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Esencias

Mi viejo bohemio

Una tarde de marzo, justo cuando la primavera emergía de un viejo letargo, partiste tú. Sin decir a donde te dirigías, simplemente te esfumaste como se esfuman unas migajas de pan lanzadas al aire. Cálido, con dosis de humedad, era el clima de aquella agobiante tarde. Tu cuerpo tendido en la cama, sugería algo infalible, te habías marchado a la eternidad. Tu alma ascendió imperceptible ante mis ojos, ese destello fugaz de pureza y nobleza tomó un exilio permanente fuera de la esfera terrestre. Recordar el sentimiento que invadió sin piedad el más profundo rincón de mis entrañas, es como revivir un instante eterno, que no pasa, se mantiene tan estático que parece que las manecillas del reloj, a unanimidad, acordaron mantenerse intactas en una hora determinada. Ver tus ojos color café por última vez, con ese brillo resplandeciente que brotaba de un interior limpio, sincero y verdadero, me hace reflexionar que fuimos cómplices de unas palabras no pronunciadas, de unos consejos exclamados en silencio, aquel fluir de ideas que compartíamos solo nosotros, a nuestro modo, con tanta empatía que más que dos siempre fuimos uno. Tu sonrisa es otro grato recuerdo que me llena de valor, me induce a pensar que de este tránsito anómalo que es la vida, la mejor parte es aprender a vivirla. Hacer el bien sin mirar a quien, más que una desgastada frase, siempre fue tu modelo de vida, fue simplemente tu naturaleza, tu obstinación de ser diferente, de denunciar la injusticia y de ser aquel ser que dentro de mi ser continua presente. La música, en estilo y versión diferente, era tu debilidad incuestionable. Al compás de una salsa, de un merengue, un son, un bolero, una bachata, una balada o cualquier otro ritmo, pasaste por este camino angosto, llenos de espinas y sin sabores, como un singular mortal que dejó más que una herencia en efectivo. Los animales, otro delirio. Entre peces, conejos, hámsters, perros, gatos, periquitos y demás, disfrutaste tarde tras tarde, día tras día, lluvioso o soleado, de una maravillosa interacción, de un código común que les permitía comunicarse atravesando las barreras del lenguaje. De ti son muchas cosas las que puedo decir, pero me conformaré con recordarte como un bohemio hogareño y como el padre perfecto que eres para mí.

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