REFLEXIÓN
En espera y esperanza
Con este domingo comienza un nuevo ciclo litúrgico que llamamos Adviento. Tiempo de espera, de esperanza ante el recuerdo y actualización del misterio del nacimiento del Señor. El Señor vino hace ya más de dos mil años y sigue en medio de nosotros. Nuestra Iglesia nos invita a preparar la representación del misterio de Dios hecho hombre por nosotros. El Evangelio del día de hoy nos hace una clara invitación a prepararnos para la llegada mística de nuestro Señor. De su lectura podemos entender perfectamente que nadie sabe cuándo llegará, ni quiénes serán los elegidos, mas bien nos lleva a pensar en que debemos estar preparados para cuando llegue ese momento y tengamos el gran encuentro. Y justamente ese es el mensaje de este hermoso Evangelio según San Mateo: que nos preparemos como verdaderos cristianos, con tiempo, sin temor y con la alegría del creyente que tiene la certeza de que el Señor saldrá a nuestro encuentro. A mi entender es también una llamada de alerta a no dormirnos en nuestros laureles, como decimos regularmente, y por el contrario estar activos, perseverantes en la oración, atentos al paso del Señor. En mi caso, intento trabajar día a día en mi preparación. Más que nada, pidiéndole a Jesús la sabiduría necesaria para actuar según su voluntad, humildad para reconocer mis errores y caridad para reflejar su amor en mis actuaciones con los hermanos. Por la gracia de Dios, hice mi Cursillo de Cristiandad hace 22 años, y puedo decir que mi vida es un antes y un después de este cara a cara con Cristo, pues allí me dieron una serie de herramientas que me ayudaron a entender que el estar preparados no es solo realizar acciones para, sino también una actitud de vida. En el Movimiento de Cursillos aprendí que vivir la vida de la Gracia no es solamente algo individual, sino un compromiso de dar un testimonio que arrastre a otros, que los demás vean a ese Cristo que hay en mí y al que espero con alegría, tomando conciencia del misterio y actualizando su presencia en medio de nosotros. A partir de mi cursillo entendí, que mi preparación debe ser sin temor, sin el miedo de los que le temen a un ladrón, sino mas bien con gozo, sin amargura y sin rostro carente de emoción, por el contrario, mi preparación es en la esperanza y en el amor, ¡característica de todo cursillista!