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RETRATO

Polito Arias: noventa y seis años ganando el juego

SONRÍE A LA VIDA CADA AMANECER EN UN RINCÓN DE LAS LAGUNETAS, A PESAR DE SU POBREZA

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Andrés Blanco DíazSanto Domingo

“Bueno, Andrés, ya yo me gané uno más; ya le torcí el brazo otra vez”. Con estas palabras de triunfo me dio la bienvenida Hipólito Arias en su humilde vivienda de la sección Las Lagunetas de San José de Ocoa, en mi último viaje hasta allí. Y ante mi pregunta de “¿cómo así, Polito?”, se apresuró a edificarme sobre el sentido de sus palabras: “Antier yo volví a torcerle el pulso a la Señora; ya llegué a noventa y seis y sigo aquí, como un trinquete”. Sí, son noventa y seis años los que lleva cumplidos Polito, pulseando con las adversidades en que se desenvuelve su diario vivir. Las tribulaciones, la falta del bocado a tiempo cuando la cosa se pone dura en el lugar, no han podido con él. Ni siquiera el consumo de agua con un PH de 114 ha logrado doblegarlo. “Andrés, aquí la vida es dura. A veces no hay ni para café y azúcar en la mañana, ni para hacer un buchito de sal”, le he oído decir en múltiples ocasiones, quejándose de que la cosa no marcha bien y de que los campos ya no dan ni siquiera para el sustento. Un “negocio” no rentablePolito se define como un “negociante”. Muchas veces el “negocito” que hace no le resulta rentable. Concra, como también le apodan, consigue algunos pesitos con el “negocio” de compra y venta que realiza a diario en el pueblo cabecera de la provincia San José de Ocoa. Lo que lleva, en una rutina que abarca los siete días de la semana temprano en la mañana, depende de la temporada, o de lo que aparezca: pepino, berenjena, tomate, ají, tamarindo, naranja agria, maíz verde, habichuelas, aguacates, molondrones, escobas de cana o guano. Pero cuando no hay nada para vender, también va al pueblo. Y depende de la temporada, porque es siempre y cuando la sequía no se empecine en hacer menos llevadera la vida en aquella comunidad rural empujada en un rincón del Sur cercano, cuyo acceso es algo complicado: un trayecto de unos cuatro kilómetros, solitario y azotado por la lluvia y los elementos, con una primera bajada larga, resbaladiza, estrecha y peligrosa que termina en un pequeño arroyo; y una primera subida prolongada, arenosa y marcada por los surcos que a veces parecen pequeñas hondonadas hechas por las lluvias. Es un trayecto al cual los que estamos acostumbrados a la vida citadina apenas nos atrevemos a desafiar, para llegar a la cima con el corazón latiendo aceleradamente, como si quisiera salirse de su centro. Muchas veces, cuando llueve, el paso se hace difícil, diríase que imposible por la zona del arroyo; y solo así deja Polito de “negociar”. Por ejemplo, el reciente paso de la tormenta Irene provocó una inusual crecida del arroyo, y los habitantes de Las Lagunetas se quedaron en su encerrona por tres días, sin tener forma de pasar al pueblo. Ya nada es igualSiempre que me encuentro a Polito en ese camino, acompañado de su inseparable burro que algunos llaman “Valentine” y de regreso de la jornada, le digo: “¡Hipólito Arias!” Y él me responde, con una fuerza que los años no han logrado disminuir: “¡El mismo pollo!” A mi requerimiento de por qué, con sus 96 años de ida y vuelta, sigue haciendo el mismo recorrido, la misma rutina, me dice: “Tengo que ir al pueblo a hacer mis negocitos, para conseguir el arroz, usted sabe, no me puedo dejar morir, todavía no me pueden mandar a buscar con la SeñoraÖ todavía no”. Hace un par de años falleció su compañera de toda la vida: Adriana Díaz. Esta es un situación de la que él no ha podido recuperarse, porque le golpeó muy hondo aquella muerte. “Andrés, las cosas ya no son iguales; desde que la viejita se me fue ya todo cambió.” Luego de la ida de Adriana, los hijos trataron de llevárselo para Fundación, pero él no quiso porque, según dice, su lugar está en Las Lagunetas. Desde aquel acontecimiento, decidió juntar fuerzas con Máximo, Darío y Camén para hacer la comida, que consiste en arroz blanco con guandules o habichuelas; o un moro de estos dos ingredientes. O puede ser una arepa campesina, de las que hacen en el Sur, con harina de funda o con maíz guayado. Lo de la compaña es otro tema, pues, cuando aparece, puede ser: aguacate, berenjena, molondrones guisados, espaguetis y, rara vez, un pollo criollo o un pedazo de carne de cerdo. Como se ve, es una comida muy frugal que se complementa y amplía de vez en cuando, con lo que la Fundación Unión Amigos de Ana Luisa Díaz (a la cual pertenece el autor) lleva con frecuencia hasta allí. Como los Amigos no hemos dejado de ir desde 1998, después de Georges, se ha convertido en estribillo esta expresión de Polito: “Ustedes siempre se acuerdan de uno”. Y yo vuelvo a repetir la mismo: “Polito, es que uno nunca se olvida de sus raíces; la sangre jala a uno”. (+)LA VIDA DE POLITO EN POCAS PALABRAS Siempre con buen ánimo Algo que Polito no ha perdido es su buen estado de ánimo y su buen humor. No hace mucho me acompañaron hasta su casa unas amigas que querían conocerlo y que no me creían lo que les contaba de él. Una de aquellas amigas le preguntó: “Don Polito, ¿y cómo usted saca fuerzas para hacer ese trayecto de ida y vuelta al pueblo a pie, todos los días?” “Es que yo tengo fuerza todavía y no me puedo dejar morir”, le respondió. Y mi amiga siguió: “¡Cómo va a ser!” “Ah caray, le dijo Polito esbozando una sonrisa, yo puedo probárselo. Todavía yo me atrevo a echar una carrerita con muchos jovencitos; y si la persona es como usted, le puedo dar gabela y hasta ganarle en un solo pie.” Mi amiga es bastante rendida en libras. Un emprendedorHipólito Arias es, no cabe la menor duda, un incomparable ejemplo de tesón y perseverancia a sus noventa y seis años. O, para decirlo con palabras más ajustadas a los tiempos que corren: un emprendedor que ha convertido el emprendedurismo de su negocio en un medio mínimo de subsistencia. Noventa y seis años no han sido suficientes para que Polito abandone su rutina diaria de ir a pie, desde Las Lagunetas hasta el pueblo de San José de Ocoa. Un viaje que comienza muy temprano en la mañana en Las Lagunetas, y que termina a eso de la una de la tarde, cuando regresa al hogar con “Valentine” y lo que ha podido conseguir para el día.

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