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DOS MINUTOS

El hombre en quien creemos

Esto es lo que significa que Jesucristo murió por mí: Él se dejó matar para que yo tuviera vida, una vida movida por el amor

Luis García DubusSanto Domingo

Un doctor cuenta la historia de un niño de ocho años, cuya hermana se estaba muriendo.

Dándose cuenta de que solo una transfusión de sangre del hermanito salvaría a la niña, el doctor le preguntó al niño: “¿Estarías dispuesto a dar tu sangre para tu hermana?”.

El niño vacila con miedo. Finalmente dice: “Claro que sí, doctor”.

Solo más tarde, después de que la transfusión había acabado, el niño vuelve a hablar. Y entonces pregunta tartamudeando: “Doctor, dígame: ¿cuándo me muero yo?”.

Aquel niño fue tildado de héroe.

No porque diera su vida por otro, pero sí porque estuvo dispuesto a hacerlo.

En el evangelio de esta semana (Mateo 26,14-27,66) aparece otra historia.

Otro héroe a quien también sacaron la sangre. Pero esta historia no es tan bonita. Hay cosas en ellas que molestan.

A este no le saca la sangre un médico, se la sacan unos bárbaros.

Y con instrumentos diferentes: puños, palos, látigos, unos cuantos clavos y una lanza.

Y además, se burlan de él, lo humillan y lo escupen.

Quizás esto último es lo que más nos molesta. Le pido excusas. No era mi intención causarle fastidio.

Pero, como en este caso Él resultaba ser el niño, y usted y yo la hermana, me pareció que había que mencionarlo.

Desde luego, sabrá usted que estamos hablando de aquel muchacho de Nazaret, carpintero hasta los 30 años, llamado Jesús.

Él recibió de lo alto la misión de anunciar la buena noticia.

Él fue quien reveló que Dios es Padre. Padre suyo y padre mío.

También reveló que ese Padre lo ama a usted personalmente, de manera incondicional y gratis, y es imposible que sea de otro modo porque Dios es amor.

Y también fue él quien, habiendo dicho: “No hay mayor amor que el de aquel que da la vida por sus amigos”, voluntariamente aceptó dejarse atropellar hasta la muerte para confirmar lo que anunciaba: el reino del amor.

Pero el domingo sucedió algo mucho más extraordinario: muestro héroe traspasó la sábana donde lo habían envuelto, y se convirtió en el pionero en pasar de la muerte a una vida gloriosa que no termina.

El había dicho que resucitaría al tercer día, y así sucedió para sorpresa y júbilo de todos los que lo habían amado.

La pregunta de hoy

¿Qué relación tiene todo esto con mi vida? El 14 de agosto de 1941 sucedió en el campo de concentración Nazi de Auschwitz algo extraordinario: iban a matar a un prisionero, y hubo otro, llamado Maximiliano Kolbe, que se ofreció a ser ejecutado en su lugar. Pidió permiso al guardia para hablar y dijo: “Permítame ser fusilado en lugar de este hombre. Soy sacerdote católico y estoy solo. En cambio él tiene esposa e hijos”.

El trueque fue aceptado y este hombre, canonizado por Juan Pablo II en 1982, fue fusilado para que el otro tuviera vida para volver con su familia, como en efecto hizo cuando fue liberado.

He entendido que esto es lo que significa que Jesucristo murió por mí: Él se dejó matar para que yo tuviera vida. Una vida movida por el amor, con la libertad de los hijos de Dios, y con la garantía de no acabar nunca y culminar en la resurrección.

Tremenda buena noticia esa de hoy.

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