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Historias de vida: el lado sensible del periodismo
Vocación. Uno de los principales compromisos de los periodistas es relatar historias que generen un cambio ante cada uno de sus lectores.
P ara Martha Quéliz, editora de L2, ser el medio a través del cual algunas personas han tomado la iniciativa de relatar sus casos es algo que le llena de satisfacción, ya que desde el día uno de su ejercicio periodístico decidió ser la voz de aquellos que no tienen o que hablan tan bajo que su clamor se ahoga ante una sociedad fría y distante.
Conversamos con ella sobre el porqué realiza estos trabajos de corte humano y desentierra casos que aún para sus protagonistas estaban perdidos, aquí sus respuestas.
¿Desde qué tiempo empezó apasionarle el periodismo humano?
Realmente, me sucedió lo contrario. Fue el deseo de servir a los demás el que me llevó a estudiar periodismo para aportar a la sociedad, especialmente, a personas necesitadas. Desde el día uno de mi ejercicio periodístico, trabajo en esta área.
¿De qué formas entiende que este tipo de periodismo aporta a la sociedad?
De muchas. Logra transformar vidas, ya sea alcanzando una mejor calidad de supervivencia, bienestar de salud, o hasta una beca de estudios, y al mismo tiempo permite que la gente se desahogue visibilizando una experiencia con la que otras personas pueden sentirse identificadas. Un detalle que valoro mucho es cuando los colegas me escriben o llaman para elogiar mi trabajo, pues esa acción me dice que se está aportando también a un periodismo vivo y relevante.
¿Por qué decidió contar estas historias de corte humano de manera semanal?
Decidí hacerlo de forma consistente porque si bien es cierto que los antivalores amenazan con dominar el mundo, todavía hay sensibilidad en muchas personas, y cada lunes lo puedo comprobar. La gente se alegra de las historias de superación, y muestra empatía cuando éstas tienen un enfoque no tan halagüeño.
De todas las historias publicadas, ¿Cuál ha sido la que más le ha impactado?
Definitivamente, la de Joel y Anabel, una pareja de esposos con discapacidad visual que sensibilizó a la población con un drama desgarrador. Esta historia es la viva muestra de que la población dominicana tiene sus dotes de solidaridad. Gracias a sus aportes, hoy esa familia tiene su casa propia y una mejor calidad de vida. Ella falleció hace poco, pero murió dignamente y atendida por buenos doctores.
¿Ha visto recompensa en las personas que han sido protagonistas de sus escritos?
No imaginas las cosas que se han podido resolver a través de estas historias. Te puedo decir que, desde becas, ajuares para el hogar, terapias psicológicas gratis, cobertura de cirugías, casa nueva, camas ortopédicas, sillas de ruedas especiales, y un largo etcétera, son de las cosas que se han podido conseguir con estas publicaciones. Pero no se puede pasar por alto que, además queda la satisfacción del trabajo realizado.
¿Cómo la reciben las personas?
“Creo que por ser esta profesión un sacerdocio, fue que la elegí para desempeñar un trabajo humano y transformador en beneficio de los que menos tienen”.
Editora L2
Realmente, me ha ido muy bien. Hay unas que otras personas que luego de decidirse a contar su caso quieren echar para atrás, pero al ver que no las obligo, que no las aturdo, pues ceden y salen tremendos relatos. Por eso me gusta redactarlas de modo tal que la gente viva la historia conmigo, que se dé cuenta de esos detalles que yo veo y que el lector no puede mirar. A los protagonistas darse cuenta que todo se hace con mucho respeto, pues se abren a la entrevista.
¿Qué ha sido lo más difícil al conseguir esas historias?
Lo más difícil no es conseguirlas, sino enfrentarte a temas que desgarran el alma. Saber que vas hablar con alguien que ha pasado o está pasando por un momento doloroso, es lo más grande, como sucedió con una de nuestras protagonistas (una señora que sufrió por un cáncer que nunca tuvo), o como la propia familia de Joel y Anabel. Ah, a veces no es tan fácil llegar a los lugares donde viven o donde pautan para darte la entrevista. Contener las lágrimas también se hace muy cuesta arriba, pues por encima de la profesión, somos seres humanos que sentimos y padecemos.