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El tesoro escondido

Maruchi R. de Elmúdesi

Maruchi R. de Elmúdesi

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Maruchi R. de ElmúdesiSanto Domingo

El pasado miércoles 28, día en que una de mis nietas queridas cumplía años, el Evangelio hablaba de un tesoro escondido, que quien lo encuentra, va y busca dinero para comprarlo. Y Jesús lo asemeja al Reino de los Cielos, y nos pone frente a nosotros dos personajes, dos actitudes: un campesino que “encuentra” el tesoro y lo esconde, vende todo lo que tiene para comprar el terreno en que está y un comerciante que al descubrir la “perla de gran valor”, vende todo para adquirirla.

En ambos casos la alegría de encontrar, la decisión de optar por lo “encontrado” y el desprendimiento de todo lo demás que se torna pequeño ante lo “grande”. Para mí mi última nieta ha sido mi tesoro escondido, por lo cariñosa que es conmigo. Y siempre lo agradezco al Señor. El Papa Francisco, en el 2017, resaltó estas semejanzas de una forma tan hermosa que merece la pena retomarla: “Estas semejanzas ponen en evidencia dos características concernientes a la posesión del Reino de Dios: la búsqueda y el sacrificio. El Reino de Dios es ofrecido a todos, pero no está puesto a la disposición en una bandeja de plata, necesita un dinamismo: se trata de buscar, caminar, ocuparse. La actitud de la búsqueda es la condición esencial para encontrar; es necesario que el corazón arda del deseo de alcanzar el bien precioso, es decir, el Reino de Dios que se hace presente en la persona de Jesús. Es Él el tesoro escondido, es Él la perla de gran valor. Él es el descubrimiento fundamental, que puede dar un viraje decisivo a nuestra vida, llenándola de significado”.

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