Todos somos siervos de Dios
Dirigiéndose al grupo, nos dijo: “Nosotros, la directiva, hacemos todo el trabajo duro, y nos sacrificamos hasta el extremo para que esta obra de Dios vaya bien, ¡pero en cambio ustedes no hacen nadaÖ!”. Me quedé asombrado. ¿Acaso no se suponía que él debería estar humildemente alegre y agradecido por haber sido encargado por Dios de una labor más importante? ¿Es que acaso no sabía que él, al igual que yo y que todos, no era más que un pobre siervo? El evangelio de este domingo, y la excelente explicación que da el P. Thomas Keating sobre este pasaje en su libro “La mejor parte”, me ha aclarado que ese señor, en realidad, era un santo. Lo que le pasaba era que estaba en la primera etapa de su vida de relación con Dios. En esa etapa, uno se fija en lo que hacen los demás, los critica y hasta les llama la atención. Si usted lee ese evangelio (Lucas 10, 38-42), verá que Jesús va donde sus amigos Martha, María y Lázaro en un pueblito llamado Betania, y Martha le llama la atención a su hermana María, ¡y hasta se atreve a llamarle la atención a él mismoÖ! “Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? ¡Dile que me ayude!” Así que esta señora (una santa) está en ese momento pensando que la única que está bien es ella, y que eso le da derecho a criticar la actitud aparentemente pasiva de María, y la irresponsabilidad del Señor al permitirle sentarse a escucharlo a él. ¡Fíjese cómo se equivocan los santos cuando están en esta etapa! Pues dice Keating que ella es quien mejor nos representa a nosotros, que con la mejor intención de servir a Dios, hacemos muchas cosas, pero seguimos necesitando que nos reconozcan lo que hacemos, que nos den importancia, porque si no, nos sentimos mal. Entonces, ¿para quién es que estamos trabajando? ¿Para Dios, o para nosotros mismosÖ? Keating afirma con claridad:“Cada vez que estamos incómodos por cualquier cosa, la raíz del problema está principalmente en nuestro interior”. “Quejarse de que María está sentada a los pies del Señor es una forma de proyectar su problema en otra personaÖ Martha está activa al servicio de Dios, pero su actividad no es una entrega que parte de la oración. En realidad, está trabajando para sí misma”. Y más adelante dice:“No hay nada de malo con la actividad de Martha. Es en su motivación (¿por qué lo hace?). ¿Donde está la imperfección? En el cristianismo, la motivación es todo lo que importa”. Bueno, esta frase da qué pensar, ¿verdad? LA PREGUNTA DE HOY: Si esta es la primera etapa, ¿cuál es la segunda?María representa la segunda etapa. Ella está sentada a los pies de Jesús, y toda su atención está enfocada en el Maestro. Ella ha tenido un encuentro personal con el Señor, y está escuchando a un nivel mucho más profundo de lo que sus oídos puedan oír. “Escuchar a este nivel es experimentar lo que es comunicado al nivel más profundo de nuestro ser por la Divina Presencia. Esto es lo que nos atrae. No es tanto las palabras, sino la Eterna Palabra de Dios que asimilamos y por la cual somos asimilados”. “Esto es lo que nos hace cristianos. Y al mismo tiempo nos hace capaces de orar en nuestro interior desde nuestro ser más profundo. Este es el propósito último de toda forma de oración, devoción, ritual o sacramento.”