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Dos minutos

En Él puedo buscar la felicidad

Un maestro sufí había perdido la llave de su casa y la buscaba afuera, en la grama. Se puso de rodillas y comenzó a pasar sus dedos sobre cada hoja de hierba. Llegaron ocho o diez de sus discípulos.

- Le preguntaron: “¿Maestro, te pasa algo?”.

- Él contestó: “He perdido la llave de mi casa”.

- Ellos preguntaron: “¿Podemos ayudarte a encontrarla?”.

- Él respondió: “Me encantaría”.

Así que todos se pusieron de rodillas y comenzaron a correr sus dedos por la hierba. A medida que el sol se ponía más caliente, uno de los discípulos más inteligentes dijo: - “Maestro, ¿tienes alguna idea de dónde perdiste la llave?”.

- El maestro contestó: “Por supuesto. La perdí en la casa”.

- A lo que todos exclamaron: “Entonces, ¿por qué la buscamos aquí afuera?”.

- Él dijo: “¿No es obvio? Aquí hay más luz”. Cuando T. Keating cita este relato antiguo en su genial librito “La condición humana”, termina añadiendo:

“Todos hemos perdido la llave de nuestra casa. Ya no vivimos allí. No experimentamos en nuestro interior la presencia de Dios. En esta parábola, la casa representa la felicidad y la felicidad es la intimidad con Dios, la experiencia de la presencia amorosa de Dios”.

En el evangelio de hoy aparece la primera vez que el Señor se dirige a usted y a mí, cuando nos ve siguiéndolo. Las palabras son: “¿Qué buscan?”

Creo que puedo hablar por usted cuando respondo: “Señor, yo estoy buscando ser feliz”, porque, en el fondo eso es lo que todos deseamos. Lo que nos diferencia es el cómo.

Pregunta de hoy

¿Qué puede esperar quien se acerca al Señor en actitud de búsqueda? Conozco personas que han decidido buscar al Señor por encima de cualquier “cosa”. Ellos han encontrado tres tesoros: amor incondicional, orientación y guía y seguridad porque el que cree en Él no muere, sino que tiene vida eterna” (Juan 3, 16).

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