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Natividad de la virgen María

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Maruchi R. De ElmúdesiSanto Domingo

El sábado 8 de septiembre celebramos el nacimiento de la Santísima Virgen María. Es un día muy importante para nosotros, porque además de cumplir año nuestra madre del cielo, fue el día del nacimiento de nuestro primer nieto. ¡Ya somos abuelos!, y eso es lindo. Podemos “malcriarlo”, podemos hacer cosas que con nuestros hijos no pudimos: consentirlo en casi todo. Ya podíamos sentirnos cómodos en permitirle travesuras, y enseñarle a decir las oraciones tanto a nuestro Padre como a nuestra Madre. Septiembre es para nosotros sumamente importante, el próximo 14 cumpliremos 55 años, son nuestras bodas de esmeralda, y el color verde es el de la esperanza, esa esperanza que nos hizo ver que todo iría bien, que teníamos las gracias de nuestro Padre del Cielo y de nuestra Madre, que siempre nos apoyaría como lo hizo en las bodas de Caná. Y no nos ha fallado, ¡nunca! Siempre digo que voy a hacer un libro de nuestra vida de casados, y contar todas las anécdotas, que hemos vivido con nuestros 6 hijos y 15 nietos. La verdad es que nos hemos multiplicado como pidió el Señor en Génesis 1,27. Y hemos sido bendecidos por todos estos años de los que nos sentimos orgullosos.

El nacimiento de nuestra Santísima Madre nos colma de gracias, y nos recuerda que gracias al sí de María, hemos sentido el gran cambio que nos ha producido el misterio de la Encarnación, de hacernos partícipes de la naturaleza divina. (Encíclica Redemptoris Mater de S.S. el Santo Juan Pablo II) “Salve, María soberana del Redentor, puerta del cielo siempre abierta, estrella del mar, socorre al pueblo que sucumbe y lucha por levantarse, tú que para asombro de la naturaleza has dado el ser humano a tu Creador”. (Idem) ¡Qué gran significado tiene María en el Misterio de Cristo y de su Iglesia! Sobre su presencia activa y ejemplar en la vida de la Iglesia. Pues son palabras que celebran conjuntamente el amor del Padre, la misión del Hijo, el don del Espíritu, la mujer de la que nació el Redentor, nuestra filiación divina, en el misterio de la “plenitud de los tiempos”. (Gen 29, 21; 1 S 7, 12; Mc 1, 15; Jn 7,8; Ef 1, 10 del antiguo y del nuevo Testamento)

El misterio de la Encarnación le ha permitido penetrar y esclarecer cada vez mejor el Misterio de la Madre del Verbo encarnado. En este profundizar tuvo particular importancia el Concilio de Efeso (a. 431), durante el cual, con gran gozo de los cristianos, la verdad sobre la maternidad divina de María fue confirmada solemnemente como verdad de fe de la Iglesia (Concilio Vat. II Gaudium et Spes, 22) se hizo hombre.

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