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ESPECTADORA 7504

Fresas Silvestres

Un aliento apacible; un clima de sosiego, a pesar de que en él ocurren poderosos estremecimientos de la conciencia y la memoria, y un ritmo de flauta tocada dulcemente construyen el espacio idóneo donde ocurre esta obra de Bergman. Isak, quien justo cumple sus bodas de oro con la medicina, ha despertado ese día al juicio de sí mismo. Este juicio es propiciado por su conciencia azuzada por sueños y recuerdos. La confrontación de hechos que vienen a él en el momento preciso de vulnerabilidad del alma en el que, tentada por la sabiduría, es capaz de comprender lo velado, lo antes incomprensible. Hechos que hallan respaldo en las personas que le conocen y le rodean, para confirmar el juicio que, aún temprano, apenas sospecha. Qué sereno razonamiento y qué serena humildad para aceptar juicios severos sobre la propia persona (egoísmo, rudeza). Una calma de quien se acepta y se perdona a la vez en el lado más mugriento del espejo; y que, secretamente, entiende que es ésa una encrucijada humana donde todos se verán atrapados (¡ya caerás! ñparece gritar su rostro plácidamente sonriente). El camino, alegoría del viaje no importa a dónde se dirija su rumbo, atraviesa el matrimonio y sus exabruptos de desacuerdo, a los que se teme y se llega de una manera u otra. El ridículo, la humillación y la ofensa a las que está expuesta la persona que se aventura allí. Luego, la justificación de ello con ataques de histeria o religión, para no ser marginados por el espacio social y poder aún convivir, a pesar de la pantalla. La ceremonia, estética de fastuosidad impresionante, por la que no se siente ya un entusiasmo sincero (aunque sí gratitud) porque allí dentro está vacío, no es más que un cascarón que puede colorearse (de blanco o negro), incluso imprimirse en él un nombre, una fecha, cualquier imagen, pero no llenarse porque extrañamente el espíritu ha agotado aquello que va dentro de una ceremonia, ahora no es más que una forma tediosa y avasallante. ¿Acaso se llena la ceremonia de lo que encuentra en el interior de cada persona? ¿Acaso necesita de alguien o algo más para ser verdaderamente celebrada? Volver al pasado, donde no hay amenazas ni complejos acertijos existenciales, sino sólo el amor y la protección de seres queridos; a los momentos donde tal vez se era libre y se confiaba en un futuro pleno de asombros y felicidad ante la vida, donde se creía ser un sable contra el cual las adversidades no podrían mantenerse erguidas sino un segundo, para descubrir que las fresas silvestres se acabaron.

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