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Dos Minutos

Los dos amigos

Amar a alguien quiere decir respetarlo, (aunque yo no entienda su modo de actuar). ISTOCK

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Luis García DubusSanto Domingo

Excúsame, pero tuve que venir, dijo el amigo pobre.

- “Hola, ¿Qué te pasa?” respondió el amigo rico.

-“Me han botado de la pensión, porque no tenía dinero para pagarÖ no tengo dónde meterme”.

- “¡Pero entra, hombre!” interrumpió el amigo rico, “¿Por qué no habías venido antes? Quédate aquí, mira, tengo una habitación para ti, sólo esperándote por si algún día venías. ¡Entra, entra!”.

Al cabo de unos días, durante los cuales recibió tantas atenciones y tanto amor como nunca antes había recibido, y todo a cambio de nada, el amigo pobre le dijo al rico:

-“Mira, yo quisiera hacer algoÖ ¿tú me dejas que te lave el carro, te limpie el jardín y te riegue las matas por lo menos?”.

Y desde ese día el amigo pobre comenzó a servir al rico, como un deseo natural que brotó de un corazón agradecido. El Señor Jesús, dando a sus discípulos sus últimas instrucciones, les dice:

“Hijos míos, les doy un mandamiento nuevo:

Que como yo los he amado, así se amen también ustedes los unos a los otros”. Es decir, que usted podrá amar de este modo sólo si ha percibido y experimentado el amor particular que tiene Dios para usted.

No hay otro camino: Si yo no sé cómo Dios me ama, no podré amar a nadie “igual que Él me ha amado”, porque ni siquiera entenderé qué es lo que esto significa.

Es por eso que la única gran noticia que deberíamos anunciar los que hemos tenido la dicha de descubrirla, es esta: Dios lo ama a usted incondicionalmente y sin pedirle nada a cambio. Esto es lo único que puede concederle a usted el poder ser feliz, tener paz... y amar.

La Buena Noticia de hoy: Dios lo ama a usted personalmente, incondicionalmente y gratis. Y si usted descubre y deja entrar ese amor en su vida empezará a amar a los demás con ese mismo amor. Será un amor radicalmente nuevo, porque no será un amor suyo, sino el amor de Dios pasando a través de usted, como pasa el agua a través de un tubo, o la electricidad a través de un alambre que está conectado a una fuente de luz y de fuerza. Sólo la fe (y no las obras) acoge este don como don. Así pasa con la madre, hay que amarla como es.

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