¿QUIÉN EDUCA AL PUEBLO?
Domingo de la Ascensión
Muchas veces, al contemplar la situación por la que estamos pasando, tendemos a perder la fe y la confianza en el Señor, porque no entendemos nada. Y es que las cosas del Señor no siguen nuestros parámetros.
Por eso el Salmo 94 nos pide que escuchemos la voz del Señor, porque, con cuánta facilidad perdemos la fe cuando las cosas no nos suceden como queremos. Nos falta mucha oración y sacrificio para templar nuestro espíritu, especialmente en este tiempo de Cuaresma. Tiempo fuerte para crecer en la fe y en el amor. Pero, ¡qué difícil se nos hace, cuando lo que nos rodea es totalmente contrario a nuestros ideales! San Pablo insiste en la segunda lectura, en que “el amor de Dios se nos ha derramado en nosotros con el Espíritu que se nos ha dado”. Pero, no queremos tampoco ver, hemos endurecido nuestro corazón con las tentaciones del mundo de hoy, y nuestra ignorancia en las cosas del Señor. Quizás Jesús tendría que volver a presentársenos como a la Samaritana, y decirnos a nosotros: “¡Dame de beber!” Para ver si abrimos los ojos como ella y reconocemos al que nos da “esa agua viva que salta hasta la vida eterna”.