REFLEXIÓN
¿Dónde mercadeamos?
Santo Domingo.- “Jesús subió a Jerusalén y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas, palomas, y a los cambistas sentados”. Jesús se enfada, pierde su compostura de hombre comprensivo, compasivo y cariñoso; explota en visible indignación. El templo es sagrado. No se puede mercadear en él. La pregunta que hoy podríamos hacernos sería: “Nosotros, ¿dónde mercadeamos?”. Existen lugares, hasta en las religiones panteístas, de una presencia signifi cativa. La cercanía de Dios se experimenta, no únicamente en los templos sagrados, lugares especiales de oración, sino en los hermanos. Todos somos templos de Dios. ¿Cómo puedo hacer para vivir el día entero transparentando que en mí vive Jesús? Siempre que nos entregamos de corazón al diario vivir, Dios está siendo transmitido a los que nos circundan. En nosotros está el transformar el “dónde” habita Dios y el “cómo” en nuestra existencia le hacemos vivir. Dios no habita en las paredes, sino en el corazón de los que las construyeron. Su presencia sacramental atrae y se busca cuando una (o) siente deseos de recogerse, hacer silencio, pero existe también el templo de la creación, a la cual no siempre tratamos bien. He leído en los medios de comunicación que se pretende mutilar 8.5 km2 del Parque del Este para ser vendido a inversionistas. Aunque extranjera, me siento parte de este país y de su Iglesia y he sentido rebeldía interna; ¿cómo se puede por intereses turísticos ir cercenando la belleza de esta isla? Cuando todo esté cementado, los turistas dejarán de venir, pues para visitar “cemento” y “rascacielos” pueden ir a otros sitios. La creación es el templo mayor que existe y tenemos que cuidar cada uno nuestro pedazo. Jesús echa del templo a golpes de látigo a los cambistas (inversionistas) y ¿nosotros, somos conscientes del mercadeo oculto que nos traemos y llevamos? ¿A quién hemos echado fuera de nuestro corazón? ¿A Dios? ¿Por qué tanta ambición? Quizás, tengamos aparcados (a los cambistas) a la puerta y en cuanto tenemos ocasión se nos cuelan por los entresijos de la vida, ¡tan alejada de la que Dios quiere para los cristianos! Estamos ultrajando los templos de Dios cuando observamos cómodamente los acontecimientos que ocurren a escala mundial. En el Congo (África) y en casi todo el mundo encontramos niños soldados, tráfi co de personas, violencia de género. Estos acontecimientos son atentados contra la dignidad de la persona y de Dios. Olvidamos que somos sagrados porque somos habitados por Dios y, en nosotros, no puede haber espacios para el egoísmo, sueldos injustos con los trabajadores, palabras arrogantes. ¿No será que no hemos echado a los mercaderes?