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ÁNIMO EN DOS MINUTOS

El feto que dio un salto

Luis García DubusSanto Domingo, RD

“¿Cómo? Querrá decir que la madre dio un salto, y, junto con ella, saltó también el hijo que llevaba en el vientre”.

“No. La madre no. El hijo. Fue sólo el hijo el quien dio el salto. ¡Ah!, y algo más: fue UN SALTO DE ALEGRÍA.

“¡No entiendo…!"

“Yo tampoco lo entiendo, pero lo creo. Y si tiene usted fe, también lo creerá, puesto que aparece descrito claramente en el evangelio…”

En efecto, el evangelio de Lucas 1,39-45 termina con esa frase:

“En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura SALTÓ DE ALEGRÍA en mi vientre. Y ¡dichosa tú que has creído! Porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”.

Estas palabras, como usted sabrá, se las dirigió una vieja llamada Isabel a una primita suya llamada María.

La vieja Isabel estaba encinta, y su primita (una jovencita de 15 o 16 años) había ido a anunciarle la Buena Noticia de que también estaba encinta.

El hijo de la vieja sería San Juan Bautista.

El hijo de la jovencita sería EL SEÑOR.

Fue la primera visita que hizo el Señor. María lo llevó.

Y la primera reacción que causó la presencia del Señor, la produjo en un feto de seis meses.

Y fue una reacción de alegría. Repito la frase:

“La criatura saltó de alegría en mi vientre”.

El Señor produciendo gozo. El Señor haciendo saltar de alegría. Pero, ¿este es Dios...? ¿Es que Dios es así…? ¿Acaso no era un ser todopoderoso a quien había que temer...?

LA PREGUNTA DE HOY

¿SON COSAS DE DIOS EL TEMOR Y LA TRISTEZA?

Precisamente el hijo de María, el hijo de Dios, el Señor en quien usted y yo creemos, reprocha a sus amigos, especial y frecuentemente, estas dos cosas: el temor y la tristeza. He aquí algunas de sus frases:

• “No temas, cree solamente”.

• “¿Por qué tienen miedo hombres de poca fe?”

• “¡Soy yo! ¡No teman!”

• “María, ¿Por qué lloras? ¿A quién buscas?”

• “¿Por qué están tristes? ¡Qué torpes son para creer en mí!”

En efecto, amigo, el Señor Jesús, nuestro Señor, es el Príncipe de la Paz.

Pido hoy para usted y para mí la sabiduría de descubrirlo también como EL SEÑOR DE LA ALEGRÍA.

Y la disposición de ofrecerle el sacrificio de renunciar a nuestra tristeza.

¡Sí! ¡Darle el gozo de vernos alegres por su llegada!

Tal como aquel feto de seis meses, también nosotros somos criaturas suyas. También a nosotros quiere Él vernos saltar de alegría en su presencia.

¡Adelante, amigo! ¡Ánimo!... ¡No tema, sólo crea!

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