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“Mi alma está sedienta de ti, señor dios mío” (salmo 62)

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Maruchi R. De ElmúdesiSanto Domingo

Este Salmo es un Salmo precioso y para nosotros los cristianos debe de ser una oración para cada día desde que nos levantamos.

La primera vez que la oí fue en un Retiro del Padre Larrañaga, hace ya muchos pero muchos años. Creo que por los ’80, y nunca he podido olvidarla: “Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti, mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua. ¡Cómo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloria! Tu gracia vale más que la vida, te alabarán mis labios.

Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote. Me saciaré como de enjundia y de manteca y mis labios te alabarán jubilosos. Porque fuiste mi auxilio, y a la sombra de tus alas canto con júbilo, mi alma está unida, y tu diestra me sostiene”.

Que este salmo nos ayude a contemplar al dios vivo y verdadero con el alma y el corazón puro. La meditación nunca es oración. Meditar es más difícil que orar. La mente es un instrumento muy frágil. La sociedad está totalmente destruyendo al hombre, lo lleva a la dispersión. En esta sociedad no encontrará nada que lo lleve al interior de sí mismo. Es una sociedad suicida y asesina de lo más sagrado del hombre, que es su interior. Es cada vez más difícil meditar. La sociedad eclesial se ha humanizado y todo es el hombre, el nuevo nombre de Dios es Hombre.

Se ha absolutizado lo relativo, las cosas andan patas arribas y desajustadas. En esta sociedad eclesiástica son pocos los que le dirán: sean como María y quédense meditando el día entero. Le van a decir que eso es alienación. Alienados (ajenos) son ellos. Son fugitivos de sí mismos. Sin interrogantes. Se busca como un refugio la actividad. Borrachera, evasión, esconderse, escaparse de un problema que se le presente: ¿Quién soy yo? ¿Quién es Dios para mí) A no ser que tengamos el habito de oración, es un tiempo perdido. Gracias al Concilio Vaticano II, la Biblia ha llegado a ser lo que siempre debió ser: Dios está aquí y me habla aquí y ahora. La Biblia es hacer de una letra una vida. Una norma de vida. Escuche a Dios y vea lo que Él le dice a Ud. hoy. Pero, ¡ojo! Discernir es difícil y a veces se puede abusar y es terrible caer en un subjetivismo y eso no es “escuchar a Dios”. La Palabra de Dios es auténtica y autentificada por la Iglesia. La Iglesia no fue fundada por hombres. La Iglesia fue fundada por el mismo Jesús, cuando le dijo a Pedro: “Pedro, tú eres piedra y sobre esta piedra fundaré mi iglesia, y las fuerzas del maligno no prevalecerán contra ella”. Vamos a formarnos bien. Vamos a asistir a los talleres, conferencias, Cursillos, que poco a poco nos van enseñando a los ‘cristianos de hoy’, lo que verdaderamente significa ser testigos del amor de Dios, aquí y ahora. Amén.

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