Ventana

CRÍTICA

Ay, Samaná querida, urge tu rescate

Manuel Mora SerranoSanto Domingo

SANTO DOMINGO.- Hemos estado observando una campaña comercial que destaca a la vieja ciudad de Macabón y del maestro Eliseo Demorizi y el resto paradisíaco de la península, con su autovía nueva que la saca del aislamiento secular, sus muelles y sus aeropuertos, que se ha convertido en lo que siempre debió ser, una meca del turismo nacional. Samaná lo tiene todo para ser una auténtica joya del Caribe: leyendas y tradiciones, comida típica, lujuriantes cocoteros, magníficas playas de blancas arenas, ríos transparentes, chorros, cayos llenos de cocoteros, ballenas, y ahora mismo una infraestructura hotelera que sigue creciendo a lo largo y ancho de la península. Carencias Si faltaban grandes tiendas y supermercados, parece que ya tendrá. Sin embargo, para muchos de nosotros que tenemos “una Samaná tatuada en la sonrisa”, aquella vieja ciudad amada con sus callejuelas torcidas, su recuerdo de los Hermanos de la Costa, de Emeterio Betances, de los invasores franceses, de la hermosa Paulina Bonaparte, de los negros norteamericanos llegados en 1825 que se refugiaron en Tessón y que le dieron sabor exótico con los sefolés, los gatós, los sanduys y jonnykakes, con su imponderable peje con coco y sus ñames amarillos, sus negros y sus negras de grandes traseros, aquella villa junto al mar, con sus caserones techados de zinc que el salitre convertía en rojos camarones cocidos, fue reformada sin un concurso, sin recordar los planos viejos del imperio napoleònico que quería que fuera una pequeña París que están en la obra de Rodríguez Demorizi, y que hoy sería la atracción más grande del país, ha tenido su comeback. Valores Sin embargo, no es solo para descargar ese fardo de nostalgias que escribo estas notas, sino para recordar que Samaná tiene literatura, propia y ajena. Ay, Samaná querida, nadie habla del arte de Théodore Chassériau, o de la serie de de las canciones, de las piezas musicales como aquella que empieza: “cuando sopla el terral”, o la literatura como la novela Anadel (o de la Gastrosofía) de Julio Vega Batlle que es un canto bellísimo a esa playa y a esa ciudad. Nuestra novela Goeíza, ahora convertida en El ángel plácido, que se desarrolla en Las Galeras. El maestro de generaciones, Gregorio Elìas Penzo, ha escrito libros de poesía y una historia, Emilio Rodríguez Demorizi, nativo de la península tiene una magnífica obra.

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