La pesca milagrosa

Después de la Resurrección del Señor, el mismo Jesús se apareció a los discípulos varias veces. En esta ocasión fue junto al Lago de Tiberíades. El quiso comer con ellos, y les preguntó si habían pescado. Pero la noche anterior no habían pescado nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla, pero los discípulos no sabían que era Jesús. Jesús les dijo: Muchachos, ¿tienen pescado? Ellos contestaron “No”. El les dijo: “Echen la red a la derecha de la barca y encontrarán”. La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dijo a Pedro: “Es el Señor”. Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron a la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dijo: “Traigan de los peces que acaban de coger”. Simón Pedro subió a la barca y arrastró hacia la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red. Jesús les dijo: “Vamos almuercen”. Señor, Dios Mío, te daré gracias por siempre. Amén