PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA
Yahvé y los dioses del Oriente Próximo
Los dioses de los vecinos de Israel en el Oriente próximo eran dioses de la naturaleza. Representaban sus fuerzas terribles, los fenómenos atmosféricos, los cuerpos celestes, el ciclo anual de las estaciones, la fertilidad de la tierra, de los animales, de los hombres, los ríos y las riadas. Eran dioses locales, ligados a un lugar, donde se les daba culto y se le podía usar en beneficio propio mediante la magia.
Mediante sacrificios y de prácticas religiosas, los hombres intentaban que los fenómenos y fuerzas de la naturaleza, representados en esos dioses, les fuesen favorables. Al estar localizados, existían muchas divinidades. Cada lugar requería una forma de culto adecuada a la tradición del lugar.
En cambio, la religión de los antepasados de Israel era una religión personal. Adoraban a un Dios de personas más que de cosas. Dios se caracterizaba por su relación protectora constante del grupo humano, representado por el patriarca en jefe. El Dios se Israel se identificaba con su destino histórico. La condición de seminómadas de los israelitas les impedía el desarrollo de cultos fijos en lugares determinados. Yahvé no era un dios de un lugar, sino el Señor de la historia.
Los antepasados de Israel dieron una importancia especial a las relaciones entre Dios y la comunidad humana. En aquella religión ya se encontraban las semillas del Yahvismo: una fe plenamente trascendente, que jamás redujo a Yahvé a la naturaleza, ni sus dinamismos.
Los fieles de los dioses del Oriente próximo ignoraban la identidad de Dios y su disposición hacia la humanidad, por eso, la tarea fundamental de los hombres religiosos era la de ganarse a los dioses; arreglárselas para que esos dioses poderosos y arbitrarios les fuesen favorables. Consideraban a los dioses como competidores hostiles de la humanidad. En ocasiones, no faltaba algún dios que se complaciera en el sufrimiento y la desgracia humana.
El Dios de Israel siempre fue una presencia cercana a la humanidad. Su grandeza y soberanía inspiraban respeto, su omnipresencia benévola y protectora inspiraba confianza a la humanidad para luchar y superarse.
Yahvé siempre responsabiliza, nunca es rival del hombre. Se presenta como
gratuito y benévolo al hombre, respetuoso de su responsabilidad. Se relaciona en términos de oferta gratuita que el hombre debe acoger libremente (Cf. Josep Vives, 1988, “Si oyerais su Voz”).