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¿QUIÉN ESTÁ EDUCANDO AL PUEBLO?

No tengan miedo

Maruchi R. De ElmúdesiSanto Domingo

El Evangelio de hoy es un evangelio sobre la fe. Vemos en él la poca fe de los discípulos del Señor. La fe es un don gratuito de Dios que debemos pedir cada día con nuestra oración y con humildad. Pedro caminó un rato sobre las aguas, pero cuando se dio cuenta, dudó y comenzó a hundirse. “Señor, sálvame”, gritaba. Jesús le dice: “¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?”. Y eso nos pasa a todos contínuamente, cada vez que enfrentamos alguna situación que nos parece imposible de resolver. Tenemos miedo a lo desconocido porque no tenemos la confianza suficiente para creer que todo lo que sucede es para nuestro bien, y el Señor está siempre con nosotros.

Cuando hay miedo es porque no tenemos ninguna confianza en el que deberíamos de confiar. Tenemos miedo del futuro, porque no sabemos lo que nos traerá, y el cristiano debe tener la confianza en que el Señor permite las cosas que nos pasan, para crecer en el amor de Dios y en los demás, pero reconocer siempre que podremos hacerlo, porque contamos con Él, y Él siempre estará con nosotros todos los días de nuestra vida, como nos lo prometió.

Hoy queremos orar, como oraba Jesús cada vez que iba a cumplir una misión. Y eso queremos hacer hoy. Orar, por los nuevos miembros de la Conferencia del Episcopado Dominicano, nombrados en la 55ta Asamblea Plenaria, el pasado mes de julio: monseñor Diómedes Espinal, presidente de la Conferencia; monseñor Héctor Rafael Rodríguez, vicepresidente, y monseñor Ramón Benito Ángeles, secretario general.

Y queremos hacer del conocimiento de todos ustedes unas breves exhortaciones que hicieron a todos los hombres y mujeres de buena voluntad: “Ante la atmósfera de la violencia, trabajemos por crear un clima de paz. Dejémonos llenar de la luz del Espíritu Divino y tengamos dominio de nuestras pasiones desenfrenadas. Valoremos y respetemos la dignidad de cada ser humano. Veamos al otro como a un verdadero hermano. Luchemos todos juntos y sin desmayo por la paz social y el buen entendimiento. Mantengamos la unidad en la diversidad, sin dejar de reconocer y aceptar la diferencia entre las personas. La originalidad de cada ser humano ha de ser vista como un don de Dios para los demás y no como una amenaza. Que las familias comprendan que el amor, el perdón, el diálogo y la reconciliación son valores esenciales para mantener la unidad y controlar la agresividad que produce tanto dolor en los hogares”.

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