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Mucho más que un millón

“Somos hijos de Dios. Y si somos hijos, también somos herederos: herederos de Dios”. ISTOCK

Luis García DubusSanto Domingo

Alberto estaba feliz. Vi su estupenda sonrisa en el periódico: acababa de lograr un contrato para jugar béisbol, que incluía un bono por un millón de dólares. ¡Cualquiera se sonríe!

Quizás estos dos minutos lo hagan sonreír a usted también. Puede que se entere de que usted es dueño de algo mucho más valioso que un millón de dólares. La única condición es que usted pueda probar su identidad, y se lo entregan. La vida entera de una persona cambia sustancialmente después de recibirlo. Puedo asegurárselo.

En el evangelio de este domingo, el Señor nos cuenta acerca de una viuda que estaba necesitando algo que solo el juez de aquella ciudad tenía autoridad para darle. Pero resulta que aquel juez era un hombre inmoral y arbitrario, a quien no le importaba nadie. Sin embargo, dice el Señor que aquella viuda, a fuerza de insistir con su reclamación, finalmente logró que le hiciera justicia, aunque solo fuera por salir de ella.

Después de demostrar cómo aun una persona detestable es capaz de conceder lo que le piden, si lo hacen insistencia, el Señor nos pregunta: “¿Qué hará Dios con sus elegidos si ellos claman a Él, día y noche...? ¿Los hará esperar...? Todo lo contrario, les aseguro que les hará justicia sin tardar” (Lucas 18,7-8).

A todos los que tenemos la dicha de poder leer este evangelio, el Señor nos está diciendo que cobremos conciencia de nuestra condición de hijos, y sepamos contar con un Papá que está pendiente de nuestras necesidades.

Nos está animando a tener una fe tranquila, una fe confiada. Y esto significa crecer en el conocimiento de que somos hijos necesitados, con una garantía de respuesta de parte de un Papá que ha prometido protegernos.

¿Cuál es el valor de la perseverancia en la oración?

Hay ocasiones en las que uno llama por teléfono y suena ocupado. Orar es comunicarse con Dios. Y hay ocasiones en que no se establece esa comunicación. La diferencia es que, en este caso, el teléfono que está ocupado... ¡es el suyo...! Ocupado con temores, dudas, tensiones, rencores... En una palabra ocupado con pre-ocupaciones.

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