras termina las caretas los ‘diablos’ se la quitan de las manos porque el tiempo corre y ya casi deben desfilar. “Lo más difícil es mantener la responsabilidad, hacer el molde y ser sincero con el cliente y los grupos, pero es un trabajo muy bueno porque valoran mi trabajo y muchas personas me conocen”, considera. Entre pintura y aerosol ‘Tono’ habla de su familia y dice que a pesar de que su hijo, de nueve años, lo ayuda en el taller lo que más le interesa es la ingeniería en sistemas. Cuando pasan los tiempos de carnaval, ‘Tono’ hace trabajos a los estudiantes de la universidad de medicina. La rapidez con que marchan las manecillas del reloj, impiden que la conversación con ‘Tono’ continúe. Y así con las manos machadas con tantos colores que de por sí parecen un carnaval, se queda entre diablos y sueños. (+) CAMBIOS EN LAS CARETAS Sobre el desarrollo de las máscaras veganas el profesor Hugo Máximo Estrella y el historiador Cesar Arturo Abreu se refieren en su libro “Interrogantes del carnaval vegano: tres versiones”. Estrella considera que hablar sobre las caretas del carnaval significa tomar la parte esencial del mismo en “este pueblo, porque ha sido y es el elemento central de atracción e impacto”. El profesor destaca que en la actualidad, el trabajo de los careteros recibe la imposición y las voluntades de los distintos grupos del carnaval, que por lo regular aportan algunas ideas al concepto, que tienen por fundamento figuras humanas y animalesca, con marcadas deformaciones, sobre todo en el área de la boca. Señala a ‘El Chino’ y a ‘Tono’, junto a los hermanos Marte Almonte como los careteros con aportes más significativos al carnaval de los últimos años.