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AFRODESCENDIENTES

¡Ay, mi sarandunga!

PARA LOS 'SANJUANEROS' LA SARANDUNGA ES VITAL. NECESARIA PARA CRECER Y MORIR

“Ola, ola, ola, ola, ola, ola de la mar, que bonita ola para navegar”. Asia de la Regla no teme cantar un morano ante una completa desconocida. Con una pureza interior que se refleja en cada palabra que dice, es de notar que sus ojos han visto muchas sarandungas. Mejor conocida en La Vereda como “Morocota”, con paso cansado se dirige cada año a la fiesta del tercer sábado de julio, porque “oh vale”, hasta que muera seguirá la sarandunga e incluso después de muerta, “oh vale”, sus compañeros cofrados le tocaran tres sarandungas para que su alma descanse en paz. “Esto es de hermandad a hermandad. Empezaron mis abuelos, dipue’ mis padres y luego nosotros los hijos. Ahora los hijos de nosotros tienen que seguir, porque esto no se puede dejar caer, si eso pasa nos embromamos. Ya yo toy’ casi embroma’ porque toy’ muy vieja. Solo quedo yo del grupo de mi familia, de la hermandad de sanguinidad solo yo”, asegura “Morocota”. Los cambios que ha sufrido la fiesta que cada año se hace de la sarandunga no pasan desapercibidos para “Morocota”, porque “oh vale” hay mucha diferencia ahora. “Antes era poca gente que venía, ahora “asigun” ven y les gusta, se hace mucho público. Yo he salido hasta en periódicos, bailando con un moreno de Fundación”. ¡Madre de misericordia, madre de toda piedad! De acuerdo al libro “San Juan Bautista y la sarandunga de Bani”, del sociólogo Dagoberto Tejeda, los diferentes cantos y bailes de la sarandunga contienen manifestaciones de la cotidianidad de la gente al relacionarse con los momentos existenciales de la vida y la muerte. Para los cofrados, el santo está presente en la tierra y en el cielo, sirve como garantía del tránsito que significa la muerte entre esta vida y otra. “Antes de dejar a San Juan en la ermita, primero vamos a donde Justiniano Mojica, que ya falleció y quien era unos de los mejores bailadores de la jacana. A los muertos les tocamos tres piezas en el lugar donde estén y en el cementerio”, afirma Confesor González. La sarandunga se lleva a todos los rezos al toque de un morano que en sus letras puede decir: “por el alma de los difuntos debemos rogar que Dios los saque de pena y los lleve a descansar”. González destaca que se podía morir uno y llorándolo se seguía la sarandunga. “Tocamos a los difuntos cofrados, a los que hacen promesas y nos invitan, cuando les fallece nos invitan a tocarle al familiar, también en las patronales. Eso permite que la fiesta sea más grande”. Las sarandungas en honor a los cofrados difuntos, se realizan al momento en que la persona cumple un mes o un año de muerto o cuando se pida en sueño a través de un familiar. No se podrían contar las veces en que las voces de los cantores entonaron, en medio del dolor por la perdida de un ser querido, un “yo no puedo más, yo no puedo más que San Juan Bautista me mandó a buscar”. La presencia de la sarandunga en la muerte de los cofrados indica que no tiene día, lugar ni hora y que sirve como mecanismo de integración, identidad y resistencia de poblaciones marginadas. “Hemos hecho un ciclo de charlas para orientar sobre lo que es esta cultura y quien es San Juan Bautista para nosotros. El es nuestro dios, quien va a viajar se encomienda a él, quien tiene problemas en el hogar le pide a él, quien tiene poco cabello le ruega a él”, afirma González. Sarandunga LoveTodos los años se congregan los “limonaeros” y verederos ausentes, con el objetivo de disfrutar de la parte festiva de la sarandunga. La riqueza de esta manifestación social y religiosa ha hecho que resalte en el extranjero. “Antes solo se conocía en la Vereda, Fundación y Pueblo Arriba, pero la hemos llevado a otros países. En el 1991 fuimos al festival de Cuba, en el 2000, 2001 y 2003 a los Estados Unidos, desde el 2007 hasta la fecha hemos ido a Venezuela al “Encuentro de Sanjuanes”. Es probable que vayamos a Boston: por ejemplo, hoy recibimos una delegación de una universidad de esa ciudad con 25 estudiantes”, destaca González. Ana Ortiz, alumna de la universidad Eugenio de Hostos en New York, asegura que ver la fiesta que se hace en honor al santo hizo que el orgullo de “ser dominicana” brotara en su interior. “Mis padres son dominicanos y no sabían de esto, el problema es que la gente ve este tipo de manifestaciones como algo malo, aunque en realidad no lo es”. QUE NOS ESTÁ LLEVANDO EL…Al principio, la fiesta del tercer sábado de julio era responsabilidad de cuatro familias (Báez, González, Mojica, Percera), que tenían que aportar para que se hiciera un pequeño sancocho a los participantes. Luego en el 1990, Confesor González expresa que se “inventó” las patronales, con casetas y ‘discolai’, para que le proporcionaran el dinero para comida y bebida. Además, los emigrantes saben que con sus aportes no dejan caer la fiesta. Sus habitantes no lo niegan, La Vereda es una comunidad rural y pobre con calles de tierra donde escasea la luz y el agua. Según el profesor Juan Francisco Báez, la mayoría de los que allí viven tienen que salir a buscar el sustento porque no hay producción. “O viven del motoconcho o se convierten en colmaderos. No hay fuentes de trabajo, ni empresas por eso pedimos a las autoridades que deben velar por el apoyo a esta cultura, porque muchas veces no nos los dan y hacemos un gran sacrificio”, afirma Báez. El sueño de Confesor González es crear un proyecto en La Vereda que sirva como ‘casa de cultura’. Mientras espera a que se cumpla su deseo asegura que necesitan más apoyo oficial. “Las autoridades no han aceptado a San Juan Bautista, quiero mantener al semillero (que son los niños) y para eso necesito recursos. Es necesario que nos vean como un grupo que hay que apoyar, por ejemplo para viajar vamos de manera pírrica y casi no podemos hacer nada. También queremos arreglar las calles, la ermita se hizo pidiendo coletas, pero todavía no es lo que debemos tener”, destaca. “Somos pobres, pero una de las pocas comunidades de Baní en que mejor podemos dar un discurso”, asegura Juan Francisco Báez.

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