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DOS MINUTOS

El Padre celestial y el terrenal

Luis García DubusSanto Domingo

- ¿No quieres que te abrace...? - ¡No! ¡No quiero! - ¡Pues vete a la porra! Era un caso raro: en un niño de 6 años de edad que no se dejaba abrazar por su mamá. Naturalmente, aquel era un niño triste. Podía tener juguetes. Pero al negarse a aceptar el cariño de su madre, se abstenía de recibir lo único que podía cambiar su tristeza en alegría: un amor verdadero. Este caso, absolutamente real, se resolvió felizmente con un momento de verdadera comunicación entre madre e hijo. Todo se debía a una lamentable confusión surgida cuando el niño tenía sólo tres años de edad. Cuando ella me lo contó, estaba llorando de alegría. Y tenía razón. Según sus propias palabras, “había recuperado a su hijo”. Al niño del caso anterior lo querían, pero él no se dejaba querer. La consecuencia era la misma: un niño triste. ¿No nos estará pasando esto mismo a muchos...? Deseo hablar hoy de un amor superior al de una madre. Hoy es el día del padre con minúscula. Permítame decirle algo acerca del Padre con mayúscula. En la mente de muchos de nosotros penetró a temprana edad la nefasta idea de que Dios era un juez implacable, que nos acechaba continuamente para castigarnos cuando hubiéramos hecho algo malo. “¡Dios te va a castigar!”. Funesta frase esta, que establecía entre Dios y nosotros una relación basada en el miedo. La pregunta de hoy ¿Será posible hacerle un daño mayor a una persona que ocultarle al verdadero Dios?Por eso hoy quiero hablar del Padre. De ese Padre a quien Jesucristo nos enseñó a percibir como un Papá. De ese Padre a quien Él llamó siempre Abba, que significa “papito, papacito”. De ese Padre que le dirige a usted esta frase: “¿Puede una madre olvidarse de su criatura, dejar de querer al hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvide, yo no te olvidaré” (Isaías 49,15). Y esta otra: “Si alguien te ataca, no es de parte mía” (Isaías 54,15). En el evangelio de hoy, (Lucas 11,1-13) el Señor nos habla de Dios, y nos enseña a llamarle Padre. Y nos asegura que el Padre nos escucha diciéndonos: “Antes de que llamen, Yo les responderé, aún estarán hablando, y ya los habré escuchado” (Isaías 65,24). Quizás nos haga falta un momento de verdadera comunicación con el Padre, para atrevernos a recibir su abrazo, lleno del único amor que produce alegría. Pido a Dios que usted y yo aprendamos a dejarnos querer por Él. ¡Feliz Día del Padre! Nota importanteSi usted no tiene relación de amistad con Dios, usted está solo. Pero si, teniendo a su Padre terrenal vivo, usted no tiene una relación de amistad con él, probablemente quien está solo es él, aunque no lo diga. Conozco casos en los que este tipo de soledad ha precipitado su muerte. Con la ayuda de su Papá con mayúscula, puede usted amar a su papá con minúscula, aunque no se lo merezca.

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